Madrid
La cuestionada gestión en la reciente crisis con Marruecos, que se materializó en la permisividad de ese país para dejar entrar a Ceuta a miles de migrantes en mayo pasado, incluidos menores no acompañados, puso a Arancha González Laya en el disparadero. Con el diálogo roto con Rabat desde entonces, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha cesado a la ministra para replantear la estrategia y arreglar el problema.
Si bien las desavenencias con el vecino del sur han sido frecuentes, no se había llegado a tal extremo en años recientes: el Gobierno de Rabat ha retirado a su embajadora en Madrid, Karima Benyaich, y se niega a retomar el diálogo. Desde el Palacio de Santa Cruz se apunta a una "falta de capacidad" para gestionar esta crisis de gran envergadura y eso ha tenido peso en la decisión de nombrar a Juan Manuel Albares.
"Hay que reconducir la relación con Marruecos, sea como sea, y cuanto antes", aseguran a Público fuentes diplomáticas, y no solo porque se trate de la frontera más porosa e importante de nuestro país, o de que sea un socio clave en términos políticos y económicos, sino porque "hay presión de Europa para que se solucione" este espinoso asunto. Es importante resaltar que buena parte de los marroquíes que cruzan el Estrecho tienen como destino final otros países europeos.
Marruecos reconoce que "no hay relación" con España desde que se acogió en un hospital de Logroño al líder del Frente Polisario, Brahim Gali, aquejado de covid y otras dolencias. El dirigente saharaui llegó a España de incógnito a petición de Argelia y regresó a ese país tras el fuego de la polémica, lo que dio lugar a que Marruecos alentara a sus propios jóvenes a tirarse al mar o cruzar la frontera, con todos los riesgos que conllevaba, para provocar el conflicto diplomático. Nadie dudó en calificar esos hechos de "chantaje" y desde el Gobierno no ha habido forma de encauzar la crisis.
Sánchez ha depositado ahora su confianza en Albares al nombrarlo jefe de la diplomacia en sustitución de González Laya. Al nuevo ministro le avalan varios hechos importantes: es muy cercano al presidente, ya le acompañó a los inicios de su Gobierno como secretario general de Asuntos Internacionales –le llaman 'el sherpa del presidente'–; anteriormente fue director general para África y trabajó en la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID).
Pero lo más importante que tiene Albares a su favor (y eso lo sabe muy bien Sánchez) es que mantiene una estrecha relación con El Eliseo, viene de ser embajador en París y cuenta con contactos al más alto nivel en París. En la sede de la Cancillería creen que eso va a ayudar a resolver la crisis con Marruecos, pues Francia es aliado de primer orden del reino alauí. Precisamente esta semana el ministro francés de Exteriores, Yves Le Drian, dijo en Madrid que el Gobierno de Emmanuel Macron no está para mediar entre España y Marruecos, pero expresó su confianza en que se llegaría a un "diálogo positivo". Fueron palabras medidas y llenas de diplomacia, pero en Santa Cruz lo tienen claro: "El papel de Francia es fundamental".
El primer paso era quitarse del medio a González Laya, el siguiente es que Albares entre a la acción para contentar a todos y salvar, metafóricamente, la 'operación del estrecho'. El escollo lo encontrará en Argelia, el vecino díscolo de Marruecos, su competidor regional en términos de control del Sahel y de poderío en el Magreb, donde además están acogidos los saharauis refugiados, el cuartel general del Frente Polisario, que tanto daño causan a Rabat en su aspiración a ser el legítimo dueño del Sáhara Occidental. Argelia, por otro lado, es también un socio estratégico de España, al ser un gran distribuidor de gas a nuestro país.
"Se descuenta que uno de los primeros viajes de Albares será a Marruecos, y luego a Argelia". Con esta frase de una fuente diplomática se aclaran esos primeros pasos que debe dar el recién elegido, quien está considerado dentro del Ministerio como un diplomático hábil para torear la compleja situación: "Albares es hábil, puede haber un arreglo con Marruecos pronto".
Las otras tareas de Albares
Pero Albares tiene otro reto de primer orden, lo que desde el Ministerio de Exteriores califican de "dolor de cabeza": la migración, la situación en el Sahel, contando con que esa problemática se coordina y gestiona desde distintas carteras: Justicia, Interior, Migraciones y Exteriores. Su experiencia africana le servirá para las complejas tareas que se plantean en países de origen, de tránsito y destino final.
En cuanto a Europa, el nuevo jefe de la diplomacia tiene por delante el reparto de los fondos europeos para la reconstrucción y, sobre todo, tendrá que combatir, junto a otros países, el avance del populismo y de la extrema derecha, así como los recortes en materia de libertades y la expansión de la homofobia, algunas de las banderas del Gobierno que lidera Pedro Sánchez. La presidencia eslovenia de la UE, que ahora echa a andar, es un desafío, pues su primer ministro, el populista, xenófobo y negacionista Janez Janza, también amigo de Viktor Orban y Donald Trump, despierta preocupación en la Europa progresista y democrática. Serán seis meses difíciles hasta que tome el testigo Francia, pero eso ocurrirá en enero de 2022.
