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Yemen: dos años de guerra estéril silenciada

Arabia Saudí, a la cabeza de una coalición de diez países árabes, lanzaba el  25 de marzo de 2015 una ofensiva aérea que daba inicio a la guerra en Yemen contra los rebeldes hutíes.

Un niño pasea entre los escombros en Yemen.

El 25 de marzo de 2015, Arabia Saudí, a la cabeza de una coalición de diez países árabes, lanzaba la ofensiva aérea que daba inicio a la guerra en Yemen contra los rebeldes hutíes.

Para comprender los acontecimientos que motivaron la guerra hay que remontarse a 2011 con la Primavera Árabe. A semejanza de sus países vecinos, una gran cantidades jóvenes universitarios yemeníes provenientes de las áreas urbanas salieron a las calles para protestar contra el presidente Saleh tras más de tres décadas en el poder.

A pesar de las similitudes con los gobernantes tiránicos de la zona (Libia, Egipto o Túnez) y las dinastías monárquicas (Arabia Saudí, Bahréin o Qatar), Yemen siempre ha sido la avanzadilla del mundo árabe en cuanto a la experimentación de diferentes sistemas democráticos; y gozaba de mayor libertad de expresión y de instituciones parlamentarias.

El descontento también se manifestó por el apoyo decisivo de Saleh a Estados Unidos en su lucha contra el terrorismo de Al Qaeda. La CIA utilizó desde 2009 al territorio como laboratorio de los ataques con drones.

Ofensivas de aviones no tripulados que, como recoge Javier Jordán -profesor Titular de Ciencia Política de la Universidad de Granada-, han pasado totalmente desapercibidas a pesar de igualar en número a los ataques aéreos en Pakistán.

Como en todo régimen autoritario, la corrupción y el intento de acaparar mayor poder llevaron a que la gente llenará las plazas de las tres principales ciudades: Adén, Saná y Taiz.

En estas tres ciudades -como en la experiencia egipcia, libia o tunecina- pasaron de pedir mayores reformas democráticas a exigir la cabeza de Saleh. Tras un intento de asesinato que le abrasó la mitad del cuerpo, en 2012 el Consejo de Cooperación del Golfo liderado por los saudíes obliga a dimitir a Saleh en detrimento de su vicepresidente Abdi Rabo Mansur Hadi.

El ya expresidente acusa a Estados Unidos y Arabia Saudí de estar detrás de su derrocamiento, a pesar de que hasta entonces ambos países eran su principal sostén.Saleh pasa un segundo plano y comienza a mover los hilos de una futura alianza inédita con los hutíes, enemigos históricos del líder yemení.

Dos mujeres caminan cargadas en Sanaa,Yemen. REUTERS/Khaled Abdullah

Dos mujeres caminan cargadas en Sanaa,Yemen. REUTERS/Khaled Abdullah

Los zaidíes, rama del movimiento chií, libraron encarnizadas luchas contra Saleh. La más decisiva fue en 2004, cuando el asesinato de su líder al Houthi por parte del gobierno motivó el cambio de denominación por el de hutíes.

Esta alianza es propia de la idiosincrasia de Yemen, un país en el que históricamente las alianzas y las enemistades están en constante cambio por su naturaleza tribal.

El papel de Hadi será clave, incapaz de encauzar la transición y de acabar con las luchas intestinas entre tribus y facciones político-religiosas. En ese caos aparecen con fuerza los hutíes desde el norte del país que, aliados con Saleh y con la mayor parte del ejército a su favor, alcanzan la capital Saná en septiembre de 2014.

El avance de los zaidíes hacia el sur desencadena la intervención inmediata de la coalición árabe, ante el riesgo de que los rebeldes lleguen a Adén donde se asienta el presidente Hadi. En los dos años que se acaban de cumplir del inicio de la guerra, el conflicto se mantiene prácticamente inamovible.

