madrid
Actualizado:En el Hotel Regina de Múnich estaba todo preparado para el encuentro. Unas puertas correderas dividían en dos uno de sus grandes salones. A un lado, los opositores al franquismo que permanecían en España, próximos a la monarquía; al otro, aquellos que resistían en el exilio, ligados a la república. Dos resistencias distintas que, desde entonces, quedaron hermanadas como nunca antes. Aquel 5 de junio de 1962 fue la primera ocasión en la que coincidieron todos ellos, en el marco de la celebración del IV Congreso General del Movimiento Europeísta Internacional. El régimen dictatorial no tardó en acusar a los participantes de traidores, a quienes confinó en las Islas Canarias u obligó a exiliarse durante un año. Esta es la historia del Contubernio de Múnich, lo que para muchos es el principio del fin de la dictadura.
Carlos Bru es de las pocas personas que aún quedan con vida y que participaron en el encuentro. Ahora, cuando se cumplen seis décadas de aquello, recuerda que por aquel entonces era notario en un pueblo próximo a la capital. "Nosotros éramos conscientes no solo de la necesaria democracia, sino que sin ella jamás entraríamos en Europa", comienza a explicar. Por aquel tiempo, Franco ya había dejado de lado su discurso sobre las "decadentes democracias europeas" debido al turismo y la migración. De hecho, a inicios de ese mismo 1962, el ministro franquista Fernando María Castiella había pedido la entrada de España en lo que luego sería la Unión Europea: desde el organismo supranacional ni le contestaron.
Bru y sus colegas consideraban que había que aprovechar la incipiente evolución del régimen hacia teorías más aperturistas
Aquel joven notario de la periferia fue uno de los cuatro representantes que firmaron una declaración que contrastaba en gran medida con las ideas de los exiliados. Estos últimos pensaban que solo una caída inmediata y abrupta del régimen franquista posibilitaría el ingreso en Europa. Bru y sus colegas, por su parte, consideraban que había que aprovechar la incipiente evolución del régimen hacia teorías más aperturistas para conseguir dicho ingreso.
Sea como fuere, un total de 118 representantes de la oposición al régimen franquista llegaron a Múnich para hablar del futuro de España. Pareciera que el primer gran escollo a sortear, más allá de crear un clima relajado entre aquellos que hacía tiempo podían haber llegado a formar parte del bando sublevado y los que se habían tenido que exiliar, era precisamente el tema a debatir: el futuro de España. "Poco hablaron sobre si debería haber una república o una monarquía. Dijeron que eso lo decidirían los españoles en cuanto pudieran votar libremente", afirma Francisco Aldecoa, presidente del Consejo Federal Español del Movimiento Europeo desde 2019 y editor de El Contubernio de Múnich sesenta años después. Europa, un lugar de encuentro entre los españoles (Catarata, 2022).
Todos a favor de la libertad
La declaración que firmaron tanto Bru y sus compañeros del interior, 80 en total, y los exiliados, otros 38, reflejaba la necesidad de cumplimiento de los mínimos requisitos marcados desde Europa para poder entrar en la organización. Esto es: libertad de expresión, sindical y asociación, y elecciones periódicas que posibiliten un respaldo a un parlamente representativo y, por tanto, con partidos políticos, entre otras cuestiones. "Los exiliados aquí añadieron un matiz muy importante sobre el reconocimiento de las comunidades naturales, hoy comunidades autónomas", refleja Bru, que terminaría en las filas del PSOE tras militar en varios partidos clandestinos durante la dictadura.
En torno a unas 2.000 personas aplaudieron, en pie, la declaración tras ratificarse en el ya mencionado Congreso. "Salvador de Madariaga, representando a los exiliados, y José María Gil Robles, a los del interior, tomaron la palabra", recuerda el mismo Bru. "Allí se entrevistaron figuras de primera magnitud, justo en el momento en el que Europa empezaba a allanar el camino a la elección directa de un parlamento europeo, algo que no llegaría hasta 1979", reflexiona Aldecoa, quien explica que aquel encuentro se movió entre dos aguas: "Son situaciones intermedias donde los temas más gordos no se tratan o atenúan. Parecían irreconciliables las posiciones sobre monarquía o república, pero de eso no hablaron, ya lo decidirían los propios españoles".
