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En la habilidosa fórmula “un país dos sistemas”, producto del ingenio político de Deng Xiaoping, radicó buena parte del éxito de la retrocesión de Hong Kong a China hace veinte años.
En las dos décadas transcurridas, Hong Kong, ya encajado en el sistema continental con el estatus de región administrativa especial, se reafirmó en su identidad como ciudad cosmopolita y como centro internacional financiero y comercial, de transporte marítimo y logística. La considerada economía más libre del mundo –el único paraíso fiscal no controlado por Occidente- no se resintió y muy al contrario logró contar con el respaldo continental en momentos de grave crisis como las financieras de 1997 y 2008 y también la de salud pública (SARS) de 2003.
Hoy Hong Kong se halla inmerso en un doble proceso de inserción continental. Muchas infraestructuras importantes refuerzan esa integración: desde túneles y puentes o puertos hasta el aseguramiento de la satisfacción de las necesidades básicas de la población, desde el agua a la electricidad. En 2018, quedará conectado vía férrea con 16 ciudades del interior del país.
En otro orden, Beijing aun le reserva un destacado papel en materia de inversiones y en la internacionalización del yuan, la moneda china. Sumándose a la Franja y la Ruta –y recientemente al Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras- confía en dar un nuevo impulso a la economía local en materia de servicios, financiación, etc., afirmándose como vértice clave del eje que le conecta con Guangdong y Macao, confiando en poder resistir así el duro embate que supone el imparable auge de Shanghái.
¿Qué hizo Londres en 156 años de colonización para democratizar Hong Kong?
El segundo eje de inserción es el político. Y no es en la economía donde no ha funcionado la fórmula “un país dos sistemas” sino en este orden, que debiera basarse en la preservación de un amplio margen de autonomía y en el máximo respeto a las libertades. Lidiar con este proceso no es fácil para China. Con niveles de democracia y de libertades claramente diferenciados con respecto al continente, el reto mayor consistía en ser capaz de superar el estatus de partida que afeaba sobremanera al Reino Unido: ¿Qué hizo Londres en 156 años de colonización para democratizar Hong Kong? Muy poco. Se acordó del tema cuando le tocaba marcharse.
A China no le interesa estrangular Hong Kong. El PCCh es capaz de afrontar con holgura los retos económicos pero se mueve con torpeza en la gestión de problemas complejos como el orden político de Hong Kong. Se le acusa de haber reprimido las libertades del territorio, de interferir y de provocar con su actitud un nuevo movimiento independentista que reclama la ruptura de Hong Kong con China. Según encuestas recientes, en la población más joven aumenta el rechazo hacia el continente.
La falta de identificación con China de buena parte de la sociedad hongkonesa guarda relación con las restricciones políticas y la falta de avances en materia de democratización. La conocida como “Decisión 831” que impuso límites a las elecciones legislativas y presidenciales del año pasado y la sucesión de afrentas a la libertad de expresión descalifican la propaganda autosatisfactoria tan habitual en las proclamas de los dirigentes centrales.
El independentismo no tiene futuro en Hong Kong, reconocen hasta sus partidarios, pero no es menor peligro la arrogancia de quienes convierten esa vana ilusión en un tosco argumento para someter el territorio con redobladas exigencias de lealtad y sumisión.
Carrie Lam, la favorita de Beijing elegida el pasado marzo, inaugura su mandato este sábado con la bendición personal de Xi Jinping. En una u otra medida, sus predecesores se han visto sacudidos por la polémica y los escándalos. Es de suponer que habrá aprendido la lección. Pero la nueva Jefa del Ejecutivo tendrá como principal reto, además de la siempre aplazada cuestión social, convencer a las autoridades centrales de que la fórmula “un país dos sistemas” no puede rebajarse a “un país 1,5 sistemas”.
Solo el reforzamiento de la autonomía de Hong Kong puede permitir la recuperación de la credibilidad social de la fórmula originaria de Deng. Enriquecer o vaciar es la tesitura del PCCh y la opción que adopte respecto a Hong Kong afectará igualmente al conjunto del país.
Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China.
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