Para Ignacio Gutiérrez de Terán, catedrático del departamento de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid, se está viviendo una especie de guerra de trincheras: “Aunque sí es cierto que en un primer momento la coalición árabe consigue frenar el avance de los huties para que no entrarán en Adén, no logran expulsarlos hacia el norte y la batalla sigue librándose entre Taiz y Saná”.

El reparto de territorio sigue manteniéndose con los hutíes asentados desde el norte hasta la capital Saná y Hadi con la estratégica ciudad sureña de Adén, que alberga el principal puerto del país e impide la entrada de cualquier ayuda humanitaria desde hace ya dos años.

La campaña de la coalición encabezada por Arabia Saudí ha estado centrada desde sus inicios en bombardeos aéreos sobre infraestructuras estratégicas. El aeropuerto de la capital Saná, el puerto de la ciudad de Al-Hudayda, puentes y hospitales -como el de Médicos Sin Fronteras en el noroeste de Yemen- han sido objetivo de las bombas saudíes.

“La fuerza de ambos bandos es muy desigual y abarca estrategias diferentes. La coalición de países árabes dispone de una amplia capacidad aérea, pero no tienen fuerzas terrestres capaces de enfrentar a los hutíes. Estos llevan luchando contra el gobierno desde 2004 y tiene mucha práctica en enfrentamientos terrestres, además del ejército fiel a Saleh, milicias y tribus armadas”, detalla Ignacio Gutiérrez de Terán.

Partidarios del movimiento Houthi en una protesta en Sanaa.REUTERS/Khaled Abdullah

Partidarios del movimiento Houthi en una protesta en Sanaa.REUTERS/Khaled Abdullah

“Es una guerra y los dos bandos están intentando camuflar las atrocidades que están cometiendo. Los hutíes han bombardeado también residencias, escuelas y hospitales. Los desvaríos y excesos son por las dos partes, unos aéreos más agresivos e indiscriminados y otros por tierra de menor intensidad”, añade para no llevarnos a engaño.

El estudio realizado por el grupo humanitario Yemen Data Project constata que uno de cada tres bombardeos realizados por la fuerza aérea saudí han ido dirigidos contra la población. Desde el inicio del conflicto la coalición ha lanzado 8.600 bombardeos, de los que 3.150 iban destinados a objetivos civiles. Las Naciones Unidas han documentado el reclutamiento de 762 niños desde el inicio del conflicto, el 72% pertenecientes al bando hutí.

Este estudio de hace un año también recoge los asesinados durante la guerra: el 20% total de los asesinados corresponden al bando hutí, el 80% restante corresponde al bando saudí.

Además, Amnistía Internacional ha documentado el uso de bombas de racimo prohibidas internacionalmente por parte de la coalición.Esta situación ha desencadenado una auténtica crisis humanitaria en uno de los países más pobres de la zona antes del inicio del conflicto.

La guerra ha acabado con la vida de 12.000 civiles, ha generado 3 millones y medio de desplazados internos y el 83% de la población yemení necesita ayuda humanitaria. La única ONG española presente en el país del sur de la Península Arábiga -fundada por tres mujeres barcelonesas- ha repartido ayuda a 10.000 personas, gracias a la labor de una mujer yemení extrabajadora de una compañía aérea.

Su presidenta Eva Erill denuncia la catástrofe humanitaria que está viviendo el país con el beneplácito de la ONU: “El organismo ha tomado partido descaradamente a favor de Estados Unidos que apoya a Arabia Saudí en la guerra. Debería haber declarado la hambruna en Yemen hace mucho tiempo y no la está declarando por intereses políticos.

