ROMA
La sombra del racismo no termina de desaparecer en Italia. O, por lo menos, en los últimos días, éste ha vuelto a estar, sin duda alguna en la primera línea del debate público, tanto en la calle como en los medios de comunicación. Dos homicidios ocurridos en los últimos días han desencadenado una nueva ola de indignación, de forma unánime, entre los transalpinos.
Lo que sí está dividiendo a los italianos, sin embargo, es la lectura que se está haciendo de ambas muertes acerca de su origen y contexto. Según el suceso específico, los opinantes tienen argumentos opuestos, que a menudo se intercambian, entrando en contradicción. Para unos, dichos homicidios son la consecuencia de una cultura "racista" y "fascista". Para otros, se trata de un problema vinculado a la "inmigración" y, según otros tantos, es una cuestión de "simple violencia".
Willy Monteiro Duarte, de 21 años, falleció una madrugada de hace dos fines de semana en Roma. Eran las cuatro de la mañana cuando, al volver hacia casa con unos amigos, percibió que había una pelea. Al prestar atención a la misma, se dio cuenta de que el que está siendo agredido es un excompañero de clase y decidió intervenir. Los cuatro agresores allí presentes, de entre 22 y 26 años, reaccionaron y terminaron pegándole hasta la muerte. Tras la paliza, decidieron escapar vilmente, hasta el momento en el que terminaron detenidos por los carabinieri, la Policía militar italiana.
El homicidio del joven Willy se ha convertido en todo un caso mediático transalpino, hasta ser definido incluso como "el caso Floyd italiano", en referencia al homicidio del norteamericano George Floyd ocurrido en mayo a manos de la policía de Minneapolis, en Estados Unidos. Dos elementos han aportado una dimensión política a la muerte de Willy Monteiro en el seno de la opinión pública italiana. En primer lugar, Willy era un chico nacido en Roma de padres procedentes de Cabo Verde. En segundo lugar, los principales agresores, Marco y Gabriele Bianchi, actualmente detenidos, son unos exaltados de las artes marciales, por supuesto malinterpretadas como un instrumento de violencia. Paradójicamente, ahora que están detenidos, temen represalias dentro de la cárcel de Rebibbia en Roma y por eso piden que se les prolongue la detención en régimen de aislamiento.
La Justicia italiana, por el momento, ha descartado la motivación racista. El mundo de la música italiana, sin embargo, a través de algunos de sus artistas, ha querido denunciar la agresión hacia Willy desde esta óptica: "Justicia para Willy Monteiro Duarte. No a la violencia, no al racismo", pronunció por ejemplo el conocido artista italiano Ghali, con raíces tunecinas, en un reciente concierto emitido en directo en la televisión italiana. Muchos periodistas italianos de la órbita soberanista consideran sin embargo que la muerte de Willy, por muy despreciable y horrible que sea, no pertenece a una supuesta cultura "fascista o racista", sino a un entorno que exalta la "violencia".
La muerte del sacerdote Roberto Malgesini, de 51 años, ha supuesto prácticamente el ejemplo contrario, en términos de víctimas, agresores y argumentos. Padre Roberto, cura de la ciudad de Como, era muy conocido en la ciudad lombarda por ser un sacerdote entregado a los más pobres, a los sin techo y a los migrantes. A las 7 de la mañana de este martes Don Roberto -así se les llama a los curas en Italia- estaba esperando a los voluntarios para entregar comida y bebidas a los sin techo. Un tunecino de 53 años, Mahmoudi Ridha, se acercó al sacerdote con un cuchillo de cocina y procedió con una serie de puñaladas "en el abdomen, en la espalda y en el cuello", se leía hace unos días en los diarios italianos, como el Corriere della Sera. Don Roberto falleció a los pocos minutos. El agresor se entregó él mismo a los carabinieri.
El elemento de controversia en el caso de Don Roberto es la condición de migrante irregular por parte de su agresor. Mahmoudi Ridha tenía sobre su expediente una resolución de expulsión, que las autoridades italianas no pudieron cumplir, se lee en la prensa del país, "debido a la emergencia del coronavirus". Francesco Borgonovo, periodista de la reciente cabecera de corte soberanista La Verità, asegura que “mencionar que se trata de un migrante es una realidad, no se trata de instrumentalizar los hechos". Y, ante las acusaciones acerca de su interpretación, añade: "Estar entre los últimos tiene sus riesgos, por desgracia", comenta alabando la labor realizada hasta ahora por Don Roberto.
Desde luego, el Papa Francisco este miércoles lo tuvo claro: "Don Roberto es un mártir y un testigo de la caridad", asesinado por "una persona necesitada, al que él mismo ayudaba". Padre Pietro Sigurani, conocido sacerdote con el mismo espíritu en el centro de Roma, aclara: "La violencia es violencia. Y punto. La violencia no tiene color".
Estos días la opinión pública transalpina ha asistido también a otro nuevo homicidio. Se trata de la muerte de Maria Paola Gaglione, de 20 años, de Nápoles, en el sur del país. El pasado fin de semana, en la noche del viernes al sábado, una moto seguía a otra, donde iban montados Maria Paola y su pareja, Ciro. Detrás de ellos, el hermano mayor de Maria Paola, Michele, de 30 años, estaba insultándolos y amenazandolos. Tras varios metros de carrera, Michele logra embestir la moto que perseguía hasta provocar la caída de Ciro y Maria Paola, que falleció en el acto. Las crónicas periodísticas de los últimos días confirmaron que el objetivo del hermano mayor de Maria Paola fue castigarla a ella y a su pareja, Ciro, debido a su condición de transexual.
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