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Las hermanas María Cruz y María Victoria García Hernández tenían 28 y 22 años en el verano de 1936. Vivían en el pequeño pueblo de Pozal de Gallinas (Valladolid) y se ganaban la vida como modistas. Fueron detenidas y ejecutadas extrajudicialmente por un grupo de falangistas en el mes de agosto del propio 1936. 84 años después de su asesinato no se conserva prácticamente nada de ellas. No hay fotos que permitan visualizar su rostro o una carta para adentrarnos en su pensamiento. Solo queda el recuerdo de una historia que se ha transmitido entre los miembros de la familia con más miedos que datos y un único objeto: un metro de medir. El mismo metro que las hermanas utilizaban en su trabajo como modistas y que utilizaban mientras ejecutaban su último encargo: una bandera oficial de España, o lo que era lo mismo: una bandera tricolor. El trabajo no fue finalizado. Un grupo de falangistas las sacó de su casa un 15 de agosto y en apenas unos días fueron fusiladas y hechas desaparecer.
Eusebio García guarda hoy el metro de las dos hermanas. Es el único objeto que permite recordar a sus dos tías, hermanas de su padre, también llamado Eusebio. La trágica historia de su familia le llegó por cuentagotas, con más silencios que datos. Y es que las hermanas no fueron los únicos miembros de la familia Garcia Hernández que fueron represaliados. Antes, un hermano fue ejecutado cuando pretendía huir en tren de la provincia de Valladolid. Es el caso de Bernardo García Hernández. Otros hermanos y el propio padre sufrieron condenas a prisión e incluso sufrieron las pésimas condiciones de la Isla de San Simón y del Fuerte de San Cristóbal, donde estaban recluidos el día que se intentó la fuga de presos más grande de la historia moderna de Europa. El padre de Eusebio fue el único de los hermanos que se salvó de la represión. "Mi padre nunca nos contó nada. Nunca. Fue mi madre la que nos contó algunos detalles, como, por ejemplo, que mi abuela siguió gritando durante años de dolor mientras dormía por las noches", explica Eusebio.
La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Valladolid acaba de localizar en el interior de un pozo cerca de Medina del Campo, a 31 metros de profundidad, restos humanos que podrían pertenecer a las dos hermanas. Su presidente Julio del Olmo explica a Público que hay motivos para ser optimistas y pensar que podrían ser los restos de las dos hermanas, aunque los detalles pueden resultar escabrosos. Por un lado, ha aparecido un cráneo que conserva perfectamente la cabellera en forma de moño, el peinado que utilizaba, según fuentes orales, una de las hermanas. Por otro, también han aparecido en el pozo los restos de un varón cuyos huesos muestran que todavía estaba en edad de crecimiento y, por lo tanto, podrían pertenecer a Feliciano Pérez Alma, un agricultor que en el verano de 1936 tenía 18 años y que también fue paseado junto a las modistas y junto a su propio padre, Francisco Pérez López, también agricultor, que fue detenido cuando trató de evitar que los falangistas se llevaran a su hijo para ya sabemos qué.
La nieta de Francisco y sobrina de Feliciano, Andrea Pérez Benito, explica a Público las razones que tenían los falangistas para querer matar a sus familiares: "Mi tío cantaba en lo que era la Casa del Pueblo o por las calles. Era un joven alegre que le gustaba cantar y algunas de esas canciones celebraban la victoria de los republicanos en las elecciones de febrero de 1936. De hecho, según nos contaron, el propio 18 de julio de 1936 los falangistas ya fueron a por mi tío, que intentó huir y marchar al frente. Mi abuelo no le dejó, porque no había hecho nada y no tenía motivos para huir, pero el 15 de agosto vinieron a por él. Mi abuelo salió a defenderle y parece que incluso le dio un mordisco a uno de los falangistas de Olmedo (Valladolid). Se llevaron a los dos y los hicieron desaparecer", explica Andrea.
