bruselas
Como dice Pepe Mujica, la política es la lucha por la felicidad de todos. Esto es lo que hace Alfonso Gómez Cruz, el gallego hijo de emigrantes que desde el miércoles pasado, 7 de junio, será alcalde de Ginebra. Un gallego de ley, formado, ecologista, activo, sereno, humilde, solidario.
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Le conocí hace muchos años, un sábado por la tarde en Suiza. Recuerdo que llovía mucho y que íbamos recorriendo centros como Nosa Galicia. Yo era asistente de Camilo Nogueira, eurodiputado, y el BNG me enviaba recorrer los lugares de la emigración gallega algunos fines de semana, así que acabé en un estudio de radio hablando con una gente que hacía una audición radiofónica en gallego, Xesús, Baldomero, y coincidió que aquel día también andaba allí Alfonso.
Me pareció muy inteligente. Por entonces aún trabajaba en Acnur y no estaba en política activa. Con los años fuimos hablando y yo le avisaba cuando pasaba por allí. Cuando su implicación política pasó a la responsabilidad representativa, empezaron a llamarle "el ecolo". Volvimos a tener mucho contacto por distintas acciones y visitas. Allá fuimos Ana Pontón y yo y hablamos de urbanismo, de ecología y energía, de democracia e internacionalismo. Fue la última vez que nos vimos, con la gente del Bloque de Suiza, cuando nos invitó para ir a la investidura, en ese gallego de Corme tan hermoso.
En 2015 estuvo en Bruselas con la plataforma de emigrantes retornados y allá vino, al fin y al fin y a la postre, él también era producto de la emigración, receptor de quejas e interlocutor in situ. Siempre habáblamos de política, de esos sueños de transformación de la sociedad. Alfonso coge la bici y se marcha cara una nueva etapa en su esperanza colectiva de cambiar lo establecido, de cambiarle a la vida a la gente, de procurar una sociedad menos racista y menos consumista, comprometida con un modelo que luche contra el capitalismo devorador y la emergencia climática.
A Alfonso hay que importarlo, en un proceso de emigración al revés. Sentimos orgullo de él, es un hombre de ley, como cuando de niño le llamaban, en Corme, O Fonso da Suiza. En estos años nunca perdió su origen, ni la esencia, la memoria, el enfoque de lo público, ni el repique. Es de los nuestros, del país, del pueblo. Galicia tiene un alcalde más allá en la tierra a donde llegaron tantas gallegas y gallegos.
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