En España, donde se hablaba de traidores a la patria y la paz que con tanto ahínco, fusilamiento y represión Franco había conseguido
Él mismo habla de la reacción que todo ello produjo en España, donde se hablaba de traidores a la patria y la paz que con tanto ahínco, fusilamiento y represión Franco había conseguido para España: "Parecía que eran unos saboteadores y como tal los trataron. A unos les destierran a las Islas Canarios y otros les exilian, como Dionisio Riudruejo [poeta integrante de la generación del 36, responsable de la propaganda del bando sublevado durante la Guerra Civil y voluntario en la División Azul que terminó cercano a posturas socialdemócratas]. Según Aldecoa, que llegaría a ser decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, el encuentro de 1962 sirvió para "crear un lazo imborrable entre unos y otros, que fueron trabajando hasta que llegó la transición".
Solidaridad tras la venganza
La propaganda del régimen, mientras tanto, hacía su trabajo. Manifestaciones masivas de acólitos falangistas llenaban las calles de Madrid mientras la prensa escribía a las órdenes del furibundo dictador. "Franco sí, no a los de Múnich" y "Condena para los antiespañoles de Múnich" eran algunos de los eslóganes que rezaban pancartas callejeras. Por su parte, ABC definía la reunión en la ciudad alemana como "El contubernio de la traición" y Arriba como "Reconciliación de traidores".
Según Aldecoa, los destierros y exilios tuvieron un efecto inverso del deseado, pues consiguieron una solidaridad que cada vez iba en aumento. "Había jueces, abogados, ingenieros, empresarios, arquitectos, sindicalistas... Todos ellos gentes con una gran capacidad de expresión que supieron utilizar muy bien", agrega. Tal fue así, que algunas de sus empresas les siguieron mandando su sueldo mensual a pesar de estar confinados durante un año aproximadamente, incluso más en algún caso.
Bru también vivió todo aquello, aunque de forma atenuada. "De Múnich marché a París con otro compañero a ver Viridiana, así que llegué unos cuatro días después de todo el follón. Nada más llegar a Barajas, nos decían lo que teníamos que hacer: o confinamiento en las Canarias o al exilio", relata el antifranquista. Él, mediante una pequeña artimaña que causó efecto, se libró de cualquier sanción excepto de la retirada del pasaporte durante dos años.
"Nada más llegar a Barajas, nos decían lo que teníamos que hacer: o confinamiento en las Canarias o al exilio", relata el antifranquista
Diferente fue lo que le ocurrió ya en 1970, cuando compartió celda en la Dirección General de Seguridad, actualmente sede de la Comunidad de Madrid en la Puerta del Sol, con Enrique Tierno Galván. "Nos detuvieron a 19 personas, y las reuniones estaban prohibidas a partir de 20. En la noche que pasamos encerrados, el comisario se jactaba de hablar de todos los casos que yo llevaba como notario, así que demostró que tenía el teléfono pinchado. Me obligó a que todas las consultas, a partir de entonces, fueran cara a cara", rememora el militante socialista.
Un gran paso democratizante
Desde su punto de vista, "la antesala de la Constitución española es lo sucedido en Múnich". Su opinión no difiere demasiado de la de Francisca Sauquillo, abogada en ejercicio desde 1966 que cuatro años antes aún estudiaba Derecho en la Universidad Complutense de Madrid. "Nos empezábamos a mover en la facultad porque queríamos democratizarla, ir contra el SEU", enuncia la también fundadora y presidenta de honor del Movimiento por la Paz desde 1984. En aquel momento, empezaban a surgir luchas estudiantiles y obreras, por lo que para Sauquillo lo que ocurrió fue un halo de esperanza: "Mucha gente que citaban que estuvo en Alemania eran figuras relevantes para mí, como Enrique Tierno Galván o Salvador de Madariaga".
A ella solo le llegaba la palabra "contubernio", repetida una y otra vez por la prensa altavoz del franquismo. "El efecto de aquel encuentro no solo se vio en España, sino a nivel internacional. Para mí fue un hito muy importante contra la dictadura que apenas conoce la sociedad", agrega Sauquillo.
Bru, por su parte, no deja pasar la ocasión para mostrar todo su agradecimiento y cariño a los hijos, hijas y familiares de los de Múnich, como él los describe, por todo el sufrimiento que pasaron: "Piensa que a un abogado en ejercicio o empleado en una empresa le mandan a Canarias o al exilio durante un año y las consecuencias que eso tiene para una familia. Resistimos gracias a la solidaridad interna, también del Partido Comunista", apuntilla. Aldecoa, además, lo tiene claro: "60 años después, el Contubernio continúa vivo, y también el Movimiento Europeo, justo ahora que se quiere relanzar el proyecto político común", concluye.
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