En estas últimas semanas, los medios de comunicación privados y algunas organizaciones de diversidad sexual han atacado al presidente Nicolás Maduro por homófobo. En cambio, presentan a Henrique Capriles Radonski como una víctima del odio y los prejuicios del chavismo.
La campaña electoral ha logrado milagros: los homosexuales, lesbianas, transexuales y transgéneros no solo nos hemos convertido en objeto de interés político, sino que, ahora, los sectores más reaccionarios y conservadores del país, quienes usualmente desean vernos recluidos en un sanatorio, se desgarran las vestiduras en nuestra defensa.
Desafortunadamente, asuntos tan graves como la homofobia, que tiene consecuencias duraderas en la vida de millones de personas, han sido simplificados con el fin de reducir la realidad venezolana a las hipócritas pautas de la corrección política.
Es cierto que Maduro ha hecho comentarios explícita o implícitamente homófobos, tales como el que hizo el 12 de abril del 2012, en el contexto de un discurso frente a la embajada de Cuba, con el fin de caracterizar a Capriles Radonski y a la dirigencia de Primero Justicia: 'así será la calaña de estos sifrinitos, mariconsones y fascistas que pretenden darle lecciones al pueblo de Venezuela'. Fue una expresión discriminatoria utilizada para desenmascarar a su adversario, bastaba con poner al descubierto sus intereses de clase, sus conexiones económicas y su posición política.
Como era de esperar, las organizaciones de diversidad sexual reaccionaron con rapidez. También fue inmediata la disculpa de Maduro: 'Lo que dije en ese momento fue al calor de los recuerdos y toda la pasión que se genera al recordar que estos sifrinitos fascistas creyeron que tenían el poder en la mano e hicieron lo que ni Pinochet se atrevió a hacer, asaltar la embajada cubana (...) Nosotros respetamos, desde nuestra Constitución y desde siempre, a la comunidad diversosexual (...) No tendría por qué meterme con la condición sexual de nadie. Ni de nuestros adversarios, ni de candidatos de la oposición ni de sus dirigentes'. Sin embargo, la disculpa de Maduro no tuvo la misma trascendencia que su desafortunado comentario.
Esta noticia parece acabar aquí, pero hay un dato importante sobre este hecho que los medios de comunicación privados trataron de silenciar: el evento al que asistía el canciller era nada más y nada menos que un acto donde se recordaba el asedio a la Embajada de Cuba ocurrida durante el golpe de Estado del 2002. Un acontecimiento en el que Capriles Radonski, para entonces alcalde del municipio Baruta, tuvo un rol estelar. Tanto así que lideró, siendo abogado, el grupo que penetró en la sede diplomática con el fin de perseguir a Diosdado Cabello, Vicepresidente de la República (creían se estaba allí), y para intimidar al embajador Germán Sánchez Otero. Con esta maniobra de ocultación, la expresión homófoba quedaba en el aire, se trasladaba la atención a Maduro y se obviaba quién es y qué hizo Capriles Radonski durante el golpe de Estado.
El 12 de marzo de este año, Maduro formuló otra frase que hacía referencia a la supuesta homosexualidad del candidato de la llamada Mesa de la Unidad Democrática (MUD): 'Yo sí tengo esposa, a mí sí me gustan los mujeres'. Inmediatamente, se produjeron los ataques de la prensa y hasta algunos grupos de diversidad sexual de derecha amenazaron con tomar las calles (cosa que no hicieron). De nuevo, Maduro salió al paso: 'Si yo fuera homosexual lo asumiría con orgullo a los cuatro vientos y amaría a quien me toque amar con el corazón. Sin problema, porque el peor homofóbico es el que siéndolo (homosexual) discrimina a los propios suyos'. Esta importante y extensa aseveración fue encubierta, de nuevo, por los medios de comunicación privados.
La forma como ha sido difundida y encubierta información vinculada a estos hechos demuestra que es oportunista y reduccionista la cruzada de la derecha criolla y foránea contra la homofobia. Es oportunista porque muchos de los que denuncian a Maduro son personas conservadoras y homófobas, incluido el propio Capriles Radonski. La crítica a los comentarios de Maduro es una artimaña para atacarlo como líder político. Por eso no extraña que los mismos que gritan indignados por su supuesta homofobia, se quedan muy calladitos ante las expresiones abiertamente racistas, clasistas y elitistas del candidato de la derecha y sus seguidores. A Maduro se le ha descalificado por ser chófer de autobús y líder sindical, pero estas expresiones no despiertan la cólera de las empresas de la comunicación. ¿Está mal que Maduro haga comentarios homófobos, pero está bien hostigarlo por provenir de la clase trabajadora y no tener un título universitario? Parece que unos temas producen más beneficios que otros a la hora de jugar a la corrección política.
