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Nada hay que nos haga escarmentar a los periodistas sobre la inutilidad de las quinielas de ministros/as. Ni el cuaderno azul de Aznar ni las fascinaciones de Zapatero ni la imprevisibilidad previsible de Rajoy.
El presidente del Gobierno lo ha vuelto a hacer hoy; ha sido tan endemoniadamente previsible que nos ha dejado con un palmo de narices a los medios aventureros y ávidos de complejas estrategias políticas de cara a una legislatura incierta. Pero —recordemos— ¿quién dijo que no hacer nada no sea una estrategia?
En primer lugar, Rajoy ha premiado los esfuerzos de Cospedal por justificar lo injustificable (el salario "en diferido" del tesorero Bárcenas) con el Ministerio de Defensa. Pero no sólo eso: el presidente coloca a la (todavía) secretaria general del PP allá donde reinó en otro tiempo el peor de sus adversarios, el también albaceteño José Bono. Famoso y retorcido es el rumor que achaca a los mandos militares el cambio de ropaje al alimón del mando político, así que veremos cómo le saca partido una poco olvidadiza Cospedal, si, como todo apunta, se lleva el CNI en la recién estrenada cartera.
Agradecimientos personales al margen (y el presidente es más de compensar lealtades a quienes le cubren las espaldas que a quienes le encajan los presupuestos y los rescates bancarios sufriendo recortes y otras miserias), el ya exjefe de Margallo, Morenés y Fernández Díaz (ojo al futuro del conspirador exministro del Interior) ha enviado un mensaje que todos deberíamos haber intuido pero que nadie se atrevía a confirmar por lo oscuro del futuro que representa.
En el nuevo Gobierno de Rajoy no hay una Vicepresidencia para Rivera, que sí le entregó en bandeja el bueno de Pedro Sánchez; lo más parecido a un ministro independiente es Luis de Guindos (sin carné del PP, que se sepa, pero con cargos ya en los ejecutivos de Aznar); la renovación (un decir) llega de la mano del alcalde de Santander y expresidente de la FEMP, Íñigo de la Serna, en Fomento; del 'joven' Zoido en Interior, más conocido el sevillano por su buena relación (otro decir) con Susana Díaz, o del hasta ahora jefe de la Oficina Económica de Presidencia, Álvaro Nadal. La cuota catalana, con Dolors Montserrat, es quizás, lo más novedoso y fresco de un Gobierno Rajoy que huele a favores personales.
¿Dónde está lo "retorcido"; lo siniestro, incluso, de este nuevo Consejo de Ministros si ha sido desalojado Marcelo de las capillas, capillitas y grabadoras de Interior? Sin duda, en el titular económico de la jornada: en una legislatura en la que, con recortes de 11.000 millones en dos años, nos jugamos la decapitación definitiva de los servicios públicos, la lucha por igualdad, la cobertura de la dependencia, la asistencia a los refugiados que siguen llegando, las pensiones del futuro o la dignidad del empleo creado, Rajoy nos 'sorprende' con la continuidad reforzada de De Guindos, la dedicación plena a la fiscalidad del Estado de Montoro o el aplauso a las políticas de empleo precarias de Báñez, el aparato económico de la mayoría absoluta en todo su esplendor.
Qué ganas de oír al PSOE. Ah, no...
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