Si su conocimiento de África y Europa le avalan para afrontar estos retos, más dudas despierta cómo estructurará las relaciones con Latinoamérica, pues Albares no tiene probada experiencia en esa zona del mundo, donde están los socios históricos de España, una región afectada por el enorme impacto de la pandemia, con un gran retroceso socio-económico y una polarización marcada por la protesta social frente al endurecimiento de las derechas.
Su primer encuentro con Latinoamérica debería producirse el próximo 28 de julio, cuando tomará posesión Pedro Castillo, siempre que sea proclamado la semana entrante como ganador de las elecciones del 6 de junio. La investidura de Castillo tendrá lugar en la misma fecha en la que Perú celebrará el bicentenario de su independencia, es decir, el fin del virreinato español, un acto que estará cargado de simbolismo porque tras 200 años de república muchos creen que los problemas siguen siendo los mismos.
En lo que sí va a poner el foco Albares va a ser en Estados Unidos y su principal objetivo va a ser conseguir el esperado encuentro entre Joe Biden y Pedro Sánchez, pero de verdad, no como el fiasco que se produjo en Bruselas el 14 de mayo, cuando ambos conversaron menos de un minuto. Fuentes diplomáticas explican a Público que los cauces para llevar a cabo esa cita cambiarán con el nuevo ministro, y en esta misión está puesta toda la confianza tras los pocos frutos logrados por González Laya. "Se busca una relación real, tangible, de más presencia, en términos de defensa, comercio, aranceles... Además hay valores y principios que compartimos los dos gobiernos", agregan las fuentes.
Los diplomáticos quieren un "jefe de la casa"
Los hechos expuestos avalan la decisión tomada por Sánchez en materia de política exterior. Del perfil técnico de González Laya, especialista en comercio internacional y con larga trayectoria en organismos internacionales, se ha vuelto al perfil clásico que gusta al interior del Palacio de Santa Cruz y de las embajadas, instituciones conservadoras donde las haya y que llevan a gala el refrán "lo bien hecho, bien parece". El cuerpo diplomático aprecia que los jefes sean "gente de la casa", es decir, de carrera.
Pero con González Laya las cosas no fueron bien. Un embajador veterano lo expresa así: "Hay que dar un impulso y mejorar el ambiente interno de la 'casa', no se ha hecho una buena política interna, el ministerio de la diplomacia tiene que volver a la diplomacia".
¿Qué ha ocurrido en el Palacio de Santa Cruz para que haya tanto descontento? Hay varias respuestas y todas apuntan a que ha habido errores. "En este ministerio no se pueden hacer las cosas al margen, sin contar con los diplomáticos, con las redes de apoyo y las embajadas, la ministra terminó trabajando bastante sola, con un grupo muy reducido de personas de confianza", destacan las fuentes consultadas por Público.
González Laya, con muchos años de experiencia en instituciones internacionales, se presentó como jefa del ministerio con ese aval, pero "escuchaba poco y llevó a cabo una gestión personalista", le reclama el cuerpo diplomático, que sabe muy bien que los asuntos de trascendencia se gestionan con embajadores y notas verbales, con diplomacia y empatía.
Otro asunto espinoso es la tardanza en tomar decisiones sobre nombramientos y traslados de diplomáticos. En este momento hay 30 plazas sin cubrir, es decir, funcionarios esperando destino, y hasta hace unos días eran 32 porque se acaban de decidir sólo dos casos. Este hecho ha generado un gran malestar, a lo que se ha sumado una gestión muy criticada en el proceso de vacunación. "La ministra dijo que los diplomáticos se vacunarían cuando les tocara, por edad" y ha dejado a servidores de Exteriores sin inmunización durante mucho tiempo, cuando los de Defensa o Interior –desplazados en las mismas embajadas– sí recibían el antídoto gracias a la presión ejercida a Sanidad por parte de los titulares de esas carteras, detallan las fuentes. Varios diplomáticos han coincidido en señalar que el retraso de los traslados a los nuevos destinos y las vacunas han sido "la gota que colmó el vaso".
Por ese motivo, en Exteriores, no van a echar de menos a González Laya. Recuerdan a Público que su caso trae a la memoria el periodo de Mariano Rajoy, al explicar que José Manuel García-Margallo, con un perfil parecido, no tenía empatía con el cuerpo diplomático, hacía y deshacía a su aire; tuvo que llegar Alfonso María Dastis, como ahora Albares, para que todo volviera a su sitio.
En el Palacio de Santa Cruz lo mejor es tener jefes de la 'casa'. Sólo falta que los puentes que quiere recomponer Pedro Sánchez con Albares al frente de la diplomacia no incomoden a sus socios de gobierno: Unidas Podemos. Y estamos hablando de Marruecos...
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