València
Actualizado:Era la noche del cuarto domingo de mayo de 2015. Sonrisas, abrazos y felicidad desbordada llenaban la celebración de Compromís a medida que avanzó el escrutinio. La formación valencianista, con Mónica Oltra al frente, pasaba de 6 a 19 diputados, dinamitaba todas las encuestas previas y se situaba como la clave de un nuevo tiempo político en el País Valencià. No en vano, Compromís asumiría semanas después la responsabilidad de un gobierno en coalición con el PSPV-PSOE y con el apoyo parlamentario de Podem, y llegaría a ostentar parcelas tan simbólicas como la alcaldía de la ciudad de València, donde fue la marca más votada de las izquierdas.
Cerca de cuatro años después, la coalición afronta el horizonte electoral con la mochila de una legislatura que, al menos, ha alejado la herencia reputacional dejada por el PP. Ninguno de los cataclismos que profetizaban los altavoces de la derecha y el conservadurismo se ha cumplido: ni se han quemado iglesias ni se ha acabado con las fallas. Lo cierto, sin embargo, es que la acción de gobierno de Compromís como socio minoritario en binomio con el PSPV ha sido especialmente calculada, sin ganas de ofender a nadie y es quizás esta ambigüedad o este electoralismo lo que ha hecho que la coalición no encuentre resentimientos notables en las encuestas.
"No hay rumor de cambio. Las perspectivas electorales en España lo dicen: un gobierno debe cabrear para que la gente lo quiera cambiar; y el gobierno del Botànic no ha cabreado", sostiene Ricard Chulià, secretario de Comunicación de Compromís en Torrent, la ciudad más poblada del área metropolitana de València. Chulià percibe paralelismos entre la coyuntura actual y la situación en 2007 en España, donde la derecha entonces mostraba un enfado monumental pero las capas menos ideologizadas —aquellas que pueden votar cualquier cosa y hacer cambiar un gobierno—no se habían contagiado de esta irritación.
Sólo una variable escaparía de esta ecuación: la agresividad incubada por el nacionalismo español con el procés en Catalunya como trasfondo podría ser marcada de manera explícita sobre la coalición. De hecho, así lo corroboran los discursos del PP y Ciudadanos, que han capitalizado por inercia las furibundas críticas a los exiguos avances logrados en educación y política lingüística, con el objetivo de reavivar el anticatalanismo y intoxicar el viaje de la legislatura. Sin embargo, el alarmismo con que la derecha quiere ganar adeptos no encuentra compatibilidades con la realidad: Compromís ha sido especialmente tibio -y sospechosamente silencioso- ante el pisoteo de la democracia producido al otro lado del Sénia. Las declaraciones de Oltra cuestionando a los presidentes Puigdemont y Torra han sido consideradas como erróneas en algunas familias del proyecto cooperativo.
No sólo Catalunya. También la iniciativa estrella de la legislatura en materia educativa, la del plurilingüismo, ha supuesto desacuerdos y decepciones entre las bases. Las entidades que trabajan por la dignificación del valenciano, entre las que conviven militantes de la coalición, han tachado esta política de insuficiente e incluso regresiva respecto del modelo del PP. Tampoco se han puesto los cimientos para una socialmente demandada ley de igualdad lingüística ni se vislumbra en este tramo final de ciclo legislativo la aprobación del requisito de la capacitación lingüística en la ley de la función pública. A todo ello se suma la adopción sin rodeos, por parte de una buena cosecha de los líderes de la coalición, de los símbolos y la nomenclatura impuestos durante la etapa de la transición en los despachos de Madrid.
La contrapartida a este tacticismo, pues, visibiliza un leve desagrado más interno que entre los votantes. "La gente a la que más hemos defraudado es la más ideologizada desde nuestros valores. Es preocupante internamente porque eso te dificulta tener unos activistas más alentados ", reconoce Chulià.