A woman holds her malnourished child at a malnutrition intensive care unit in Yemen's capital Sanaa April 6, 2016. REUTERS/Khaled Abdullah

Una mujer tiene en brazos a un niño yemení que sufre desnutrición  2016. REUTERS/Khaled Abdullah

Las Naciones Unidas es un organismo norteamericano, con socios americanos y que tiene como director de derechos humanos a Arabia Saudí”. Los ataques de la coalición cuentan con el apoyo militar y logístico de Estados Unidos y Reino Unido, y con el beneplácito de las Naciones Unidas a través de la resolución 2216 del Consejo de Seguridad de abril de 2015 (por omisión de China y Rusia). Decisión que también impone únicamente un embargo de armas al bando de los hutíes.

El profesor Gutiérrez de Terán resume así la posición del organismo en el conflicto de Yemen: “Lo que hace la ONU es mantenerse al margen. No se posiciona contra la intervención externa, pero da un apoyo tácito a la misma, con críticas de vez en cuando a los bombardeos de civiles y hospitales por parte de ambos bandos. Los estadounidenses han neutralizado su posible capacidad de reacción, sin que los rusos demuestren mayor interés, porque a su vez quieren que les dejen hacer en Siria”.

Desde los medios ciertos analistas han tratado de mostrar la guerra de Yemen como un escenario más de confrontación entre las dos potencias regionales, Irán y Arabia Saudí.

En opinión de Eduard Soler -investigador para los asuntos de Oriente Medio de la fundación CIDOB- esta afirmación dista de la realidad puesto que el apoyo de ambas potencias es claramente asimétrico: “Hay una implicación dispar de Arabia Saudí e Irán por el propio papel que ambos países dan a Yemen en su lucha geopolítica. Para los iraníes es un conflicto a una cierta distancia de su territorio y en el que no participan con tropas sobre el terreno, pero Arabia Saudí tiene una implicación total en el conflicto porque Yemen está en su patio trasero. Si los hutíes perdieran la guerra no supondría un revés vital para los ayatolás, pero Arabia Saudí ha hecho una apuesta muy fuerte en un momento de sucesión dinástica. Por eso, las decisiones que ha tomado Arabia Saudí son más desesperadas y comportan muchos riesgos”.

Arabia Saudí siente una especie de psicosis colectiva por el papel preponderante que está tomando Irán en la región, aunque todo parece indicar que van a contar con el apoyo decisivo de Donald Trump durante su primer mandato.

De hecho, el primer ataque exterior de la era Trump ha sido en Yemen mediante el uso de drones. “Los saudíes miran el mapa y ven cómo los iraníes han ido tomando influencia en Líbano con Hezbollah, en Irak con el gobierno chií teniendo un papel activo en la ofensiva de Mosul, en Yemen con los hutíes y en Siria con la guerra favoreciendo a Assad.

A Irán le interesa que Arabia Saudí esté lo más distraída posible en Yemen y que esté lo suficientemente débil para que no sea una amenaza, pero tampoco tiene interés en verse obligada a implicarse militarmente”, opina el investigador del CIDOB para Oriente Medio.

Armas "made in Spain" en Yemen

Junto al apoyo de la coalición dirigida por Arabia Saudí, Estados Unidos y Reino Unido se han postulado en el conflicto liderando el ranking de venta de armas a los Saud.

Amnistía Internacional, que lleva denunciando esta situación desde 2015, aprovechó el segundo aniversario de la guerra yemení para recordar las vergonzosas cifras detrás de la guerra: “Estados Unidos y Reino Unido juntos han transferido armas por valor superior a los 5.000 millones a Arabia Saudí. Cifra diez veces superior a los 450 millones de dólares que ambos países calculan que han gastado en ayuda humanitaria para Yemen”.

El portavoz de la organización Carlos Escaño lanza un mensaje claro a ambos países: “Los estados deben de garantizar que no suministran armas a ninguna de las partes en el conflicto armado y la comunidad internacional debe imponer un embargo de venta de armas a todas las partes, no solo a una”.

