a coruña
Actualizado:Durante los cuatro años de legislatura en los que En Marea tuvo representación en el Parlamento de Galicia (2016-2020), circulaba un chiste recurrente: "¿Qué es En Marea? El Punto Limpio del BNG". La creación y autodestrucción de En Marea, como la de todos los experimentos de confluencia, fue rápida y rabiosa. Desde los 200.000 votos de Alternativa Galega de Esquerdas (AGE) en las elecciones gallegas de 2012 hasta los 54.000 que sumaron En Marea y Galicia en Común en 2020, pasaron ocho años de alta intensidad, éxitos que parecían no conocer límites y una rápida disolución retransmitida en directo por los medios de comunicación. Fue una década de rock and roll, con su punto álgido en 2015, en los meses que van desde mayo –con la llegada a las alcaldías de A Coruña, Santiago y Ferrol y la entrada en otros ayuntamientos urbanos– a diciembre, cuando uno de cada cuatro electores gallegos votó la candidatura de Podemos-En Marea-Anova-IU en las elecciones generales, superando el PSdeG-PSOE y pronosticando la posibilidad de una alternativa a la hegemonía del PpdeG.
En el último capítulo de abril de Carretando, el podcast donde un grupo de estudiantes de último curso de Periodismo y Ciencias Políticas de la Universidade de Santiago elaboran reportajes sonoros sobre política gallega, reunieron a Martiño Noriega y a Xulio Ferreiro – exalcaldes de Santiago y A Coruña– para hablar sobre lo que supuso para ellos este paréntesis de confluencias. Ambos señalan el 15M como punto de partida en esa materialización del descontento político y social que recorría las democracias occidentales, sobre todo, las del sur de Europa. Los dos dicen que se aproximaban a las plazas, grababan vídeos y manifestaban su apoyo en los debates y asambleas en aquella segunda mitad de 201
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Manuel Martínez Barreiro, coordinador de campaña de En Marea en las elecciones de 2016 resume los puntos sobre los que confluían todas aquellas propuestas: "Las fuerzas políticas nacidas del 15M, las organizaciones rupturistas y las mareas municipalistas fueron determinantes para fijar algunos enunciados críticos sobre las oligarquías partidarias; las carencias en la relación representantes-representados; las desigualdades generadas de las políticas 'austeritarias'; y el carácter autoritario de los consensos del Régimen del 78, y su baja calidad democrática. Pero también la urgente necesidad de feminizar la política, las instituciones y las organizaciones, y la importancia transformadora de las políticas de proximidad". Forma y fondo.
Durante la década de los años diez, los objetivos marcados por los nuevos partidos se conjugan entre la necesidad de abrir las organizaciones a nuevas formas de expresión política, y la de transformar las políticas públicas en soluciones para los "problemas reales" de los ciudadanos. La Gran Recesión despertó una participación política que llevaba décadas dormida. El proceso se inició con una expresión desorganizada y desestruturada, en la que se manifestaba una enmienda a la totalidad del sistema democrático nacido de la Constitución Española del 78, y que posteriormente activó la protesta ciudadana.
Surgen nuevos conflictos en la comunidad, y los partidos tradicionales no son capaces de atenderlos. Sus estructuras se mueven como trasatlánticos y no son capaces de dar respuestas a una sociedad que pide cambios en el contenido del mandato y en la forma de ejercerlo. En este contexto, donde la representación institucional se percibe deslegitimada, varios teóricos llaman a la superación del conflicto –elemento básico para la formación de partidos– por la puesta en común de las demandas. Un modelo donde la cooperación sustituya la competición tradicional.
Xaime Subiela, politólogo y autor del ensayo ¿Para que nos sirve Galicia? (Galaxia, 2013), exconcelleiro de Ames Novo y coordinador de En Marea en el Congreso de los Diputados, escribe: "Elinor Ostrom [politicóloga y primera mujer Premio Nobel de Economía, en 2009] demostró que existe un espacio procomún entre el mercado y el Estado construido en un ámbito de lo social. Este espacio es de todos y de nadie, y se conforma a través del diálogo y la negociación entre individuos y grupo, pudiendo ser perfectamente eficiente para sistemas complejos. Hay inteligencia colectiva más allá del Estado y del mercado, precisa la cooperación, el aprendizaje del pasado, e instituciones y normas que refuercen la confianza mutua".