Coalición de coaliciones
Sin embargo, en su afán de convertirse en una opción política mayoritaria en un País Valencià históricamente fragmentado por la cuestión nacional, Compromís ha mantenido un perfil muy bajo desde su nacimiento con respecto a las apelaciones a los símbolos o la identidad. En su hoja de ruta, efectivamente, se dibuja la convicción de desligarse de las viejas inercias del fusterianismo [por Joan Fuster] y reinventar la estrategia del valencianismo, que pasa por poner en el centro el bienestar del individuo social. Es la fórmula que se tradujo en éxito electoral en 2015, con la complicidad también de un escenario político donde el PP ya no podía combatir la evidencia de su trama delictiva.
Desde su fundación en 2010, la coalición ha transitado por una vía de crecimiento en cuanto a representación institucional. Presente actualmente en Les Corts (19 diputados), el Congreso (4 diputados), el Senado (2 senadores) y el Parlamento Europeo (1 europarlamentario) y con unas ochenta alcaldías en todo el País Valencià, Compromís ha consolidado su sello, antes incluso del fenómeno Podemos, y se ha convertido en un actor político decisivo en una hasta no hace demasiado vida política secuestrada por el bipartidismo.
Compromís es una coalición donde conviven varias familias de la izquierda valenciana. Las tres ramas principales son el Bloc (BLOC), Iniciativa del Poble Valencià (Iniciativa) y VerdsEquo (Verdes). A su vez, cada marca cobija diferentes procedencias, corrientes y sensibilidades, lo que hace de Compromís una coalición de coaliciones.
El BLOC se fundó en 1998 tras la unión de Unitat del Poble Valencià, el Partit Nacionalista Valencià y Nacionalistes d'Alcoi. Compromís ha supuesto el marco desde el cual el nacionalismo valenciano impulsado por el BLOC ha comenzado a recoger frutos, incapaz antes de conseguir representación parlamentaria, entre otros motivos, por la alta barrera electoral del 5% marcada por el sistema electoral valenciano, aunque con una presencia nada despreciable de alcaldías en ciudades medianas del país. Por su parte, Iniciativa nace en 2007 y debe su origen a una escisión de Esquerra Unida del País Valencià (EUPV). Recientemente se ha conocido la irrupción de una corriente interna que pide más protagonismo para las bases. VerdsEquo, la tercera pata, es resultado de las transformaciones del ecologismo en Valencia.
Según datos de la misma formación, el BLOC es la familia mayoritaria y representa el 59% de la militancia de Compromís, seguido de Iniciativa (18%) —de donde proviene el gran activo político de Compromís, la vicepresidenta Mónica Oltra—, verdes (5%), los adheridos (15%) y otros partidos locales (3%). La situación de los adheridos, conocidos como Gent de Compromís, es la más delicada en estos momentos, ya que en reiteradas ocasiones han denunciado el poco peso que se les atribuye, por lo que reclaman el reconocimiento de esta rama en las dinámicas nacionales del proyecto.
Obediencia valenciana
¿Es Compromís un partido nacionalista? ¿Soberanista? ¿Está a favor de la construcción de los Països Catalans? ¿O aboga por el federalismo en el Estado? ¿Es la voz de los valencianos para la defensa de los intereses propios? ¿Es todo ello al mismo tiempo? "Compromís es una coalición de mínimos en la que todos los partidos están de acuerdo en que necesitamos más autogobierno. Y que el autogobierno es un valor positivo. A partir de ahí, no estamos en una coyuntura en que esto pueda ser una fuente de disputa sustantiva entre las fuerzas que componen Compromís", dice Chulià.
Lo que es evidente es que Compromís es, hoy por hoy, la única fuerza no sucursalista que en Valencia goza de representación institucional. Una fuerza de estricta obediencia valenciana que se ha revelado necesaria para delatar las contradicciones del PSPV-PSOE, compañeros de coalición en el gobierno de la Generalitat, muy especialmente desde la llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa. "Era inaudito hasta la fecha; se ha conseguido mucho más de lo que se había conseguido nunca. Ahora bien, aunque seguimos estando muy lejos de lo que podría ser un BNG o una ERC", remarca Chuliá.