La mujer guarda una foto de su abuelo con sumo cariño. Nunca pudo conocerlo. Su padre, de hecho, solo tenía 11 años cuando sucedieron los hechos, pero la imagen de Francisco Pérez está presente en un lugar especial de la casa de Andrea, que explica con pena que no tiene ninguna foto de Feliciano, el joven de 18 años. Andrea inició las gestiones para poder recuperar sus cuerpos hace más de 15 años cuando acudió a la ARMH de Valladolid.
Ella había escuchado siempre que sus familiares acabaron "en un pozo", pero no sabía a qué pozo se hacía referencia. Ahora la ARMH de Valladolid parece haber dado con la respuesta. "Sólo queremos cerrar nuestras heridas. Durante años hemos visto los nombres de los caídos por Dios y por España en cada pueblo y en cada iglesia. Y yo me preguntaba: ¿qué pasa con los miles de desaparecidos? Queremos que se les recuerde, que se les pueda honrar y dignificar el lugar donde sus restos descansarán", prosigue Andrea.
Los cuatro fusilados de Pozal de Gallinas, sin embargo, no estarían solos en este pozo convertido en fosa por los falangistas. Simplemente, según los datos que maneja el presidente de la Asociación Julio del Olmo, serían los cuatro últimos cuerpos que fueron lanzados al pozo en cuestión. Tras ellos, los falangistas lanzaron kilos y kilos de escombro e incluso restos de animales muertos que trataban de enmascarar el terrible olor que salía del pozo y que permitía descubrir el lugar donde los falangistas habían arrojado los cuerpos. Pero antes que a ellos, y por tanto a más profundidad en el pozo, estarían los cuerpos de otras víctimas de las sacas falangistas en los primeros días de Guerra Civil tras el golpe de Estado del 18 de julio.
"Los echaron a este pozo para que nunca los encontraran, pero lo hemos conseguido", zanja Julio Del Olmo
"Creemos que en esta poza están las dos hermanas y el hombre y el hijo de Pozal de Gallinas; otros cinco hombres de Rodilana y otros cinco de Gomeznarro. Eso serían 14 personas. Sin embargo, también hay relatos que sitúan aquí un número indeterminado de víctimas procedentes de Rueda, que podrían ser siete u ocho hombres más otro número indeterminado de personas procedentes de Medina del Campo", explica Julio del Olmo. Según sus cálculos, y siempre utilizando el condicional, podría haber en esta fosa alrededor de 40 víctimas de la represión franquista.
La labor de localización de este pozo y su apertura ha sido titánica. El lugar estaba completamente cerrado con escombros, restos de animales como cabezas de oveja, de vaca, patas... y kilos y kilos de tierra. Todo se había pensado para que los desaparecidos no aparecieran jamás. Pero la ARMH de Valladolid consiguió localizar la ubicación del pozo a través de imágenes aéreas tomadas en 1941 y otra tomada en 1956 por un avión norteamericano. Tras tres meses de trabajo comenzaron a aparecer los restos humanos.
Ahora, la asociación memorialista vallisoletana explica que esperarán a la llegada de la primavera para proseguir con los trabajos cuando hayan recibido una nueva subvención de la Junta de Castilla y León que permita financiar los trabajos y cuando el tiempo permita trabajar en mejores condiciones que las actuales. Las familias contactadas por este diario esperan, de momento, con una calma tensa. Hay razones para creer que los suyos están en ese inhóspito lugar. Pero solo es el principio del camino. Todavía queda la exhumación, la búsqueda del resto de cuerpos y, por último, realizar las pruebas de ADN que puedan confirmar la identidad de las víctimas.
"Nos esperan unos trabajos por delante muy complicados. Ahí abajo no puedes estar de pie ni sentado. Son condiciones de trabajo muy duras. Pero lo importante es que los hemos encontrado. Hay hasta cuatro zapatos diferentes en apenas un metro cuadrado. Los echaron a este pozo para que nunca los encontraran, pero lo hemos conseguido", zanja Julio Del Olmo.
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