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La lucha feminista se traslada a los paritorios para poner fin a la violencia obstétrica

Madres y expertas reclaman superar el tratamiento patriarcal sobre sus cuerpos en el trabajo del parto e incorporar una perspectiva interseccional y de género en la sanidad.

Decenas de personas portan carteles, durante una manifestación por el 25N, a 25 de noviembre de 2023, en Barcelona, Catalunya (España).
Decenas de personas durante una manifestación por el 25N de 2023, en Barcelona, Catalunya. Lorena Sopêna / Europa Press

Una de las cualidades más valiosas del pensamiento feminista es su capacidad para poner nombre y convertir en rostros visibles aquellas violencias que el paradigma patriarcal ha normalizado e invisibilizado. Esta nueva forma de mirar y comprender el mundo ha hecho emerger todo tipo de conductas y prácticas cotidianas discriminatorias que antes no se identificaban como tal. Un ejemplo más de esta dinámica es la violencia ginecológica y obstétrica que miles de mujeres sufren durante el proceso reproductivo.

Este tipo de violencia específica dentro del área sanitaria ha sido conceptualizada y reconocida por diferentes organizaciones. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la violencia obstétrica es aquella que sufren las mujeres durante el embarazo o el parto "al recibir un maltrato físico, humillación y abuso verbal, o procedimientos médicos coercitivos o no consentidos". La OMS también incluye acciones como la no obtención de un consentimiento informado, la negativa a administrar medicamentos para el dolor, un descuido de la atención o la vulneración del derecho a la intimidad en este tipo de violencia.

El Observatorio de Violencia Obstétrica de España, por su parte, la describe como "el desconocimiento de las necesidades emocionales de la madre y del bebé en cualquier momento del embarazo, del parto y del puerperio inmediato, así como de la autoridad y autonomía que la mujer tiene sobre su sexualidad, su cuerpo, y las posturas, ritmos y tiempos que requiere el parto". Aunque no existe un consenso respecto a su definición, sí que se coincide en que que la violencia obstétrica es cualquier práctica que aleje el trabajo del parto en su complejidad de lo que se entiende como un parto respetuoso.

España ha sido condenada en tres ocasiones por el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer, órgano creado por las Naciones Unidas, por diferentes casos de violencia obstétrica. La última sentencia es del año pasado, en 2023. Por lo que se trata de un problema de primer orden, presente en nuestro día a día mucho más de lo que se puede creer. Entre todo el territorio, solo Catalunya, País Valencià y Euskadi la reconocen en su legislación de manera específica.

Escuchar la voz de las mujeres

En la asociación El Parto es Nuestro lo saben bien. Precisamente, la organización surgió en el año 2003 de la necesidad de un grupo de mujeres de acuerparse y darse apoyo tras sus partos traumáticos. Aunque en un principio el epicentro de las reivindicaciones era el exceso de cesáreas (el país supera en diez puntos la recomendación de la OMS en cuanto a número de cesáreas), pronto empezaron a trabajar para difundir información basada en la evidencia científica e iniciar acciones para reclamar una mayor protección de los derechos de las madres y los niños. 

Susana Fernández Rocha, expresidenta de El Parto es Nuestro: "La sensación de que te infantilizan es algo que vivimos muchas"

Poco a poco, la asociación empezó a reunir cientos de testimonios de mujeres "que se se empezaban a dar cuenta de que no se trata de un problema aislado de cada una, sino que es algo que se comparte entre muchas", explica a Público Susana Fernández Rocha, expresidenta de El Parto es Nuestro. "La sensación de que te infantilizan o el menosprecio de tu opinión es algo que vivimos con frecuencia. No se trata solo del daño físico, sino del dolor emocional. Cuando te han dicho 'parece que no sabes parir' o 'te quejas mucho, como si el resto no hubiéramos parido' te quedas tocada mentalmente, además, en un momento en el que necesitas estar plenamente bien para poder atender y disfrutar de tu niño", afirma Fernández Rocha.

Con la cicatriz que deja cualquier trauma conviven Verónica Cambero e Isabel María Ardil, en cuyos partos, como ellas mismas han narrado a Público, sufrieron violencia obstétrica. El caso de Verónica ocurrió en 2018 en un hospital privado madrileño. Era su primer embarazo y la sensación de "descuido" empezó desde las revisiones, donde -asegura- "ni siquiera la pesaban". "Cuando llegué al hospital me atendió un ginecólogo que no era mi ginecóloga habitual y me sentí muy perdida. No había una persona que te mirara la cara y te dijera: te entiendo", recuerda.