Barreiro lo traslada a los espacios electorales. "En Galicia, se evidenció la existencia de un pluralismo político mucho mayor del que cabría insertar en el sistema de partidos heredado del fraguismo. Se cuestionó la idea de que a cada espacio ideológico le correspondía una única fuerza de representación (el PP para el campo conservador, el progresismo para el PSOE y el nacionalismo para el BNG), se ensayaron alternativas transversales que rebosaban los viejos marcos ideológicos, incorporaban nuevas ‘identidades políticas mestizas’ y concedían mayor relevancia a los colectivos sociales damnificados por la crisis económica de 2009".
Manuel Darriba, escritor, periodista y coautor, con Daniel Salgado, de AGE. A emerxencia da Alternativa Gallega de Izquierdas (2.0 Editora, 2013), matiza los orígenes de las confluencias: "El prólogo está en Amio más que en el 15 M". Darriba se refiere al congreso de 2012 del BNG, donde distintas corrientes abandonaron el partido. Meses más tarde nacía Anova, con Xosé Manuel Beiras a la cabeza, germen de AGE, que se unió con IU (liderada entonces por Yolanda Díaz) en una coalición creada aprisa y para unas elecciones adelantadas. "Tanto AGE como las Mareas y partidos de confluencia nacen como un espacio a la izquierda del PSOE. Hay una necesidad de priorizar, dentro de la propia izquierda, los aspectos sociales, la calidad de vida, los servicios públicos y la limpieza en política, frente a los aspectos identitarios, que desde mi punto de vista, representaba el BNG", dice Darriba. De ahí nacen esas "identidades políticas mestizas" que poco a poco se van articulando a través de organizaciones con vocación de transformar la sociedad. Y la única manera de hacerlo es con órganos de representación institucional. Es decir, con partidos políticos.
Partidos
Durante la década de los años diez, el electorado se fragmentó en trozos y estaba dispuesto a probar cosas nuevas. Los partidos con historia cargaban con un lastre en lugar de sustentarse en unos sólidos cimientos. El bipartidismo, y cualquier otro partido que tuviera aroma antiguo, sonaba a viejo. José Rama, profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid e investigador especializado en populismos, subraya los aciertos transformadores de las Mareas: "No hay que quitarle valor a lo que supusieron para la política española y, sin duda, también para la gallega. Estos partidos cuestionaron las fuerzas del establishment, señalaron algunos de los mayores problemas de la política española e incorporaron cambios fundamentales. La gran contribución de las Mareas fue a acertar con el diagnóstico de la crisis, aunque no dieron con las soluciones".
Daniel Salgado, periodista, escritor y coautor, con Martiño Noriega, de A contradición permanente (Xerais, 2018), incide en esa cuestión: "Entiendo que la cadena de experimentos políticos que inicia AGE y finaliza abruptamente en las autonómicas de 2020 consiguió introducir en el debate general asuntos hasta el momento desaparecidos, o por lo menos no centrales. Pienso en el derecho a la vivienda, en la recuperación de servicios para lo público, en los límites físicos del planeta, en la relación entre representantes y representados, en las rentas sociales no asistenciales, en los intentos de ampliar la participación ciudadana en la gestión cotidiana, en el discurso sobre la ética en política…".
En Marea buscaba aglutinar culturas políticas diferentes alrededor de una serie de ideas básicas comunes. Todas las personas que participaron en En Marea consultadas para este reportaje hablan del "mínimo común"; una serie de principios elementales sobre los que las distintas organizaciones y agrupaciones que se integran en En Marea estaban de acuerdo, y que van en dos direcciones. Por una parte, la preeminencia de la política social. Por el otro, un saneamiento democrático de los partidos políticos. "La nueva cultura política era muy exigente en términos éticos y democráticos", dice Barreiro.
