MADRID
Sensación de impunidad entre los diputados de las diferentes fuerzas parlamentarias en relación a los insultos que profieren los representantes de la extrema derecha desde la tribuna de oradores y sus propios escaños en el Congreso, unas acciones que, a pesar de que cada vez se producen con mayor frecuencia, no se han topado con ningún tipo de actuación contundente por parte del órgano de gobierno de la Cámara Baja, presidido por Meritxell Batet.
El aumento de la crispación durante los más de dos años de la vigente legislatura ha tenido un claro motivo: el desembarco de la ultraderecha en la Cámara Baja. En la anterior legislatura fallida, Vox entró en el Congreso con 24 escaños. Si bien, tras las elecciones del 10 de noviembre, la extrema derecha consiguió 52 diputados, convirtiéndose en la tercera fuerza.
Los debates en esta cámara, epicentro de la vida política a nivel estatal, no solo han virado hacia un tono más duro, sino que en muchas ocasiones se han llenado de fango por las actitudes y faltas de respeto de los representantes de la extrema derecha hacia las diferentes bancadas, especialmente las ocupadas por grupos de izquierda, nacionalistas periféricos e independentistas, esto es, la gran mayoría del hemiciclo.
Unas conductas que, hasta la fecha, se han saldado con tímidas respuestas, basadas en llamadas al orden o reprimendas verbales, por parte de la presidenta del Congreso y del resto de miembros del órgano de gobierno que durante el momento de los hechos ejercían de máxima autoridad competente. Y todo ello ante las quejas compartidas por la mayoría de las fuerzas políticas, canalizadas por Unidas Podemos, que piden poner coto a las conductas "peligrosas" de los diputados ultras.
"Führer", "Goebbels" o "bruja"
En el marco de esa estrategia de la ultraderecha de atraer la atención con salidas de tono y discursos ofensivos durante sus intervenciones en el Congreso, el caso más reciente se produjo hace una semana y fue protagonizado por un ya habitual de los exabruptos parlamentarios, el diputado ultra José María Sánchez. Durante una interpelación, comparó al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con el dictador nazi Adolf Hitler, y al ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, con su ministro de propaganda, Joseph Goebbels.
En ese momento presidía la sesión plenaria la vicepresidenta segunda de la mesa, la popular Ana Pastor, que no hizo ninguna mención al rifirrafe, y no fue hasta el final de la jornada cuando el vicepresidente primero, el socialista Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, en la Presidencia, anunció la retirada de estos exabruptos del Diario de Sesiones por "falta de educación".
Este catedrático universitario y juez en excedencia, que se negó a retirar sus palabras y pedir disculpas, ya desempeñó otra actuación ajena al decoro parlamentario al negarse a abandonar el hemiciclo después de que la máxima autoridad competente en aquel momento, también Gómez de Celis, le hubiera llamado la atención hasta en tres ocasiones por llamar "bruja" a la diputada socialista Laura Berja, encargada de defender una iniciativa de su grupo para penalizar el acoso a las mujeres en las clínicas abortivas.
Este claro ejemplo de desacato sin precedentes no tuvo consecuencias ni para el parlamentario ni para su grupo; solo se saldó a la semana siguiente con una reprimenda verbal por parte de Meritxell Batet. En un breve discurso, la presidenta del Congreso pidió a los diputados (en clara alusión a Vox) más "respeto" y "educación" en sus intervenciones en el pleno para "dar ejemplo" a los ciudadanos, dejando "los insultos y las ofensas fuera" del Parlamento. "La dureza parlamentaria es perfectamente compatible con la buena educación, no tiene por qué derivar en ofensa", remató.
Más insultos y amenazas
Durante el debate sobre las enmiendas a la totalidad de los Presupuestos, en noviembre de 2021, un diputado de la bancada de Vox gritó desde su escaño "gilipollas" en el momento en el que la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, terminó su réplica a la formación de Santiago Abascal, a la que recordó: "Nosotros construimos una España donde todos caben. Ustedes construyen una España donde solo caben ustedes, donde se demoniza al que piensa diferente".
En la Presidencia se encontraba Ana Pastor, que pidió retirar el insulto del diario de sesiones, aunque no llegó a identificar al parlamentario. Instantes después, el diputado de Compromís, Joan Baldoví, afeó el comportamiento de Vox y apoyó a Montero por "desenmascarar la hipocresía de unos chaqueteros que abandonaron el PP cuando se acabaron las ubres que los amamantaban".
Estas palabras le costaron al diputado autonómico una amenaza por parte del parlamentario ultra Juan Luis Steegmann, que le gritó desde su escañó "eso no se lo dices a la cara". En esta ocasión, Batet, al frente de la Presidencia, identificó al parlamentario y le pidió silencio.
Los exabruptos, una constante de cada miércoles
En una sesión de control al Gobierno, la secretaria general del grupo de extrema derecha, Macarena Olona, se saltó la normativa del Congreso y obvió la pregunta registrada dirigida a la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, para preguntar dónde estaba "el diputado delincuente y criminal", en relación a Alberto Rodríguez, condenado a un mes y 15 días de cárcel por agredir a un policía pese a no quedar probado. La acción se atajó con una nueva llamada de atención por parte de Batet: "Tengo que pedirle que se dirija a los miembros de esta cámara con el debido respeto y decoro que toda la cámara requiere", remachó.
Lo cierto es que, en el marco del duelo de reproches e insultos que protagoniza estas liturgias parlamentarias de cada miércoles, esta "diputada togada" de Vox, como así se autodefine en alusión a su profesión como abogada del Estado, hace lo propio en sus preguntas a la vicepresidenta segunda. Este comportamiento llegó a su cenit en la última sesión de control de 2021, cuando llamó "fea" a Yolanda Díaz y "perros rabiosos" a los sindicatos.
Otras acciones sin respuesta contundente
Estos y otros exabruptos, que no se consiguen reducir a pesar de que Batet ha mantenido varias reuniones con el portavoz ultra, Iván Espinosa de los Monteros, para pedir a su grupo respeto y decoro parlamentario en la sede de la soberanía, se conjugan con otras acciones que tampoco conllevan una respuesta contundente por parte de la Mesa del Congreso.
Ejemplo de ello fue el boicot de Vox a un acto organizado por Unidas Podemos en una de las salas de la Cámara Baja para denunciar la condena de seis jóvenes en Zaragoza por atentado a la autoridad tras asistir en 2019 a una manifestación contra un mitin de Vox. Durante su desarrollo, mientras participaban portavoces de grupos de izquierdas, dos parlamentarios de la formación ultra, Manuel Mariscal y Luis Gestoso, dejaron un altavoz en uno de los asientos y lo hicieron sonar con el himno de la Policía y la Guardia Civil. Ante la petición del grupo morado de suspender a los dos parlamentarios al amparo del artículo 106 del Reglamento, Batet optó por realizar una reprobación general de los hechos.
Más recientemente, el diputado y secretario general del partido, Javier Ortega Smith, causó revuelo en el hemiciclo al sacar durante una interpelación al ministro del Interior dos garfios de hierro con punta afilada. Ana Pastor, que ocupaba la Presidencia de la Cámara Baja, solo se limitó a señalar que esa herramienta, que sorteó el control policial del Congreso (los diputados no están obligados a identificarse en los accesos a dicha institución), no tenía cabida en la "casa de la palabra".
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