"Estuve sola todo el rato. Pregunté varias veces si, por favor, podía entrar mi pareja o quien fuera, pero nada. Hubo un momento en el que el personal sanitario me dejó completamente abandonada en una sala con otra mujer que también estaba pariendo y hasta nos plantearon apagarnos la luz", relata Verónica. Entre tanto, sospecha que llegó a perder la noción del tiempo. Lo que sí recuerda bien fue cuando regresaron los especialistas, la hicieron una episiotomía y se subieron encima de su tripa para empujar y sacar a la niña "cuanto antes".

Verónica Cambero, víctima de violencia obstétrica: "No había una persona que te mirara la cara y te dijera: te entiendo"

"'La ginecóloga me dijo: Te voy a hacer un pequeño cortecito porque lo vas a necesitar. A lo que respondí: que lo voy a necesitar no lo sabemos todavía, de hecho me habéis dicho que estoy muy dilatada. Yo la verdad es que pensaba que con la epidural sentiría algo, pero es que no sentía absolutamente nada, o sea, ningún tipo de contracción ni nada. No sé si eso es lo normal o es que se pasaron poniéndome la dosis. Luego vino la matrona y se puso encima. Todo fue muy rápido, de esto que dices no sé en qué momento me están haciendo todo lo que les da la gana, sin pedirme ni un consentimiento ni darme una explicación", cuenta Verónica.

"Luego, mientras me cosían, se llevaron a la niña y se la dieron a mi marido que estaba fuera. La sacaron sin mi consentimiento. Fue una situación muy desagradable. Mi familia tampoco sabía nada de mí. Nadie les explicaba nada y estaban muy preocupados", expresa. Cuando el capítulo del parto se había cerrado y Verónica esperaba que "todo fuera bien", llegó el problema de la lactancia. A ella, como les pasa a muchas otras madres, no le subió la leche y ni siquiera tenía claro que quisiera dar el pecho, pero en el hospital insistían: "La niña pasó toda la noche llorando porque tenía hambre y lo único que me decían es 'tú póntela en la teta, póntela más'. Tuvo que ir mi padre a comprar un biberón".

Pasaron los días reglamentarios de ingreso y a Verónica le subió la fiebre. Recuerda que se sentía débil y muy cansada. Ella trató de explicarle a los especialistas, pero la respuesta que obtuvo es que "era normal por las hormonas tener fiebre después del parto". Así que, aun enferma, la mandaron a casa. "A los dos días tuve que volver casi arrastrándome, pálida, con mi marido prácticamente llevándome a cuestas. ¿Sabes lo que me dijeron nada más llegar? 'Ay mujer, no seas exagerada'. Luego descubrieron que tenía una infección tremenda en la sangre. Fue una experiencia horrible. El fondo de la cuestión es que nadie me tomaba en serio. Si no hubiera sido por mi madre, hubiera caído en una depresión", lamenta.

Verónica Cambero, víctima de violencia obstétrica: "Sacaron a la niña del paritorio sin mi consentimiento"

Una experiencia que guarda bastantes similitudes con la que vivió Isabel Ardil Moreno con su primer hijo en 2016. Isabel, que además es agente de igualdad y ahora está especializada en acompañamiento al parto, cuenta que cuando se quedó embarazada se veía "muy autosuficiente": "Yo tenía la certeza de que era una mujer empoderada. Yo, trabajadora social con 15 años de experiencia trabajando con mujeres en su empoderamiento feminista, qué iba a necesitar. Yo, que conocía muy bien cómo funcionaba la violencia obstétrica, que la veía desde lejos". Pero, como dice el refrán, los toros se ven mejor desde la barrera.

Ya en su primera ecografía, Isabel cuenta que el ginecólogo que la atendió le enseñó apenas unos segundos la pantalla: "Me dijo: Bueno, es que quien tiene que verlo soy yo. Tú no tienes que verlo para nada, quién tiene que tomar las medidas soy yo, que es lo importante. Me ignoró completamente, pero no sólo eso, sino que a mi pareja, que estaba de pie, le explicó lo que estaba viendo y a mí no me giró siquiera la pantalla. O sea, fue una un comportamiento completamente misógino". 

