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Entre el domingo y el lunes decenas de miles de personas en el Estado español han salido a la calle en torno a las manifestaciones del 15 de mayo. El éxito de la convocatoria ha sido una sorpresa mayúscula para la opinión pública y pocos son capaces de explicar cuál es su causa.
Más allá del rol de internet en las movilizaciones del 15M, se perfilan algunos elementos nuevos y de enorme relevancia: nos encontramos ante la primera convocatoria masiva que tiene éxito en la izquierda al margen del PSOE y los sindicatos; de otro lado, irrumpe en el escenario de la acción colectiva un retorno, después de muchos años, de cierta convergencia entre la posición económica y la identidad escogida para protestar.
Tanto en los precedentes de esta movilización, como en la manifestación del 15M, hay tres grupos sociales que encabezan las movilizaciones y que aglutinan las demandas del resto: los parados, quienes están sufriendo desahucios en sus viviendas por no poder afrontar el pago de las hipotecas y, con especial capacidad política, la autodenominada juventud precaria, hoy consciente de que el fenómeno de la precariedad ya no es una fase de sus vidas, sino la nueva forma de trabajo que ha venido para quedarse. Junto a estas tres situaciones, aparece un discurso, que estaba muy presente antes del ciclo de movilizaciones, aunque solo de forma latente, de indignación y hartazgo respecto a una clase política incapaz de gobernar, una vez perdido su poder en favor de "los mercados", y permanentemente salpicada por escándalos de corrupción.
La ecuación, hasta el momento, es más sencilla de lo que parece a primera vista: varios sectores sociales cuyas condiciones de vida han empeorado notablemente en los últimos años mientras las grandes empresas mantienen beneficios millonarios y una la clase política les sirve en bandeja rescates y reformas del trabajo, salen a la calle para decir que ya está bien, que se vayan todos. Lo sorprendente, es que esto nunca había sucedido en los últimos años en España al margen de las estructuras que, tradicionalmente, habían tenido más capacidad de convocatoria en nuestro país. Ningún sindicato, ningún partido ni ningún gran grupo de comunicación están detrás de la convocatoria de estas movilizaciones. Esto multiplica la importancia cualitativa de la movilización.
Nos encontramos ante la primera convocatoria masiva que tiene éxito en la izquierda al margen del PSOE y los sindicatos
Estas novedades en las formas de organización colectiva, abren una buena cantidad de interrogantes sobre el devenir del movimiento. Hasta el momento, en la primera fase de movilizaciones en que estamos, en torno a un discurso sencillo se han articulado distintos sectores sociales, como hemos explicado, canalizando el malestar social de forma unitaria. El primer interrogante tendría entonces que ver con evaluar a futuro cómo mantener el crecimiento de adhesiones a las próximas convocatorias, tanto entre los sectores sociales que ya están protagonizando el proceso, como entre aquellos que no están presentes hasta el momento.
El segundo, tendrá que ver con la batalla política que se dará después del primer momento centrado en la "visibilización" del descontento, con la forma de llenar de significado lo que sucedió el 15M en toda España y traducirlo en un discurso que vaya algo más allá del "que se vayan todos". En ese sentido, algunos de los sectores sociales llevan ventaja: Juventud Sin Futuro no solo ha sido una plataforma capaz de aglutinar la simpatía y la legitimidad de aquellos a quienes pretende representar, convirtiéndose en un lugar de encuentro para la generación que más sufre y sufrirá el modelo neoliberal de salida de la crisis, sino que ha sido capaz de plantear un discurso claro y una estética reconocible. Así lo demostró el domingo con su presencia vibrante y sus consignas contagiosas, tras una fila de escudos-libro.
Ningún sindicato, ningún partido ni ningún gran grupo de comunicación están detrás de la convocatoria de estas movilizaciones
La limitación mayor para el movimiento de indignados, es que ni existen plataformas similares en el resto de sectores que lo conforman, ni existe, de momento, un aglutinante de todas las demandas que facilite su articulación y la acumulación de fuerzas. Por mucho que se empeñe el candidato de Izquierda Unida al Ayuntamiento de Madrid, Ángel Pérez, su coalición no ha logrado posicionarse como tal y esa es una de las razones por las que nos tememos que una movilización ciudadana de estas dimensiones no vaya a tener demasiada repercusión en los resultados electorales del 22M. Hay una evidente crisis de representación que facilita la posibilidad de una impugnación democrática mayor de unas élites políticas que rinden cuentas a los poderes económicos privados y no a los ciudadanos.
Por primera vez en años, el domingo las personas de izquierda teníamos motivos para la emoción y la ilusión en la calle. La tarea fundamental de la política radical es la construcción de un "nosotr@s" de los grupos sociales subalternos. Ayer hubo mucho de eso en la confluencia de gente de procedencias tan diversas en la euforia de estar junt@s en la calle, rompiendo el cerco de la resignación, el aislamiento, la invisibilidad. Desde las manifestaciones contra la invasión de Irak, no veíamos tal capacidad de agregación de una movilización de izquierdas. No es suficiente para la construcción de un pueblo que ordene el campo político en torno al rechazo de las mayorías sociales de las reformas de austeridad que pretenden socializar las pérdidas de la crisis capitalista, que permita detener y revertir las contrarreformas, y recuperar la política como el ejercicio colectivo de decidir lo común. Pero es un comienzo necesario e indispensable, como indispensables son quienes ponen sus horas, sus cuerpos y su inteligencia al servicio de tardes como la del domingo. Ramón Espinar es investigador en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de Juventud Sin Futuro. Íñigo Errejón es investigador en la Universidad Complutense de Madrid. Ambos son miembros de la Fundación CEPS y escribieron este artículo durante la acampada nocturna de ayer en la Puerta del Sol.
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