Es reduccionista porque dentro de esta maniobra de ataque se pretende invalidar todos los actos pasados y presentes de Maduro y se busca desconocer los grandes logros de la revolución bolivariana, entre los que podemos mencionar: materialización de los principios de igualdad, inclusión y justicia social; una gran inversión social (que los neoliberales definen como inútil gasto público); la participación protagónica de Venezuela en el proceso de integración latinoamericana y; la elevación de la consciencia política de la población, demostrada en cada una de 18 las elecciones que se han realizado desde 1998. De esta forma, la crítica a una infeliz observación pretende borrar los resultados de un inmenso proceso de transformación económica, social y política.
Maduro ha hecho comentarios homófobos, pero nadie puede afirmar que forman parte de una política de Estado de persecución de la homosexualidad, por otra parte, nadie puede negar que desde hace 14 años han proliferado las organizaciones de diversidad sexual gracias al actual clima político, que hemos sido visibilizados y formamos parte integral de las iniciativas educativas y del trazado de políticas de atención de diferentes instituciones del gobierno y que, incluso, fuimos incorporados en la coalición de partidos y movimientos sociales (Gran Polo Patriótico) que apoyaron a Chávez en las elecciones presidenciales del 7 de octubre. Asimismo, varios representantes de las organizaciones de diversidad sexual estuvieron presentes durante la juramentación de Maduro como presidente encargado. Un hecho que fue convenientemente silenciado por los mismos medios de comunicación que no pierden un segundo para sacar a la luz cualquier acto de homofobia, sobre todo si viene de las filas del chavismo.
El problema de la manipulación de asuntos como la homofobia, que sirven para evaluar a los líderes políticos, es que se levantan como el único paradigma para medir todo un proyecto de gobierno. Una posición peligrosa, pues se ha prestado para justificar lo injustificable y atacar gobiernos indeseables para los Estados Unidos y las disminuidas potencias europeas. En este totalitarismo de lo políticamente correcto, no se ve incongruente que alguien defienda los derechos de los homosexuales mientras invade Iraq, que torture a presos políticos mientras defienda el matrimonio entre personas del mismo sexo o que se justifique la guerra a un país con la excusa de liberar a las mujeres de la opresión de los talibanes. De esta manera, los intereses más oscuros logran encontrar su apología en la búsqueda de la justicia y la defensa de los oprimidos.
Capriles Radonski no ha hecho públicamente comentarios homófobos, pero sin duda alguna y, muy al contrario de Maduro, ha formado parte de organizaciones reaccionarias, anticomunistas, misóginas y homófobas como Tradición, Familia y Propiedad; además, ha sido líder cardinal de un partido de ultraderecha como Primero Justicia, fundado con dinero obtenido de manera fraudulenta de los fondos de la vieja PDVSA . Un partido donde, por cierto, es evidente el desprecio a las mujeres.
Capriles Radonski ha respondido de manera inmediata a los comentarios de Maduro, pero se ve obligado a hacerlo porque están dirigidos a él. Su réplica aparenta estar dentro de los parámetros de lo políticamente correcto: 'Yo quiero desde aquí enviar una palabra de respeto, de consideración y de rechazo de las declaraciones homofóbicas de Nicolás hoy; no es la primera vez. Yo creo en una sociedad sin exclusión y así se lo digo al país: una sociedad sin que nadie se sienta excluido por su forma de pensar, por su raza, por su credo, por su orientación sexual.' Este torpe enunciado adquiere otra dimensión cuando lo relacionamos con las recurrentes justificaciones que hace a su soltería: 'La vida no me la ha dado (una novia). La estoy buscando', o esta otra: 'Yo no he tenido tiempo para formar un núcleo familiar porque me he dedicado a este país, al pueblo venezolano que amo', incluso su reciente ataque a Cilia Flores funciona como coartada: 'algunos creen que yo les envidio la esposa. Yo a esa señora no se la envidio a nadie'.
