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Aragonès supera el primer semestre de su presidencia con la "geometría variable" a pleno rendimiento

El president de la Generalitat ha conseguido en siete meses cerrar pactos fundamentales con todo el arco parlamentario catalán a excepción de la derecha españolista. Investidura con la CUP, Govern con Junts, presupuestos y destacados proyectos con los comuns y renovación de instituciones clave con el PSC. El reto, es reanimar la mayoría independentista. 

El president del Govern, Pere Aragonès; el conseller d'Economia, Jaume Giró; i la líder dels comuns, Jéssica Albiach, al saló de plens després que el Parlament aprovés els pressupostos.
El president del Govern, Pere Aragonès; el conseller d'Economia, Jaume Giró; i la líder dels comuns, Jéssica Albiach, al saló de plens després que el Parlament aprovés els pressupostos. Bernat Vilaró / ACN

"Aragonès está en el centro del tablero, si juega bien sus cartas, su margen de maniobra es infinito". Así se refería al actual president de la Generalitat un destacado exdirigente de Esquerra Republicana la noche electoral del 14 de febrero, después de que los republicanos empataran con el PSC a 33 escaños, aunque unos miles de votos por detrás de los socialistas.

Quizás, lo de infinito es una exageración, pero no se puede negar que Pere Aragonès ha demostrado su gran capacidad de llegar a acuerdos con actores políticos de la más diversa índole. En solo siete meses de presidencia ha conseguido cerrar acuerdos estratégicos con prácticamente todo el arco parlamentario con excepción del PP, Vox i Cs, es decir la derecha españolista, que por otra parte tienen un peso residual en el Parlament –con 20 diputados en total de los 135 escaños- y no son decisivos en ninguna ecuación.

Unos acuerdos que a más de un analista político le han hecho exclamar que "Aragonès ha venido para quedarse" despejando las incógnitas sobre la fragilidad de su presidencia que comenzó con prontas turbulencias provocadas por tensiones con sus socios tanto de Govern como parlamentarios, es decir Junts y la CUP. Aragonès encara pues el 2022 con la geometría variable a pleno rendimiento. Inició su singladura como primer president de la Generalitat de ERC desde la II República con un primer pacto, el de investidura, con la CUP.

Le siguió un segundo con Junts para formar Govern. Las discrepancias entre independentistas llevaron a Aragonès a aprobar los presupuestos a las puertas de la Navidad con En Comú Podem. E incluso con el principal partido de la oposición, el PSC, se ha conseguido el acuerdo para desbloquear organismos e instituciones fundamentales del autogobierno catalán. En la capacidad negociadora de ERC se podría incluso sumar un quinto acuerdo fuera del Parlament, como sería el establecido con el Gobierno del PSOE y UP para los presupuestos o para la incorporación del catalán a las plataformas audiovisuales.

Algunos de los pactos se hicieron sin dilación como el de la CUP. Otros se hicieron esperar y se solventaron in extremis como el de Govern con Junts. Incluso se han producido cambios de pareja en el último momento como el acuerdo de presupuestos con los comuns a pocas horas de la tramitación después de fracasar una larga negociación con los cupaires. En todos los casos, Aragonès ha conseguido salir adelante manteniendo las características que indicábamos en su perfil como president hace siete meses: "Tenacidad y templanza, o lo que es lo mismo, nervios de acero".

Todo ello no quiere decir que los pactos con unos no compliquen los pactos con otros y viceversa, incluso generen duras críticas de sectores radicales independentistas que acusan ERC de abandonar el bloque del independentismo con la geometría variable, lo cual niegan tajantemente desde Esquerra asegurando que "sacar adelante proyectos importantes para el país con fuerzas no independentistas no quiere decir que hayamos renunciado un ápice a nuestro objetivo de conseguir la independencia para Catalunya". Unos efectos secundarios que -según explican fuentes próximas al president- Aragonès quiere neutralizar revitalizando la mayoría independentista por medio de estabilizar la relación con los socios de Junts y recuperar el entendimiento con la CUP.

Reconciliación con la CUP, la prioridad actual

El acuerdo con la CUP para la investidura de Pere Aragonès como 132º president de la Generalitat fue el primero y más rápido que cerraron los negociadores de Esquerra inmediatamente después de las elecciones del 14 de febrero, pero también el que más ruido ha comportado. Dirigentes de la CUP enseñaron las uñas inmediatamente después de la investidura cuando Aragonès aún no había ni tomado posesión del cargo participando en una protesta contra un desahucio en Barcelona y con duras críticas al Govern. La sede nacional de Esquerra fue incluso ocupada por Arran, las juventudes de los anticapitalistas. En un ambiente cada vez más enrarecido, el distanciamiento llegó a su punto culminante con la decisión de la CUP de votar en contra de los presupuestos de la Generalitat, los cuales finalmente salieron adelante con el apoyo de En Comú Podem.