El mínimo común no fue pegamento suficiente para ordenar la heterogeneidad y la débil estructura de un partido que nacía como instrumento, pero que aspiraba a algo más. Santiago Fernández Rocha fue el candidato de Lugonovo en las municipales de 2015. Obtuvo tres representantes y provocó la salida de López Orozco de la alcaldía tras dieciséis años: "Nunca supe cual era ese mínimo común. Cuáles eran los puntos en los que estábamos de acuerdo". Rocha abandonó la política en 2017. "Intenté llegar a acuerdos con la alcaldesa (Lara Méndez, PSdeG) pero me pararon los pies varias veces desde dentro. La organización pasó a ser un instrumento de las élites que componían la propia organización".
Desencuentros
La historia de las Mareas es una historia de desencuentros, de conflictos internos y de rupturas. Barreiro desgrana la composición de En Marea: "En Galicia había dos corrientes para reorganizar la izquierda. Una, como reacción a las formas de organización tradicionales del bipartidismo (y del BNG) que pretendía crear otras organizaciones alrededor de propuestas de ruptura con el Régimen del 78 o de la Europa 'austeritarista' de la Troika. La segunda, también rupturista, apelaba fundamentalmente al protagonismo de la ciudadanía y ponía énfasis en las políticas de cercanías y en la construcción desde abajo de estructuras confederales que habían salvaguardado la autonomía de las partes. Sobre esta materia se construye la Marea Atlántica y el núcleo duro del movimiento de Mareas en Común".
En el primer grupo están los partidos Anova, Podemos e Izquierda Unida, cada uno con su cultura política distinta y sus propias respuestas a los conflictos clásicos del sistema político gallego. En el segundo, estarían los no adscritos; gente que viene de las mareas municipalistas, y nuevos simpatizantes que se aproximan a la política desde posiciones no partidarias. En Marea, durante un tiempo, disimula toda esa atomización. Militantes y no militantes entienden que lo importante es la nueva organización y sus objetivos más inmediatos, y que las distintas hojas de ruta trazadas por cada partido deben quedar en un segundo plano.
Pero pronto, cada partido y cada grupo que se va formando dentro de En Marea comienza a buscar su sitio con vistas al futuro. Se desencadena una batalla por el espacio electoral, por el control del discurso y, en su última etapa, por los recursos. Podemos, además, cree que su aportación electoral a la coalición es mucho más amplia del que la organización le devuelve.
Barreiro también señala la Podemos como elemento fundamental del proceso de descomposición: "Tras la quiebra de En Marea, cuando mayor era la voluntad de Unidas Podemos (en realidad de Podemos) de hegemonizar partidariamente el espacio de ruptura, mayor era su deseo de rebajar el peso político del municipalismo en el espacio rupturista. Paradójicamente, se pasó de las ‘Mareas de Podemos’ (pese la que Podemos era fuerza minoritaria) a refundar la alternativa electoral en las generales prescindiendo de las Mareas y de la referencia a la soberanía de Anova. Si esa relación se deterioró no fue por el 'cantonalismo' de las Mareas".
Elba Maneiro, politóloga e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidade de Santiago, recuerda la falta de implantación territorial de Podemos en esa fase final que provocó la caída definitiva de un proceso ya agotado: "Para Podemos, Galicia tan sólo suponía un paso previo para dar el salto a la política estatal. La figura y candidatura de Antón Gómez-Reino es el ejemplo más escandaloso. Su campaña por la presidencia de la Xunta olía a despreocupación por todos los lados. Pero también pienso en otros casos como el de Ángela Rodríguez, Pam. ¿Realmente pensaron que su campaña en Galicia fue convincente? ¿O más bien un paso más en su carrera de cara a la política estatal?"
.Salgado cree que lo que vimos en los medios era solo la escenificación de una ruptura, pero que el fin de En Marea se debe la que su tiempo ya había pasado: "Hubo un cambio de ciclo económico y social, una estabilización y cierta reanimación macroeconómica. La coyuntura cambió, y el humor social en que habían brotado estos experimentos, también. Las organizaciones tuvieron dificultades para leer la nueva situación. El escaso músculo militante y cierta despreocupación por extenderse socialmente las hicieron altamente vulnerables la estos giros coyunturales. Al tiempo, la evolución socioeconómica de la situación provocó que los intereses de las partes implicadas adquirieran cada vez mayor peso, y el terreno común se fue diluyendo".
