'Ahora nos vamos pero no importa porque volveremos en cualquier momento'. Así se despedía el movimiento 15-M hace dos años de la acampada en la Puerta del Sol, cuando decidieron trasladarse a los barrios y pueblos. Y en mayo de 2013, en su segundo aniversario, regresa una vez más a las plazas. Mucho ha llovido en ellas desde entonces, el movimiento ha mutado y ha dado a luz todo un abanico de nuevas movilizaciones contra la gestión de la crisis económica y los recortes del PP. Dos años después, ¿dónde está el 15-M? Y lo que es más importante, ¿hacia dónde camina?
El movimiento que recibió el nombre de 15-M no es un sujeto al que pueda considerarse único y delimitado, como un partido político o una asociación. En las páginas de este diario Amador Fernández-Savater lo definió como algo que 'no sólo es una estructura organizativa, sino sobre todo un nuevo clima social'. Y muy parecido lo explicaba el activista Pablo Padilla recientemente: 'Un estado de ánimo y una forma de organizarse y de entender la política que ha hecho que ya no nos creamos el hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, que cree en un proyecto radical de democracia'.
Todos apuntan en esta dirección. 'El 15-M supuso la apertura de un nuevo marco de discusión sobre la realidad, un punto en donde la gente se pregunta qué tengo yo que decir ante lo que sucede en mi vida y a mi alrededor. Dos años más tarde, observamos como esa semilla echa raíces adoptando muchas y distintas formas', explica Jorge Moruno, sociólogo experto en nuevas formas de trabajo, activista y coautor del libro Les raons dels indignats (Las razones de los indignados). Y añade que hoy 'el 15-M no es un actor en concreto, es más bien una forma de actuar que dispara a la moral dominante, construyendo otra relación entre las palabras que construyen cosas y las cosas que generan palabras: un sentido común a favor de la vida y en contra de la servidumbre financiera'.
'El 15-M es un sentido común a favor de la vida y en contra de la servidumbre financiera'Esta forma de hacer política desde lo social ha dado lugar a infinidad de asambleas, plataformas y protestas concretas durante estos años. De ahí nacieron las coordinadoras de Toma la Huelga para organizar la participación de los movimientos sociales en los paros generales del 29-M y el 14-N. También la Coordinadora 25-S, que ha organizado las movilizaciones frente al Congreso de los Diputados. Y, sin duda, se ha entremezclado, transformado e impulsado las luchas por la vivienda, la Educación y la Sanidad públicas.
Sea lo que sea, el 15-M existe y es una realidad. 'El movimiento está aquí para recordar que las políticas públicas están para servir la ciudadanía, no a las élites financieras', aseguraba una de las portavoces durante la rueda de prensa en la que se presentaron las acciones convocadas este mes de mayo bajo el lema De la indignación a la rebelión: escrache al sistema. Y su objetivo es seguir luchando' por los derechos sociales y reivindicando que la democracia 'no debe reducirse a la lógica representativa', pues ésta se encuentra 'también en la calle'.
En este segundo aniversario de las movilizaciones del 15 de mayo las perspectivas son muy diferentes a las que había en 2011. Si algo queda de la esencia del movimiento de las plazas son las asambleas de los barrios y pueblos, las que hacen el trabajo diario más invisible para los focos de los grandes medios de comunicación, pero que han restablecido un tejido adherido a la realidad social de cada lugar y que realmente conforma el magna sobre el que se levanta el movimiento.
En las asambleas, en las distintas plataformas y en todos los foros de discusión se asienta la misma idea: la necesidad un proceso constituyente. El régimen nacido de la Transición con la Constitución de 1978 ya no sirve para unos movimientos cuya expresión social y política no tiene cabida entre los pilares que se diseñaron entonces. En este contexto, una parte del movimiento mira a la confluencia con la izquierda política con miras a crear un bloque popular que sea capaz de hacer frente en las urnas al Gobierno del PP. Mientras, otros sectores siguen apostando por la auto-organización desde abajo, provocar cambios en el ámbito social y seguir funcionando como un movimiento de protesta y presión frente a las élites políticas.
El 15-M en los barrios conforma 'un conglomerado humano de apoyo y complicidades' explica María Eugenia García, una vecina de Chamberí que lleva participando en el movimiento desde su inicio en 2011. De origen colombiano, lleva 11 años viviendo en este barrio. Su asamblea la conforman más de medio centenar de personas que se dividen en distintos grupos de trabajo temáticos.
El movimiento en los barrios conforma 'un conglomerado humano de apoyo y complicidades' Al principio hubo una gran euforia y mucha gente que se sumó a estos colectivos barriales, pero con el paso del tiempo la participación ha ido decayendo al tiempo que los que se iban quedando se han focalizado en reivindicaciones más concretas. En muchos distritos madrileños los activistas del 15-M han ocupado edificios abandonados para dar lugar a una nueva generación de centros sociales que se han abierto a la calle y en los que se desarrollan todo tipo de actividades sociales, políticas y culturales. En Chamberí, el barrio de María Eugenia García, está La Morada, donde 'se han centrado los más jóvenes de la asamblea'.