A pesar de ello, Esquerra nunca ha querido dar por rotas las relaciones con la CUP con el objetivo, aseguran desde la dirección de los republicanos, "de preservar la mayoría independentista", que consideran imprescindible para afrontar "el reto de conseguir forzar al Estado para poder ejercer el derecho a la autodeterminación y acabar con la represión".

Así pues, Esquerra ha iniciado la aproximación a la CUP para rehacer la maltrecha relación tal como ya avanzó Público que haría. El encargado de dirigir este cometido es el portavoz parlamentario Josep Maria Jové, que goza de buena relación con los parlamentarios cupaires. Jové tiene pedigrí entre los anticapitalistas por ser detenido en su día y estar encausado hoy mismo por el referéndum del 1 de Octubre de 2017. Se le considera uno de los negociadores de Esquerra –estuvo también en las negociaciones para formar Govern y en la primera ronda de la mesa de diálogo con el Gobierno de Pedro Sánchez-. Y tiene fama de tener ADN independentista y de izquierdas incuestionable, con lo cual conecta bien con los anticapitalistas.

Jové defiende la alianza con la CUP a capa y espada, a pesar del revés que supuso el no a los presupuestos. Y lo hace incluso entre los sectores críticos del entorno republicano molestos por la posición de la CUP que definen de "infantilismo político y poco leal". "Para avanzar (y ganar), las aportaciones, acentos, críticas, propuestas y matices de la CUP son necesarios. Irrenunciables. Imprescindibles", asegura Jové.

Lo cierto es que el posicionamiento favorable de Esquerra al proyecto Hard Rock Café –un macrocentro de ocio próximo a Port Aventura- y a los Juegos de Invierno de 2030, o la negociación con el Gobierno español han tensado la cuerda estos meses entre Esquerra y la CUP. Pero más allá de la controversia y los reproches entre los dos partidos de la izquierda independentista respecto a si el acuerdo de investidura se ha cumplido o no, Aragonès ha dado órdenes de recuperar la sintonía: "Mi voluntad es que los compromisos programáticos que adquirí con la CUP en la investidura se apliquen. Establecimos un margen de dos años para la aplicación de todos estos compromisos sectoriales y para avanzar en el proceso de negociación", aseguraba en una reciente entrevista para la agencia Efe.

Eso sí, advierte que la cuestión de confianza en el Parlament que contiene el acuerdo de investidura "no tiene mucho sentido" después del rechazo a los presupuestos. "La confianza hay que recuperarla ahora de inmediato y no dentro de año y medio", asegura el president.

Una estrategia de reagrupamiento independentista que no queda claro si se consolidará, pero que ya ha abierto alguna brecha en la CUP con discrepancias de la propia cabeza de lista parlamentaria, Dolors Sabater, que no comparte la posición actual de acoso y derribo al Govern de la formación anticapitalista. "Lo que hay que desestabilizar es el Gobierno del Estado" asegura, abogando por recuperar para la CUP el papel que ahora ocupan los comuns para poder condicionar la acción del Govern.

El Govern y Junts, a pesar de todo, la nave va

El acuerdo de Govern se hizo esperar hasta el límite de la repetición electoral que se evitó después de que Pere Aragonès y el secretario general de Junts, Jordi Sànchez, se encerraran en una masía todo un fin de semana de donde salió el pacto in extremis. La relación entre ERC y Junts ya venía tensionada de la anterior legislatura bajo presidencia de Quim Torra. Y las tensiones se han mantenido con Aragonès en el Palau de la Generalitat. Pero lo cierto es que el republicano ha conseguido blindar el Consell Executiu de las turbulencias.

Es cierto que ha habido topadas diversas, pero habitualmente con la dirección del partido que preside Carles Puigdemont o entre los grupos parlamentarios. Las tensiones llegaron a su punto álgido con el rechazo de la delegación propuesta por Junts para la mesa de negociación sobre el conflicto político con el Gobierno español. La maniobra de incluir en ella a dirigentes expresos que no forman parte del Govern forzó el puñetazo sobre la mesa de Aragonès, a pesar de ser un político nada dado a los golpes de autoridad. Ninguna de ellas ha supuesto un enfrentamiento público entre consellers y conselleras o con el president, como sí pasaba en la anterior legislatura. Se podría decir que como apunta el dicho, a pesar de todo, la nave va.

Las fuentes del Consell Executiu consultadas hablan de un trabajo coordinado y que la cordialidad supera las inherentes rivalidades que, a pesar de no desaparecer, se mantienen en un perfil bajo. Aragonès mantiene una relación cordial con el vicepresident Jordi Puigneró y una gran sintonía con miembros estratégicos del Govern por parte de Junts, como el conseller de Economia, Jaume Giró.

