madrid
Conocí personalmente a José Luis Sampedro en un Congreso de historiadores y economistas en Portugal, entre las brumas de Sintra, hace muchos años. No había lugar mejor en el mundo para encontrarme con un profesor que admiraba desde mis primeros años de estudiante de economía: un lugar mágico para descubrir los mil y un matices, la mayoría de ellos demasiado humanos, de una persona maravillosa. Lo que más me impactó fue descubrir la curiosidad inteligente en sus pupilas, su mirada sabia y solidaria, que seguía las conversaciones con ingenio y las puntuaba con sonrisas. Sólo puedo recordar el rostro de José Luis Sampedro con la amabilidad permanentemente dibujada en su cara mientras seguía con la misma atención las aportaciones al Congreso de Josep Fontana, Fabián Estapé o Xosé Manuel Beiras —entre muchos otros nombres notables— que las de los que acabábamos de dejar las aulas como alumnos.
"Lo que más me impactó fue descubrir la curiosidad inteligente en sus pupilas, su mirada sabia y solidaria"
Sampedro se dio cuenta de que apenas podía disimular el temblor en la voz y el sonrojo por sentarme en una silla contigua al gran economista que estaba redescubriendo como magnífico novelista. Acababa de publicar Octubre, Octubre, y mi admiración por Sampedro se desdobló y multiplicó. No sólo era un grande de la economía que sabía investigar y difundir lo necesario para que cada estudiante, si quería, pudiera manejar de manera útil y sobre una estructura económica muy tangible y sólida el contenido diverso de la “caja de herramientas”, sino que comprendí que sus novelas llegarían a estar entre las imprescindibles.
Sigo agradecida por su gesto explícito de aliento mientras presentaba mi trabajo sobre la Reforma Agraria portuguesa —uno de los mejores frutos de la Revolución de los Claveles, agostado prematuramente— frente a miradas nada amables ni comprensivas como la de Cavaco Silva. Pero Sampedro podía ahuyentar todas las brujas del norte y conseguir que entre las brumas de Sintra brillara el sol.
Desde entonces, se confirmó que José Luis Sampedro sería para mí también, como para tantas otras personas de bien, un hombre imprescindible. Y en el año 2010, de la mano de Rosa María Artal, tuve otra vez el privilegio de que mis reflexiones, esta vez por escrito, figuraran en un mismo texto que encabezaba su amigo Stéphane Hessel, y José Luis Sampedro continuaba con su capítulo donde descubría todo lo que se esconde debajo de la alfombra... Pueden encontrar esta pequeña joya que aúna el ya maduro dominio literario de su prosa con la economía, el análisis político, y un esbozo de testamento vital con el que cierra su texto en Reacciona (Aguilar, 2011), publicado, por cierto, pocas semanas antes del 15M.
Después del 15M, Sampedro se convirtió en el sabio de las plazas, el abuelo de todos los rebeldes encontrando su causa, el maestro indispensable que ayuda a pensar bien, y con robustez, futuros de cambio y equidad. Sampedro aportó calidad, reflexión, experiencia a los cambios que siguieron al 15-M, pero sobre todo aportó esa humildad que sólo está al alcance de quien está muy por encima de las pequeñas vanidades que enturbian los procesos de mudanza.
Sampedro ayuda a recuperar el aliento, a reforzar las convicciones, y a seguir comprometidos por conseguir una civilización cuyo cañamazo sea la ética
Y si a estas alturas no sienten todavía el deseo de leerle y releerle, permítanme que acabe citando sus reflexiones finales, un grito amable de advertencia y esperanza a la gente más joven, para que no confíen en lo que las alfombras, por más mullidas y espesas que se nos aparecen, nos ocultan. Escribió Sampedro: “Ha llegado el tiempo del cambio, de un cambio que va más allá de un Estado del Bienestar en retroceso y de la defensa de los derechos conseguidos por nuestros antecesores (...) Mi mensaje a los jóvenes es que ha llegado el momento de cambiar el rumbo de la nave. Aunque sus líderes sigan en el puesto de mando y al timón, aunque desde allí se den órdenes anacrónicas, los jóvenes puestos al remo pueden dirigir la nave. Sólo necesitan unirse y acordar que por un flanco boguen hacia adelante mientras que por el otro cíen hacia atrás y el barco girará en redondo, poniendo proa hacia el desarrollo humano.”
Y por si en algún momento los remeros del cambio imprescindible pierden la carta de marear, recuperarán fácilmente el rumbo revisitando los escritos políticos de José Luis Sampedro, o escuchando las entrevistas que le hicieron hasta sus últimos días. Sampedro fue generoso con su tiempo, y esa deuda de los más jóvenes con él, no vence. Y si llega un momento de cansancio, de ganas de romper filas, se darán cuenta, como yo hace tantos años, que el ejemplo de José Luis Sampedro ayuda a recuperar el aliento, a reforzar las convicciones, y a que sigamos comprometidos por conseguir una civilización cuyo cañamazo sea la ética. Una civilización en la que crezcan y se respeten, con valores acrecentados, esos Derechos Humanos que ahora yacen heridos de desigualdades insanas por una barbarie que se esconde todavía, cobardemente, bajo la alfombra.
*Àngels Martínez Castells | @angelsmcastells
Economista y con trabajo temporal como diputada en el Parlament de Catalunya por CSQP
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