'La parte humana es muy importante en los barrios. Hemos conformado un grupo muy heterogéneo con gente de muchas edades' reconoce García. Al igual que el resto, esta asamblea se coordina con las Mareas y la Plataforma de Afectados por la Hipoteca para bajar estas luchas a la realidad social más cercana de los vecinos. 'Vamos a los desahucios, a los encierros en los colegios y recogemos firmas por la Sanidad pública y contra la privatización del Canal de Isabel II' relata García. 'No es un trabajo partidista, pero sí un trabajo político. Y lo hacemos entre todos'. Además, han hecho una cooperativa y un grupo de consumo.
Mondelo (EFE)
'El 15-M ha actualizado el movimiento vecinal y le dado un nuevo brío'. Así lo piensa el presidente de la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid (FRAVM), Nacho Murgui. Se muestra convencido de que 'más que influencias ha habido confluencias' entre movimientos, puesto que las asociaciones de vecinos ya contaban con muchos de los elementos que han constituido la identidad del 15-M, como 'la apuesta por la ampliación de los derechos sociales y su carácter profundamente democrático'.
Se ha desarrollado una confluencia entre las asociaciones de vecinos y las asambleas del 15-M
Este proceso ha servido para 'encontrar a los compañeros de viaje que habíamos perdido hace tiempo, ha sido un soplo de aire fresco', asegura. Mientras, las asociaciones han aportado la experiencia, infraestructuras y, en algunos cosas, la interlocución institucional. Sin embargo, las asambleas de indignados y las asociaciones 'mantienen sus especificidades' y cada colectivo se centra en unos aspectos.
La confluencia se ha materializado también en plataformas concretas, como la Red por la Dignidad de los Barrios y Pueblos de Madrid, un espacio que nace de la Asamblea Popular de Madrid del 15-M y en el que entran a participar también los nodos locales, la FRAVM y otros colectivos como Democracia Real Ya, la PAH o Juventud Sin Futuro. De esta forma o de cualquier otra, el objetivo ha sido siempre el mismo, como reconoce Murgui, 'defender lo que es común a todos y lo público de la dinámica privatizadora y profundizar la democracia. Que mande el pueblo y no la Troika'.
Más allá de los barrios, el 15-M ha dado a luz a muchas iniciativas que se centran en aspectos concretos del sistema que el movimiento ataca en su conjunto. Una de las más novedosas y que ha conseguido asentarse después de un año de vida es la Oficina Precaria, impulsada por jóvenes activistas que ponen el mundo del trabajo como el principal factor que precariza sus vidas. El 57% de paro juvenil, la temporalidad en los contratos, los sueldos de miseria o las becas de formación que sustituyen puestos de trabajo son algunos de los motivos por los que protestan.
'No queremos reemplazar a los sindicatos, sino llegar a donde ellos no pueden'
'Durante este año nuestra principal herramienta, la asesoría legal-laboral gratuita, ha atendido a unas 300 personas y ha conseguido que muchas de ellas se atrevieran a denunciar, ofreciéndoles los servicios de nuestros abogados. Objetivo cumplido: superar el miedo' asegura Eduardo Ocaña, uno de los portavoces. Con esta herramienta de ayuda consiguieron recientemente ganar el caso de Estela, la joven que despidieron por hacer huelga el 14 de noviembre y que los abogados de la Oficina consiguieron en los tribunales que recuperase el trabajo y fuera indemnizada. Eduardo señala también que uno de los principales logros es que esta experiencia que nació en Madrid se ha extendido y ya cuenta con cuatro sedes en la capital, otra en Sevilla y una más en Sagunt (País Valencià). Además, en la pasada huelga general llevaron a cabo una campaña de denuncia pública de aquellas empresas que forzaban a los trabajadores a no hacer huelga. La insignia de estos jóvenes precarios fueron lazos naranjas. Y ahora acaban de lanzar la campaña No más becas por trabajo.
Respecto al futuro del 15-M, Ocaña asegura que 'una de las pegas que se le ha puesto es su supuesta incapacidad para crear alternativas viables y no ser sólo un movimiento de protesta'. Y para él, la Oficina Precaria es sólo un ejemplo más que rompe este argumento. Desde este colectivo creen que es necesario que el 15-M se enfrente también a los problemas del mundo laboral, especialmente los que no pueden ser afrontados por las centrales sindicales mayoritarias, como el mundo del empleo joven. En este sentido, 'la Oficina Precaria aún tiene mucho recorrido, más aún con 6 millones de parados y las condiciones de trabajo precarizándose cada día más'.
Sin embargo, aseguran que no han nacido para reemplazar a los sindicatos, 'sino para llegar adonde ellos no saben o no quieren llegar'. Al igual que las relaciones laborales han cambiado, ellos entienden que las formas de acción colectiva para proteger sus derechos también deben hacerlo y superar 'los esquemas de las viejas formas sindicales'.
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