Con este conjunto de excusas busca asegurar a sus prosélitxs que él es un heterofurioso defensor de los valores tradicionales. También exponen, a quien haga una lectura más atenta, su desbordada misoginia. Esta suposición se ve corroborada por los comentarios realizados en diferentes actos públicos: 'No hay país que tenga mujeres como las que hay en Venezuela, y a algunos le da envidia que uno diga eso porque algunos dicen que tienen una mujer, yo tengo millones de mujeres', 'Ahora andan diciendo que hay un paquetazo (refiriéndose a las denuncias de que planea imponer un paquete neoliberal), yo les iba a responder qué significa eso, y saben qué significa, las mujeres saben qué significa paquetazo, ¿saben o no saben? (risitas)' y, como chófer del autobús del progreso 'Si alguna se queda atrás, paro el autobús y la monto para que progresen'.
Los prejuicios de Capriles Radonski son muy amplios y no se detienen en las mujeres, abarcan una diversa gama de sectores que va desde los obrerxs, campesinxs, negrxs e indígenas hasta los hábitos higiénicos de los europexs, a quienes el candidato de la derecha ridiculiza 'por no usar desodorante'.
No hemos visto a ninguno de los consorcios de la comunicación que apoyan a Capriles Radonski alzar su voz ante estas palabras que expresan una forma de discriminación tan burda que podría sorprender a cualquier incautx que desconociera sus orígenes y su pasado. El candidato de la MUD no proviene de una familia obrera, como a él le gusta dejar bien claro, pertenece a una familia de empresarios con intereses en la industria del entretenimiento, medios de comunicación, inmobiliaria y servicios. Forma parte de esa burguesía venezolana parasitaria que tiene propiedades en el exterior, que desprecia profundamente a los pobres y que se ha enriquecido gracias a sus conexiones con los gobiernos de turno. Una burguesía que cree ciegamente en las bondades del libre mercado y que ve comunistas (ahora castrochavistas) come niños en todas partes.
Las organizaciones de diversidad sexual apoyamos a Nicolás Maduro, militamos en diversos frentes de lucha y hemos sido testigos de las transformaciones que se han venido produciendo en el país desde que el presidente Hugo Chávez asumió el poder en 1999. También somos conscientes de que el gobierno bolivariano está sometido a un permanente ataque por parte de los grupos económicos y políticos más poderosos del mundo; arremetida cuya cara más visible son los medios de comunicación privados, especialmente los ibéricos, que no terminan de entender que hace doscientos años que ya no somos colonia española.
No justificamos las expresiones homófobas del presidente Maduro hechas al calor de la lucha política, pero tampoco vamos a permitir que la derecha venezolana y extranjera nos utilice como tontos útiles para desmovilizarnos y darle la espalda en estos cruciales momentos. Quieren emplear contra Maduro las mismas armas que durante todos estos años utilizaron contra el presidente Chávez: la mentira, la calumnia, la difamación y la sistemática ocultación de sus logros.
En el actual contexto político, es necesario señalar que no es casual que la gran mayoría de las organizaciones de diversidad sexual (ahora casi 300) hayamos apoyado al gobierno del presidente Chávez durante todos estos años y que en la actualidad, apoyemos, sin abandonar nuestras demandas, la candidatura presidencial de Nicolás Maduro, quien dará continuidad a su proyecto político. Tampoco es fortuito que rechacemos a personajes que, como Capriles Radonski, pretenden mantener en el armario su verdadero programa político, sus vínculos con el paramilitarismo colombiano, sus relaciones con grupos terroristas cubanos-salvadoreños, sus conexiones con la derecha internacional, su misoginia, su homofobia y su desprecio hacia el pueblo venezolano. A pesar de sus esfuerzos por ocultarlo, sabemos que Capriles Radonski encarna una concepción del mundo y un pasado que conocemos muy bien y al que no queremos volver.
Por eso, este domingo, nosotrxs, mariconsones, cachaperas y trans hijxs de obrerxs y campesinxs y orgullosxs descendientes de negrxs, indígenas y europexs, vamos a votar por Nicolás Maduro. Su candidatura es una prueba de que nuestro país ha cambiado, pues solo en revolución un chófer de autobús tiene la oportunidad de ser presidente. Además, Maduro garantiza la continuidad de una patria independiente, socialista y diversa.
* Marianela Tovar Núñez es una destacada activista feminista y sexodiversa (LGTB) de la Universidad Central de Venezuela (UCV), fundadora del Grupo de Estudios de la Diversidad Sexual Contranatura, pionero en la creación de un Diplomado sobre Diversidad Sexual y Género. Licenciada en letras, historiadora y doctorándose en Ciencias Sociales por la UCV.
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