En el verano de 2019, un año antes de las elecciones al Parlamento de Galicia, el grupo parlamentario de En Marea se rompe en dos mitades. La versión oficial fue el registro de la candidatura de José Manuel Sande como propuesta de senador por designación autonómica por parte del sector crítico del propio grupo parlamentario. Extraoficialmente, todos coinciden en que aquello fue la representación de un divorcio que se había iniciado mucho antes. El año anterior no se logró el ansiado grupo parlamentario propio gallego en el Congreso, y el apoyo a los presupuestos de 2019 dividió a En Marea. "Por decirlo en términos médicos, la autopsia señala un deceso debido a múltiples fallos orgánicos", resume Barreiro.
Legado
Las Autonómicas de 2020 certificaron la defunción de En Marea y la resurrección del BNG, que recuperó todo el electorado perdido (311.340 votos y un 23,79%). El Parlamento de Galicia volvió al viejo tripartidismo que dominó la escena política gallega durante los diecinueve años anteriores, esta vez con el BNG de Ana Pontón como principal partido de la oposición, algo que no pasaba desde las elecciones de 2001. Las expectativas de los experimentos de confluencia eran altas. Posiblemente, por la rápida respuesta del electorado. Una vez echado el candado, cabe preguntarse por sus efectos en el sistema político gallego. La mayoría de las personas implicadas activamente en las Mareas resumen la experiencia como una frustración. "No se podía repartir el poder. Y no tener el poder desgasta mucho", recuerda Fernández Rocha.
Barreiro es crítico con la estructura organizativa: "Se esperaba un funcionamiento distinto de los grupos parlamentarios de En Marea, pero el desencanto o desafección tuvo más que ver con la incapacidad de gestionar la pluralidad política de la organización. También por la imposibilidad de hacer un espacio de participación para la gente que deseaba una nueva izquierda como fuerza de cambio y una pieza para sostener un gobierno alternativo al de la derecha en Galicia".
En opinión de Darriba, "el legado que dejan las Mareas es un BNG fortalecido y consciente de que el electorado es diferente. El BNG hoy es más social y más feminista". Rama coincide en esa transformación del BNG como una de las consecuencias más inmediatas. "Parece incorporar esas dimensiones que fueron dominantes en las Mareas. Mientras que la componente nacionalista gallega siempre estuvo presente en el BNG, los últimos comicios ponen de manifiesto que la apuesta por la transversalidad, el énfasis en el ecologismo y en el feminismo, y la mirada hacia los núcleos más urbanos y la gente más joven hizo del BNG una formación atrapalotodo, llegando a ser la fuerza principal de oposición y a presentarse como opción viable de Gobierno". Barreiro no ve tan clara esa transformación: "Creo que es un error asumir que el trasvase de votos entre En Marea y el BNG se va a mantener. Su resultado fue coyuntural: el BNG creció porque el partido con el que desputa el espacio de la izquierda estaba en plena descomposición, y el PSdeG en permanente estado de espera".
Nadie tiene nostalgia de En Marea o, por lo menos, nadie la expresa. No hay un recuerdo mítico de lo que pudo ser y no fue, porque se intentó, se buscaron las posibilidades reales de materialización, se fracasó y murió el cuento. El espacio que se abrió a principios de la década de los diez parece cubierto por el momento, y las ganas de experimentar con nuevas herramientas de representación están, ahora mismo, agotadas. Los tres viejos partidos gallegos viven un momento de reconcentración, pero como recuerda Rama: "La experiencia de los últimos años abre la puerta a que nuevos ‘empresarios’ políticos se atrevan a desafiar los partidos tradicionales, que ya se mostraron incapaces de ser permeables a muchas de las nuevas demandas de los electores". Las respuestas al descontento y a la desafección política pueden abrirse tanto en la izquierda como en la derecha, como se está viendo en toda Europa. Si los diez fueron rápidos y rabiosos, nos preparemos para unos violentos años veinte.
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