Ni con toda la formación del mundo Isabel pudo evitar sentirse bloqueada: "Ni siquiera fui capaz de poner una reclamación. Ese día me salí, me eché a llorar y no fui capaz de nada más. Me sentí completamente insultada. Pensaba que tenía herramientas, pero a la vista está que, al final, tienen un poder que es muy complicado poner en cuestión". 

El embarazo fue bien e Isabel trabajó para planificar el parto en casa junto a dos matronas. Sin embargo, en un momento dado la cabeza del bebé estaba colocada en una posición complicada para salir y se marchó al hospital porque iba a necesitar ayuda médica. "Tuve la suerte de que una de mis matronas de parto en casa pudo colarse conmigo y eso fue lo que me salvó", asegura, pues nada más entrar al hospital empezó la cadena de microviolencias.

Isabel Ardil, víctima de violencia obstétrica: "En mi primera ecografía, el ginecólogo apenas me enseñó la pantalla"

Como le ocurrió a Verónica, a Isabel ningún sanitario se le presentaba, simplemente daban indicaciones que, presuponían, ella no iba a cuestionar. En su caso, eso sí, pudo estar acompañada de su pareja. Isabel tenía la sensación de que los especialistas que pasaban para asistirla no estaban acostumbrados a comunicarse con las mujeres a las que atendían. Cuenta que pidió a la anestesista que antes de ponerle la epidural avisara para que no coincidiera con una contracción y, aún así, acabó pinchándola en pleno dolor. También sugirió a la ginecóloga que la mirara de lado porque le resultaba más sencillo empujar y tampoco, tuvo que ponerse boca arriba en la camilla. 

Para que naciera el bebé también le practicaron una episiotomía y usaron unas ventosas. "Salió mi bebé, me lo enseñaron dos segundos y enseguida se lo llevaron a la mesita que había al lado, pero entre medias había mucho personal sanitario y yo no podía ver. Pregunté: ¿Está bien? ¿Cómo está? ¿Qué pasa? A lo mejor, tardaron 30 segundos en decirme algo, pero para mí fueron agonía pura. Si alguien me hubiera explicado, yo lo hubiera vivido de otra manera", narra Isabel.

Isabel Ardil, víctima de violencia obstétrica: "En la revisión del día siguiente, la ginecóloga me metió la mano en la vagina sin avisar"

Hasta ahí fue lo que pasó en el paritorio. Al día siguiente, recuerda que estaba sola con su pequeño en la planta y pasó la ginecóloga a hacerle la revisión del día siguiente: "Yo notaba muy debilitado y muy abombado el suelo pélvico y tenía mucho miedo de que los puntos se me abrieran. Entonces llegó la médica y me dijo: bueno, acuéstate que voy a revisarte. Mientras yo me estaba acostando y tenía a mi bebé encima le empecé a contar el miedo que tenía y cómo me estaba sintiendo. En mitad de esto, sin esperar a que yo terminase de hablar, sin avisarme de lo que iba a hacer, sin nada de nada, metió su mano en mi vagina y sacó una o dos veces loquios de dentro".

"Yo sentí en ese momento un miedo atroz cuando sentí la presión de que tenía su mano dentro de mí. No estaba preparada para que hiciese eso, no me lo esperaba en absoluto. Me quedé callada, bloqueada, blanca y ya no pude hablar más ni ni escuchar nada de lo que me decía. Mi sensación fue de violación completa. De hecho, de todas las violencias que sufrí esa es la que creo que más tiempo me llevó sanar", asegura Isabel. 

Ahora, desde Murcia, Isabel se dedica profesionalmente a acompañar a mujeres en su embarazo. "Trabajé sobre la violencia obstétrica en mí, el superar aquella situación, el desbloquearlo y, a raíz de mi segundo embarazo, parto y postparto súper gratificante, fue cuando decidí dedicarme profesionalmente. Fue cuando vi claro cómo al sistema patriarcal le interesa que que vivamos experiencias de terror, porque si todas las mujeres viviésemos experiencias tan gratificantes como mi segundo embarazo lo tumbaríamos", relata.

Como ella misma describe a raíz de su experiencia trabajando con otras mujeres, muchas sienten que cada vez que van a una cita sanitaria es como si estuvieran "pasando un examen": "Estamos siendo abroncadas, no están fiscalizando, en lugar de acompañando. Yo acompaño a las embarazadas para que dejen de culpabilizarse y miren desde más arriba, desde una desde un enfoque más sistémico. La idea es que sepan encontrar su propia información y puedan tomar decisiones libres".