No en vano, la presencia de Compromís en la esfera política valenciana no parece que haya servido de incentivo para crear nuevas estructuras que consoliden un marco de partidos de mentalidad valenciana. La tradición sucursalista continúa impregnando las dinámicas políticas valencianas, lejos de la afirmación propia. En el seno de Compromís, esta circunstancia se ha visibilizado en los tira y afloja entre el BLOC e Iniciativa cuando se ha planteado ir a las elecciones de la mano de Podemos. Para algunos militantes de la coalición, esta alianza desdibuja el perfil propio de Compromís y españoliza a la política valenciana.
Hacia el Botànic II
Conservar o ampliar la mayoría de izquierdas en Les Corts, esa es la cuestión de cara a 2019. Y ya se ha empezado a trabajar en el seno de la formación en medio de un clima que, desde el pasado 9 de Octubre (día grande el pueblo valenciano), hace olor de precampaña. El globo sonda sobre un posible adelanto electoral por parte del presidente Ximo Puig que se ha instalado sobre la esfera política valenciana en los últimos meses, la insinuación de los socialistas de considerar la suma con Ciudadanos como una opción para 2019 si la aritmética lo permite y la decisión de los de Puig de no acudir a la manifestación reivindicativa del 9 de Octubre ilustran escenificaciones de baja intensidad en la que el socio mayoritario del gobierno pretende marcar terreno y tomar su espacio ante la próxima contienda electoral.
Compromís, a pesar de las tensiones propias que se dan en todo pacto de gobierno y sabedores de que el efecto Pedro Sánchez ha dado alas al PSPV-PSOE en las encuestas, valora positivamente el conjunto de la legislatura e incide en la importancia de revalidar una mayoría de fuerzas progresistas. "Hoy día estamos abocados a gobernar de forma coalicional, y aquí lo hemos entendido muy rápido. Los acuerdos y las coaliciones no formaban parte de la cultura política valenciana ni española hace poco tiempo. Estábamos acostumbrados a mayorías absolutas que a menudo eran peor porque al final es peor que gobierne una sola familia de un partido que no un partido en coalición", expresa Vicent Martínez, jefe de campaña del BLOC en Valencia.
En la ciudad de València, donde el gobierno está formado por tres fuerzas (Compromís, PSPV y València en Comú), llegan a la misma conclusión. "Hemos roto el mito de que un gobierno tripartito o plural está abocado a peleas e inestabilidad. Tenemos posicionamientos diferentes pero siempre llegamos a puntos intermedios ", razona Amadeu Mezquida, secretario del grupo municipal de los valencianistas en el consistorio y director de la estrategia de la coalición en la capital.
No en vano, a diferencia de lo que ocurre en el País Valencià —donde el margen entre la izquierda y la derecha es más ancho—, en València la diferencia sólo es de un concejal. "Hacer la lectura que la ciudad ya está ganada sería un error. Aquí se confrontan nuevamente dos modelos: el cambio de esta legislatura con Joan Ribó al frente o el modelo anterior de la derecha. Se deberá votar teniendo en cuenta esta dicotomía si se quiere continuar apuntalando el cambio", subraya Mezquida. El peso histórico que Valencia ha ejercido sobre su área metropolitana fija el foco electoral en un ayuntamiento donde el PSPV obtuvo unos resultados nefastos en 2015 pero podría remontar, tal como apuntan algunas encuestas, de la mano de su candidata Sandra Gómez.
Con la maquinaria electoral a punto de estallar, Compromís afronta la posibilidad de repetir como actor clave en la conformación de un gobierno alternativo a la derecha del PP y Ciudadanos. No depende sólo de él y el reto es mayúsculo: la coalición deberá medir los equilibrios entre, por un lado, su tacticismo para seguir rentabilizando un voto plural y, por otro, la fidelidad a sus principios de adhesión a la construcción nacional del País Valencià en que se inspira la parte mayoritaria de la formación. Pero también tiene la deuda pendiente de ganar peso específico en Madrid donde, a pesar de la visibilización de Joan Baldoví —el líder político mejor valorado según el CIS—, todavía no se ha conseguido situar el problema valenciano en la agenda política estatal. Un problema de infrafinanciación e infrainversión que hacen del País Valencià el territorio más maltratado del Estado y que se agrava sin salida a corto plazo.
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