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Ursula von der Leyen, primera presidenta de la Comisión Europea. Michelle Bachelet, primera presidenta de Chile. Son mujeres que han sido pioneras en política, pero no las únicas. Muchas otras han abierto el camino y no les ponemos cara. Como las 99 alcaldesas del 79, casi un centenar de mujeres que gobernaron en su municipio tras las primeras elecciones locales después de la dictadura franquista. Público ha hablado con una de ellas: María Cabanes. Era la más joven de todas. En 1979 decidió presentarse a las elecciones municipales en su pueblo, Otos (Valencia), cuando tenía sólo 21 años. Y arrasó: la lista que lideraba, una candidatura independiente a nivel municipal, consiguió el 97% de los votos.
¿Cómo fue ser alcaldesa en el primer mandato tras la dictadura?
Fue extraño. Fueron las primeras elecciones democráticas. Antes ponían a dedo a los que mandaban. Normalmente al más pudiente del pueblo y ya. No ponían a un pobre labrador jornalero. Pero al ser la primera vez que se elegía de forma democrática fue una experiencia muy buena. Nosotros hicimos una candidatura en la que íbamos todos a una.
Usted era la única mujer en esa candidatura y la lideraba, ¿cómo era mandar en ese entonces a tantos hombres?
Además de ser mujer, era una cría al lado de todos los demás que eran mucho más mayores. Pero fue bien. Siempre he sido una persona muy activa a nivel social. Participaba en todas las cosas del pueblo. Con mi prima, y el cura, que nos ayudó, montamos la guardería porque no había. La gente iba a trabajar y las madres con niños pequeños si no tenían con quien dejarlos no podían ir. Iba ocho horas a la fábrica textil donde trabajaba y después estaba en la guardería. Así que la gente ya me conocía y sabía cómo era. Trabajamos bien. Aunque cada uno tiene sus ideas y en un momento dado, pues puedes discutir de una cosa u otra.
Los siete concejales escogidos eran de su lista. ¿No todos tenían la misma ideología?
No. Como eran las primeras elecciones en muchos sitios no estaban las cosas claras. La gente no estaba por participar y más en pueblos pequeños. Lo que hacían los partidos era presentar en todos los pueblos una candidatura. Entonces nos reunimos un grupo de gente diciendo "no puede ser que vengan de fuera a organizar el pueblo". "Vamos a organizar una candidatura". Nos pusieron a unos cuantos que fuimos a esa reunión y a mí que ya me conocían, me dijeron: "tú eres la única mujer y tú irás delante". Pero cada uno tenía sus ideas. No nos metimos en ese momento en que si uno tenía más pensamientos de derechas o de izquierdas. Eran las primeras elecciones y lo que queríamos era una candidatura de gente del pueblo que trabajara para el pueblo.
¿Quién le decía eso de que encabezara usted la lista?
La idea de hacer esa reunión surgió del alcalde, el juez de paz y el alguacil de entonces del pueblo. Nos llamaron a varios, pero no todos los que llamaron quisieron ir en la candidatura. Entre todos el que dijo "esta es la que sirve para encabezar la candidatura" fue el alguacil.
¿Llamaron a más mujeres para esa reunión?
A un par más. Pero una dijo que no y la otra pidió que la pusieran como suplente al final de la lista para rellenar. De hecho, después hubo una baja y cuando le tocaba ser concejal, renunció, no quiso serlo. Cogió el acta el siguiente suplente, que era un hombre y sí quiso. Los hombres estaban más abiertos a la participación política. Para nosotras siempre ha estado todo cerrado y más en la dictadura, que para ir al banco nos tenía que firmar el permiso el marido.
¿Usted sintió el machismo como alcaldesa en ese entonces?
"En la primera reunión de la diputación un alcalde me gritó 'las mujeres a la cocina'. Respondí: 'y los hombres al campo'"
Machismo ha habido en todos los sitios. De hecho, la primera vez que fuimos a un pleno en la Diputación Provincial era una reunión de los alcaldes de todos los pueblos. Entonces teníamos que exponer algo cada uno sobre nuestro municipios. Cuando me levanto para hablar porque tocaba el turno de Otos, oigo una voz por detrás que grita "las mujeres a la cocina". Me giré y le dije "y los hombres al campo". Fue otro alcalde, pero le tapé la boca, ya no me respondió. Nadie se atrevió a decirle "cállate", pero como seguí, no tuvo opción de decir nada más. Había machismo. Aún hoy lo hay, pero en aquel entonces estaba aún más presente. Y era raro ver a una mujer alcaldesa, pero conmigo no podían. Yo lo tenía muy claro.
A pesar del machismo, no le amedrentaban
No, para nada. Aunque en aquella época sí que había que hacer algunas cosas distintas. Si tenía que ir a alguna reunión fuera de horas, me llevaba a un concejal y en cuanto tenía que ir a reuniones en Valencia a pedir, reclamar o a hacer alguna cosa siempre iba con el secretario, que era una persona mayor, muy educada y muy lista. De hecho, me enseñó a llevar las cosas bien. Pero sí, muchas veces me tenía que llevar a alguien por el machismo. A veces alguien empezaba en las reuniones: "es que las chicas estas se piensan que…". Y quien iba conmigo tenía que responder: "ella sabe muy bien lo que hace y lo que piensa". Los concejales, los compañeros, en ningún momento me dijeron nada y cuando alguien lo intentaba enseguida los ponían en su sitio. De hecho, me tuve que enfrentar incluso a la empresa textil donde trabajaba.