El 40% de las mujeres ha sufrido violencia obstétrica

De acuerdo con los resultado inferidos del estudio Violencia obstétrica en España (Parte I): Percepción de las mujeres y diferencias interterritoriales, publicado en la Revista Internacional de Investigación Ambiental y Salud Pública en 2020, casi un 40% de las mujeres afirman haber sido víctima de violencia obstétrica, mientras que al 83% no se les pidió el consentimiento informado en ningún momento del embarazo, parto o puerperio.

Al 83% no se les pide el consentimiento informado en ningún momento del embarazo, parto o puerperio

El estudio, elaborado por investigadoras de la Universitat Jaume I (Castellò) y del Hospital do Salneés (Pontevedra), pone el foco en la sanidad privada, que "parece tener protocolos más obsoletos, con una menos humanización en el parto y con más atención sobre los aspectos físicos que sobre los emocionales y psicológicos". Es más, las ratios de intervenciones llevadas a cabo durante el trabajo de parto en los centros privados (como el parto inducido o instrumentalizado y la práctica de cesáreas) pueden llegar a triplicar el número de intervenciones llevadas a cabo en la sanidad pública, según recoge.

A la hora de analizar las características de la violencia obstétrica, no obstante, conviene tener en cuenta su carácter sistémico e institucional; pues, por un lado, es precisamente por esa condición estructural, invisible, que, en buena parte de las ocasiones, los profesionales que la ejercen no son conscientes de la gravedad de sus acciones. Asimilan como "normales" prácticas que acaban siendo nocivas para sus pacientes.

Por otra parte, algunas instituciones no dotan de recursos humanos y materiales suficientes los hospitales para poder ofrecer la atención necesaria a las embarazadas. A su vez, algunas especialistas también consideran violencia obstétrica el hecho de que las mujeres no puedan disponer del tiempo suficiente de baja por maternidad para atender a los recién nacidos. 

No todos los ginecólogos reconocen la violencia obstétrica

Pese a todas las mujeres que han reconocido sufrir violencia obstétrica y que han tratado de visibilizarla con el objetivo de poder poner fin al tratamiento patriarcal del trabajo del parto, todavía hay ginecólogos que niegan la mayor.

De hecho, en 2021, después de una serie de conversatorios que tuvieron lugar en el Instituto de las Mujeres en torno a la ley del aborto (cuyo primer borrador recogía el término violencia obstétrica); la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia afirmó que se trataba de un concepto legalmente delictivo, moralmente inadecuado, científicamente inaceptable. "No se ajusta a la realidad y criminaliza a los profesionales", señaló, asimismo, el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos en una nota de prensa. 

La Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia y el Colegio de Médicos niegan la violencia obstétrica

A este respecto, el doctor Oriol Porta, presidente de la Societat Catalana d'Obstetricia i Ginecologia (SCOG), de l'Acadèmia de Ciències Mèdiques de Catalunya, recuerda en una conversación con Público que ya entonces, cuando el Colegio de Médicos envió el comunicado, la Societat "no se reconocía del todo en esas palabras".

Si bien reconoce que "de entrada" les costó "aprender, entender y digerir el concepto violencia obstétrica", pues a su modo de ver "el termino puede sugerir que existe voluntad de causar daños", cuando "eso es evidente que va en contra de sus principios", también asegura que aunque les "incomodaba", no podían negar su existencia. "Seguir ese camino nos alejaba de las mujeres, que son nuestras pacientes", detalla Porta. 

"Es un término que de entrada genera rechazo, duele. Pero la reivindicación feminista está liderando este debate y es lógico que se aborde este tema. Si se hablara de violencia sanitaria igual habría menos reticencias a aceptarlo", expresa Porta. Desde hace ya casi tres años, la SCOG trabaja con un grupo de expertos cuyo objetivo es "la prevención, entender el concepto y poner datos a lo que ocurre, investigar, sensibilizar, a introducirlo en el currículo con los residentes". En la misma línea, la organización ha trabajado en conjunto con el departamento de Salud, Igualdad y Feminismo de la Generalitat.