Foto de archivo de un grupo de rebeldes Houthis. REUTERS/Khaled Abdullah

Foto de archivo de un grupo de rebeldes Houthis. REUTERS/Khaled Abdullah

Entre 2014 y 2016 la venta de armas españolas a Arabia Saudí alcanzó su récord histórico con 900 millones de euros en armas como granadas de mortero, torpedos y misiles; situándose como el tercer exportador mundial de armas a la monarquía saudí.

En los últimos tiempos, la implicación española se ha hecho visible debido al anuncio de la fabricación de cinco corbetas en los astilleros de Cádiz por parte de la empresa Navantia (a punto de culminar la venta).

Desde Amnistía Internacional y Solidarios Sin Fronteras coinciden en señalar que estos buques de guerra, y su posterior venta a Arabia Saudí, servirán para mantener el bloqueo naval y aéreo al que tiene sometida la coalición árabe a la población yemení.

Las corbetas seguirán impidiendo la entrada de combustibles, agua, alimentos y asistencia médica, y obligará a ONGs como Solidarios Sin Fronteras a tener que seguir dependiendo del mercado negro y de los pequeños comerciantes para abastecer a la población en las ciudades y en campos de refugiados improvisados como el de Amran.

El Centre Delàs d'Estudis per la Pau dedica gran parte de su actividad a desvelar las entidades financieras que se ocultan detrás del comercio mundial de armas. En su estudio de la llamada ‘banca armada’ han detectado la financiación oculta de la guerra.

“El crédito de Bankia a Navantia por un montante de 30 millones, o de BBVA por 81 millones, van a manos de la empresa en un momento en el que están cerrando un acuerdo con Arabia Saudí para la venta de cinco corbetas”, detalla Jordi Calvo.

El fin del conflicto en Yemen, un horizonte lejano

Si bien los dos años de conflicto han generado un gran número de muertes, desplazados y 19 millones de personas que necesitan ayuda humanitaria, el conflicto ha permanecido silenciado para la opinión pública occidental.

Los expertos subrayan el factor de proximidad como la principal clave para entender porque Yemen no tiene la transcendencia de Siria en los informativos. “Yemen no supone un quebradero de cabeza para la Unión Europea, como sí lo ha sido Siria por la llegada de refugiados y los ataques yihadistas. La tragedia humana es comparable, pero estamos ante un desplazamiento interno de refugiados y cuando hay refugiados están tan desesperados que intentan llegar a un país tan inestable como Somalia”, explica Eduard Soler del CIDOB.

Para Eva Erill, presidenta de Solidarios Sin Fronteras, hay un elemento perverso y es considerar refugiados únicamente a los que tocan nuestro estado del bienestar:

“El yemení, a diferencia del sirio, era mucho más pobre antes de la guerra y la relación con Europa era inexistente. En cambio, Siria era un país turístico con frontera con Turquía y había una clase media que es la que está intentando llegar a Europa.

Un militante Houthi juega con un balón de fútbol en Sanaa.REUTERS/Mohamed al-Sayaghi

Un militante Houthi juega con un balón de fútbol en Sanaa.REUTERS/Mohamed al-Sayaghi

Un yemení es tan pobre que no puede permitirse pagar a mafias y Europa es un destino imposible”. En el horizonte, Yemen parece estar abocado a ser un conflicto enquistado más en la región. Con visos de parecerse más a Libia que a Siria, países como Rusia o Irán no tienen interés en una pelea a cara de perro con Arabia Saudí, la guerra permanecerá latente si no se produce algún avance o suceso que soflame nuestras conciencias.

Como un posible desarrollo de Al Qaeda en la Península Arábiga (AQBA), sostiene el profesor Ignacio Gutiérrez de Terán: “La intervención saudí está generando una adhesión a sus filas, que era supuestamente una de las razones por la que decían que había que intervenir en Yemen.

La organización terrorista está encontrando un caldo de cultivo en aquellas regiones que tradicionalmente han estado al margen del poder central, donde mandan las tribus y los clanes armados que controlan territorios”.

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