¿Qué pasó con la empresa?
"El director de la empresa donde trabajaba me dijo: 'Usted elija: la fábrica o el ayuntamiento'. Les llevé a juicio y gané"
Que no estaban acostumbrados a que una trabajadora, o un trabajador, fueran alcaldes. Teníamos en el pueblo un problema con el abastecimiento de agua. Había problemas en el suministro y estuvimos peleando para hacer un pozo nuevo. En la empresa en la que trabajaba les dije que esa tarde no iba a ir porque teníamos una reunión con la diputación por ese problema y el director me dijo: "no, no, usted elija: la fábrica o el ayuntamiento". Le dije que no: "Usted no es quién para decirme que elija. He sido elegida por mis vecinos y usted no me puede decir eso". "No, no, si usted no se incorpora esta tarde a su trabajo la despido". Entonces lo que hice fue denunciar a la empresa, no me podían negar acudir a una reunión. Era por servicio público. Les llevé a juicio y gané. Me tuvieron que dar unos determinados días para lo que hiciera falta. No estábamos acostumbrados aún a esas cosas. Hasta entonces el alcalde siempre era el cacique del pueblo y podía hacer lo que le diera la gana.
La eligieron sus vecinos y, además, arrasaron en las urnas. El otro partido que se presentó sacó 0 votos.
Sí, la gente tenía claro que votaba a los del pueblo. Además, como éramos muchos, quizás uno nos votaba por mí pero otro votaba por el que iba detrás de mí en la candidatura. Cada uno era de su padre y de su madre, con sus ideas, pero nos llevamos bien y nos votó todo el pueblo.
¿El resto de concejales tenía claro que la que mandaba era usted?
Sí. No todo fue de color de rosas, pero nos llevábamos bien. No porque fuera joven era idiota. Al final la que firmaba era yo y el resto de concejales me respetaban.
Usted era alcaldesa con 21 años. ¿Cree que se toman en serio las reivindicaciones de la gente tan joven?
Los mayores nunca se toman a los jóvenes del todo en serio. Eso ha pasado toda la vida. No debería ser así. Lo que me parece mal es esa manía de los políticos de aferrarse al puesto cuanto más mayores son. Hay que dejar entrar a la gente joven: hay muchos con las ideas claras y que saben por donde tienen que ir.
¿Sintió que por ser joven no la tomaban en serio?
"Un jefe de la diputación me invitó a acompañarle a una inauguración y le dije 'pues va a ser que no'. Me invitó porque era mujer y joven"
A mí no me pasó. Me pasó más por ser mujer. Desde muy joven me tuve que sacar las habichuelas y estaba acostumbrada a tratar con gente. No tuve ningún problema por ser joven y con los de mi pueblo menos. Lo que sí me sucedió una vez es que un jefe de la diputación me invitó a acompañarle a una superinauguración y le dije "pues va a ser que no": "Yo ahí no pinto nada, usted si quiere algo, se lleva a su secretario". Me invitó porque era mujer y joven. Me quería llevar con segundas intenciones y le salió el tiro por la culata. Siempre supe donde estaba y quién era yo para decir que no. Le vi las intenciones; era joven pero no era tonta y le puse en su sitio. Pero eso ha existido, existe y existirá siempre; esos son los hándicaps que tenemos las mujeres. Hay que ponerle en su sitio y quedarte tú en el tuyo y se acabó.
Entonces, ¿siguen siendo necesarias reivindicaciones como las del 8M?
Algunas sí. Por ejemplo, con los puestos altos siempre ocurre lo mismo. A la hora de llegar siempre llegan ellos. Pero siempre hay alguna excepción y alguna que dice "yo estoy aquí" y sigue para adelante por muchas zancadillas que le ponen. Todavía sigue habiendo techo de cristal. No sucede sólo aquí. ¿Ha habido alguna vez una mujer presidenta en Estados Unidos? Todavía hay que seguir luchando.
Usted nunca ha vuelto a la política ni repitió en las elecciones de 1983, ¿por qué?
Porque ya me moví a otro nivel. Me casé, tuve hijos y nos mudamos a Salem, otro municipio, a 15 kilómetros de Otos. Ahí, por ejemplo, formé con otros padres la guardería del pueblo, que tampoco había. Me metieron en el Consejo Escolar. Formamos la asociación de padres. He estado activa a nivel social.
¿Nunca se ha planteado volver a la política de partidos?
No, lo intentaron ya aquí en Salem, pero estaba ya en otra onda. Había pasado mi momento. Me interesaba más que funcionaran las cosas de cara al pueblo y de cara a mis hijos. Si veía ahí una falta, yo lo que quería era suplir esa falta o apoyar para que las cosas se hicieran. Por el bien de mis hijos, pero también del resto del pueblo.
¿Cree entonces que es más útil el activismo a nivel social que la política institucional?
"A nivel social funcionan las cosas mejor. Pero mi experiencia cuando fui alcaldesa fue maravillosa"
Sí. A los hechos me remito: sólo hay que ver cómo está la política hoy en día. La que montan los políticos continuamente. A nivel social funcionan las cosas mejor. Pero mi experiencia cuando fui alcaldesa, la verdad, fue maravillosa. Funcionó muy bien e hicimos muchas cosas por el pueblo. También por ser un pueblo pequeño. Estamos dispuestos a funcionar de otra manera y tratar de persona a persona.
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