Porta destaca que, según los datos de la SCOG que se recogieron tras una encuesta realizada a más de 2.000 mujeres, más del 90% han tenido una buena experiencia en su proceso reproductivo. "Aquellas prácticas que pueden calificarse como violencia son pocas, eso nos permite identificar aquellas áreas en las que podemos mejorar", apunta.

A su vez, el presidente de la Societat pone de relieve que cuando se ha encuestado a 700 profesionales sobre su percepción de violencia "existen bastantes diferencias en función de si es hombre o mujer, y según la edad. Ellas aceptan más el concepto, a pesar de que al 50% le resulta incómodo. Esto nos permite dirigir nuestras actividades", explica.

Oriol Porta, ginecólogo y presidente de la SCOG: "El debate sobre la violencia obstétrica implica un proceso de deconstrucción"

Mirándose a sí mismo y analizando su propia carrera, Oriol afirma que este debate le ha hecho "pensar mucho" y considera que ha crecido profesionalmente, "pero también es incómodo porque implica un proceso de deconstrucción de lo que has aprendido, de cómo has socializado". En todo caso, el doctor remarca que la SCOG "es plural" y que son "muy conscientes de la diversidad de opiniones existente entre los profesionales catalanes, también de los que se muestran molestos por que se haya constituido el grupo de trabajo", y que respetan "profundamente su malestar y su punto de vista".

A modo de autocrítica, aunque Porta advierte de que "no se puede mirar con ojos de hoy lo que hicimos ayer, ni con ojos de ayer lo que hacemos hoy", reconoce que su "mayor fallo" está en la comunicación: "Nosotros aprendemos a manejar la situación a nivel fisiológico, técnico, pero la desinformación les genera mucho malestar y hace que se sientan muy solas".

La necesidad de un abordaje integral 

Si, como se viene señalando, no se trata de una acusación individual, sino de una enmienda a la totalidad a un sistema que se ha construido en un contexto misógino y patriarcal, para desarticular esta serie de dinámicas aprehendidas "es necesaria la cooperación con expertos que procedan también del ámbito de las Ciencias Sociales. Es decir, un abordaje integral", defiende Serena Brigidi, presidenta del Observatorio de la Violencia Obstétrica en España y profesora en la Universitat Rovira i Virgili. 

"La violencia obstétrica tiene que ver con cómo se construye la sociedad y la visión de las mujeres, las construcciones de roles de género, así como las construcciones de roles dentro de la misma facultad de Medicina y de los hospitales. Tiene que ver con estas estructuras y, por lo tanto, implica el trabajo de diferentes profesionales tanto en términos de salud sexual y reproductiva, como a nivel social", expresa Brigidi. La experta compara el rechazo que ha suscitado este concepto con el que generó en su momento la violencia de género: "No por negarla va a dejar de existir y provocar daño".

Serena Brigidi: "Seguimos dentro de un modelo biomédico paternalista, sexista, androcéntrico"

La antropóloga médico apuesta por trabajar desde el ámbito físico, emotivo y espiritual, pero "no olvidarnos de atender a las condiciones laborales de los profesionales". "Cuando hablamos con las matronas o con la obstetras nos enseñan las instalaciones en las que trabajan y ni siquiera tienen luz natural porque están normalmente bajo tierra. También denuncian que trabajan en turnos enormes y, como no puede ser de otra forma, acaban agotadas", lamenta Brigidi. Su contexto laboral, advierte, determina su capacidad para trabajar también.

Desde otro punto de vista, la presidenta del Observatorio de la Violencia Obstétrica hace un llamamiento para intervenir a nivel educativo y pedagógico en la la representación del parto, la educación sexual o la representación de la familia. "Las mujeres llegamos a parir y prácticamente nunca conocemos nuestros cuerpos. Hay una censura constante para no entender y no disfrutar de nuestro cuerpo", arguye.  

"Tenemos que tener claro que eliminar la violencia obstétrica no consiste en decir a los ginecólogos que dejen de hacer episiotomías. No es una cuestión de índices, sino cualitativa. Por ello, es fundamental tener también muy presente que a quien más afecta esta violencia, como todas las demás, es las personas vulnerables o vulneradas por el sistema. Se amplifica si eres migrante, pobre, en definitiva, si perteneces a minorías. Esto también revela el hecho que seguimos dentro de un modelo biomédico paternalista, sexista, androcéntrico y con aspiraciones universalistas que no funcionan", concluye Brigidi.

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