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BARCELONA.- 'Qué pone ahí?', pregunto a una de las muchas voluntarias que pasean por el tramo 132 de la Meridiana, casi al final de la avenida. Difícil no detectarlos, con su peto verde y un cartel con una 'V' colgado en el pecho. 'Independence', me responde con un inglés más que digno. '¿Y por qué no en catalán?', replico. 'Porque el mensaje se lo lanzamos al mundo'.
La argumentación es definitoria. En la Diada de 2012, unas semidesconocidas ANC y Òmnium lograron reunir en el centro barcelonés a un millón de personas en favor del derecho a decidir; en 2013 consiguieron unir Catalunya de punta a punta con una cadena humana que no solo reivindicaba la soberanía nacional, también pedía a los partidos políticos que actuaran en consecuencia; el año pasado fueron casi dos millones los que legitimaron un 9-N que acabó resultando descafeinado; y este año, los centenares de miles de personas que se han congregado en Barcelona -desde ANC y Òmnium hablan de la marcha más multitudinaria de la historia de Catalunya- han señalado con sus punteros al Parlament pero también han mirado a la comunidad internacional para que avale, legitime y respete el resultado de las próximas elecciones.
"El mundo nos mira", insistían los organizadores a primera hora de la mañana. Desde luego, a tenor de las imágenes que se han vivido en Barcelona a lo largo del día y de cómo se ha resuelto, a nivel logístico, el puzzle cromático durante el recorrido del puntero gigante por los 5,2 kilómetros de una Meridiana absolutamente abarrotada, el mundo habrá quedado, como mínimo, bastante impresionado.
'Independence'. En total son 12 letras, hechas a base de trozos de cinta gruesa pegados al césped que limita con el carril por donde pasa el tranvía barcelonés. Nada impresionante hasta que, a vista de pájaro, la palabra se lee en todo su esplendor, que es lo que ha ocurrido segundos antes de que el puntero gigante se incrustara en el escenario final, situado en el Parc de la Ciutadella y donde habita el parlamento catalán, y diera paso a los discursos finales, uno de ellos, de nuevo el peso de la internacionalización, en inglés.
Afluencia masiva desde primera hora de la mañana
Son las 12.30 horas de la mañana y los más de 2.500 voluntarios de la ANC y Òmnium ultiman los preparativos de la cuarta gran movilización organizada por las dos entidades independentistas. La mayoría ha madrugado -sobre las 9.00 horas ya andaban por la vía- y ahora se dedican a poner vallas, trepar por las farolas para engalanarlas con banderas independentistas, vender bebidas o comprobar el sonido de los altavoces que durante todo el día escupirán las instrucciones que los asistentes deberán seguir durante la jornada. ¿Una manifestación con manual de uso? No es nuevo, pero según los organizadores, el reto de este año ha sido aun mayor.
Xavier viene de Badalona, es socio de la ANC desde 2011 y su tarea como voluntario consiste en custodiar cuatro cajas llenas de punteros de colores cerca de la Plaça de les Glòries. "Para quienes se lo hayan olvidado", recuerda. No serán pocos los que le acaben pidiendo uno a última hora. Estos punteros se han vendido en los últimos meses dentro de un pack con la camiseta blanca oficial de la 'Via Lliure' que este año han comprado más de 200.000 personas. A lo largo del día la demanda ha persistido, de ahí que se hayan seguido comercializando en puntos concretos. También en los bazares chinos, que han hecho su agosto vendiendo falsificaciones a mitad de precio. La dueña de uno de estos locales asiáticos reconocía que ayer acabó con medio centenar de existencias. Por suerte aun le quedan las esteladas, en forma de capa o de bandera. Las vende a 5 euros y antes de las 14.00 ya ha despachado 40. Menos suerte tienen los vendedores ambulantes, paquistaníes la mayoría que han incorporado la tela independentista al catálogo de sus productos estrella, junto a las cervezas y el paraguas. "Las vendemos a 4 euros pero acabaremos bajando el precio", se resigna uno de ellos entre la muchedumbre que llena el Passeig Lluis Companys, otro de los punto neurálgico de la fiesta.