En general, desde los dos partidos se da por bueno el desarrollo del acuerdo de Govern con la única crítica por parte de Junts respecto a la aprobación de los presupuestos con los comuns. Una crítica que se escenificó duramente en el Parlament, pero en la cual una vez más no entró ningún miembro del Govern y que quedó neutralizada por el hecho de que los presupuestos corresponden a Giró, que no deja de ser un conseller de Junts.

Los comuns, los nuevos socios 

La imposibilidad de aprobar los presupuestos con la CUP abrió lo que algunos en Esquerra llaman "necesidad" y otros "oportunidad" de incluir a En Comú Podem en la ecuación gubernamental. Además, las reticencias de Junts a llegar a acuerdos con los comuns obligó a Aragonès a liderar personalmente las negociaciones, que llegaron a incluir la contrapartida de retirar el voto negativo de ERC a los presupuestos de Ada Colau en el Ayuntamiento de Barcelona. No sin tensiones internas en el partido.

En Esquerra señalan que para los republicanos el acuerdo con En Comú Podem no es nada extemporáneo: "Nos presentamos a les elecciones con una propuesta de Gobierno amplio, un cuadripartito de las fuerzas autodeterministas –ERC, Junts, En Comú Podem y CUP-, y así los explicitamos a posteriori", aseguran fuentes de la dirección. "Los vetos interpuestos entre algunos impidieron un Govern de gran calado para afrontar los grandes retos que tenemos social y nacionalmente, pero ya advertimos de que eso no sería un impedimento para trasladar esta fórmula a nivel parlamentario. Y eso es lo que planteamos".

Por su parte, En Comú Podem justifica el acuerdo por la necesidad de aprobar unos presupuestos expansivos que ayuden a una recuperación económica y justa socialmente del país, en palabras de su líder parlamentaria, Jéssica Albiach. Pero lo cierto es que ahora mismo la alianza de los comuns con Aragonès –así lo expresa Albiach para referir-se al acuerdo con el Govern- va más allá y ya incluye proyectos estratégicos como el plan de energías renovables aprobado con su concurso y que los republicanos consideran un tema central. Y probablemente no será el último de los acuerdos que suscriban.

El PSC también opera, pero con límites

El cuarto acuerdo importante que ha cerrado la presidencia de Aragonès ha sido el de la renovación de los principales organismos e instituciones del autogobierno catalán con la participación del PSC y de Junts, además de ERC. Entre ellos hablamos del Síndic de Greuges (el Defensor del Pueblo catalán) o el Consejo de Administración de la todopoderosa Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals que dirige TV3 y Catalunya Ràdio, entre otros. Si bien es cierto que en este caso los socialistas eran imprescindibles porque la renovación requiere de la mayoría cualificada de dos tercios del Parlament, el acuerdo es sumamente importante dado el bloqueo existente que había provocado que los cargos llevaran años caducados y de forma interina con la consecuente degradación de los entes.

Esquerra continúa cerrada a acuerdos que se puedan visualizar, como una alianza con los socialistas, porque los consideran su principal adversario electoral. Y por la imagen de renuncia al bloque independentista que eso podría dar volviendo a un desprestigiado tripartito como el de Pasqual Maragall o José Montilla, lo que podría suponer un castigo electoral para Esquerra. Es por ello que Aragonès cerró desde el primer momento cualquier posibilidad de aceptar las insistentes ofertas del jefe de filas socialista, Salvador Illa, para aprobar los presupuestos.

ERC no está dispuesta a incorporar al PSC a su tablero de juego principal de relación política. Exige a los socialistas que dé pasos al frente en el reconocimiento del derecho a la autodeterminación de Catalunya y la amnistía para los independentistas procesados. Pero sabe que puede contar con ellos. Aún más cuando el PSC se ve condicionado por el imprescindible apoyo que el Gobierno del PSOE y UP necesita de los republicanos.

En todo caso, el acuerdo de las instituciones después de años de bloqueo y las ofertas socialistas es un claro indicativo de que la geometría variable con que cuenta Aragonès siete meses después de su investidura es amplia, desde los límites de la CUP a los confines del PSC, y funciona a toda máquina. Un escenario que, a pesar de las complicaciones y nervios que provoca por lo impredecible de las votaciones, en el Parlament desde la dirección de Esquerra se califica de "óptimo".

"Siempre es mejor tener una mayoría parlamentaria estable y en eso trabajamos, pero el Govern ha sacado adelante todos sus proyectos hasta ahora y hacerlo con fuerzas diferentes es un signo de centralidad y pluralidad que son cualidades que casan bien con nuestros valores republicanos", concluyen.

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