Ningún manifestante sin su estelada. Esta ha sido la tónica general de una jornada que ha vuelto a discurrir entre la reivindicación y la festividad
Ningún manifestante sin su estelada. Esta ha sido la tónica general de una jornada que ha vuelto a discurrir entre la reivindicación y la festividad. Los autocares han llegado a Barcelona temprano y se han ido incrustando en las arterias cercanas a la Meridiana. El carril bus como aparcamiento improvisado. Al final han llegado más de 2.000 desde todo el territorio catalán, una cifra nunca antes registrada en un acto de estas características. Familias enteras, niños y mayores, personas con movilidad reducida y hasta mascotas ataviadas para la ocasión iban tomando las calles y los comercios de la zona. En el cruce con la calle València, y pasadas las 15.00 horas, un restaurante reconocía a este diario haber triplicado la caja de un día festivo de verano. En la terraza del mismo local, cuatro quinceañeros ondeaban una bandera catalana de 3x5 metros. Venían de Sant Jaume del Domenys y era su cuarta Diada reivindicativa en la capital catalana. "Esperamos que cuando tengamos edad de votar, lo hagamos ya en una República Catalana", comentaba uno de ellos.
Menos comentado aunque significativo ha sido la presencia de carteles de campaña de Junts Pel Sí por toda la Meridiana. Este diario ha tratado de pedir explicaciones a los voluntarios responsables de 'vestir' la avenida pero nadie ha dado respuesta a porqué desde el tramo 80 al 135, en especial la zona del escenario, la más poblada de cámaras, solo había publicidad electoral en las farolas de la coalición liderada por Raül Romeva y, en cambio, no hubiera de ningún otro partido.
"La fiesta continúa el próximo 27-S", admitía un padre de familia de Berga tras levantar su cartulina de color marrón al paso del puntero y contribuir así a que una ola gigante de brazos llegara al Parlament
A las 16.00 horas, justo el momento de más calor de la jornada, los participantes ocupaban ya su tramo correspondiente, mientras cuatro helicópteros sobrevolaban la ciudad condal y excitaban a las masas cuando se ponían a tiro. Los voluntarios, a golpe de altavoz, trataban de poner orden entre la marea humana. Y a las 17.14, trabucazo mediante, empezaba el desfile del puntero gigante, como si fuera una cabalgata pero que, en lugar de caramelos, repartiera la partitura de un único cántico: "I-Inde-Independència!". Las fotografías hablan por sí solas. Sobre todo las tomadas desde los áticos más altos de la Meridiana, por las que algunos residentes han pedido a fotógrafos de agencia 100 euros en concepto de alquiler del balcón.
"La fiesta continúa el próximo 27-S", admitía un padre de familia de Berga tras levantar su cartulina de color marrón al paso del puntero y contribuir así a que una ola gigante de brazos llegara al Parlament, a todas luces la imagen del día. "Hasta que nos dejen ir o nos echen seguiremos demostrando al mundo de lo que somos capaces", sentenciaba. Más diplomático se presentaba un vecino de Poblenou, Toni Sanchís, que acudía con su madre de 85 años del brazo y su padre de 88 en silla de ruedas. "En casa, de pequeño, nunca me hablaron de catalanismo. Hoy han sido ellos los que me han dicho de venir a la manifestación. Votaremos los tres por la independencia". Puede que más allá del motivo de la reivindicación, la grandeza de las manifestaciones de la Diada sea esta: que absorbe a distintas generaciones y clases de forma natural e integradora. Esta ha sido su seña desde que irrumpíó en 2012 y se ha mantenido este año también. Reivindicación, sí, pero pacífica y festiva. El que diga o interprete lo contrario, miente.
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