Sao Paulo
Actualizado:Mario, no es su nombre pero teme desvelar su identidad, hace dos semanas que guardó sus pantalones cortos en el armario. También esos vaqueros ajustados que se ponía para salir de fiesta. Los collares y las pulseras en un cajón que no sabe cuándo volverá a abrir. Tiene 39 años, es homosexual, profesor de literatura, y está muy asustado. No duerme, ha empezado a tomar medicación. Sus padres le piden que por favor les llame cada noche cuando vuelva a casa. “Y eso que todavía no ha ganado. No quiero ni pensar cómo va a ser mi vida a partir de este lunes”.
Desde que el ultraderechista, Jair Bolsonaro (PSL), arrasó con un 46% de los votos en la primera vuelta electoral brasileña, una serie de ataques contra LGTB, opositores de izquierda y periodistas empezaron a multiplicarse. Hasta ahora una investigación de la Agencia Pública de Periodismo ha contabilizado más de cincuenta agresiones de “cuño político” perpetradas siempre por al menos un par de hombres que acompañaban su agresión con el grito “Yo soy Bolsonaro”. La respuesta que dio el candidato y excapitán del Ejército fue la siguiente: “No puedo controlar lo que hacen mis millones de seguidores”.
Entre los amigos de Mario, al menos siete, han recibido ataques verbales y físicos en los últimos diez días: “Es gente que conozco personalmente, nada de amigos de amigos, personas cercanas que paseaban incluso durante el día y las han insultado, amenazado con armas, sólo por ser gay”. Las frases que más escuchan, tienen mucho que ver con la esencia de unos comicios que el filósofo y politólogo, Marcos Nobre, ha definido como los de “la venganza”: “Con Bolsonaro os vais a enterar”. “Con Bolsonaro gente como vosotros va a desaparecer”.
“Vamos a hacer una limpieza y todos los rojos marginales serán eliminados de este país"
El domingo pasado el candidato del PSL se desató con un discurso que confirmaba la avidez de violencia de sus seguidores: “Vamos a hacer una limpieza y todos los rojos marginales serán eliminados de este país. Van a aprender a obedecernos, y si no siguen nuestras normas, a la cárcel o al exilio”. Jair Bolsonaro volvió hacer del discurso del odio su arma electoral, y del antizquierdismo y el antipetismo su sostén propagandístico. “Bolsonaro se ha postulado como el candidato que va a acribillar al PT, el que dice que va a fusilar a todos los petistas. Así es como ha conquistado los votos, colocándose como el político antiestablishment, el tipo duro que va a vengar el país de la izquierda”, nos dice Nobre.
Cuando preguntamos a los votantes del Bolsonaro sus razones para confiar en el candidato, tanto los radicales como los moderados repiten: “Sabemos que no es el mejor candidato, pero es el único capaz de sacar al Partido de los Trabajadores del poder”, en este caso el que habla es el administrador paulista, Taiguara Gonçalves (42 años), pero la idea es unánime entre los bolsonaristas. Según la socióloga Esther Solano, que ha estudiado el fenómeno Bolsonaro durante el último año, el voto en el ultraderechista es “sobre todo un voto contra el PT”, y nos aclara: “Muchos brasileños no votan porque se identifican con sus declaraciones, sino que le votan a pesar de ellas. Su figura se ha convertido en el estandarte del antipetismo”.
Si una parte de la sociedad quiere a cualquier costo sacar de en medio al PT, la otra, de izquierda, de centro, o de derecha, quiere evitar que un ultraderechista, que hace del autoritarismo su modo de hacer política, sea el nuevo presidente de Brasil: “He votado al PSDB toda mi vida -el partido de derecha tradicional-, no puedo ni ver a Lula da Silva, pero no puedo permitir que un desequilibrado que defiende la dictadura sea nuestro próximo presidente. Con la nariz tapada, votaré al candidato del PT, Fernando Haddad”, nos dice Wilson Pereira, abogado de 46 años.
Las elecciones de los rechazados
La primera vuelta electoral del pasado 7 de octubre dejó claro que los dos candidatos que pasaban al segundo turno, Jair Bolsonaro (PSL) y Fernando Haddad (PT), no se destacaban por ser los más queridos, sino por tener el mayor índice de rechazo. Encaja con unos comicios que se han definido como los más polarizados desde la redemocratización del país, las elecciones del odio: “Los brasileños no están votando por lo que quieren sino por lo que no quieren, votan para que no ganen aquello que no pueden tolerar. En este segundo turno vencerá el menos rechazado, y cualquier resultado va a dejar huérfana y desconsolada a la otra mitad del país”, nos dice el sociólogo, Thiago de Aragão.
"Si un milagro hace que gane Haddad, será una victoria del pueblo”, nos cuenta Paulo Martelli
Los últimos sondeos, publicados el jueves por el Instituto Datafolha, mantenían al ultraderechista con favorito con el 56% de intención de voto, y una diferencia de doce puntos con el petista, Fernando Haddad, que conseguía un 44%. A pesar de la amplia distancia entre ambos, por primera vez la intención de voto en el exmilitar bajaba tres puntos, y aumentaba cuatro el candidato de izquierdas. Si atendemos al índice de rechazo, el de Bolsonaro aumentaba de un 41% a un 44%, mientras que el del PT disminuía un punto, del 54% al 53%. “Puede que por primera vez las declaraciones tan autoritarias de Bolsonaro hayan provocado que sus votantes de derecha más demócratas le hayan retirado su apoyo”, dice el politólogo, Pedro Fassoni.
En la última semana tanto las bases del PT, como brasileños de izquierda no vinculados al partido, han apostado por el cara a cara, por convencer al indeciso mirándole a los ojos: “Tengo varios compañeros de trabajo que a la hora del almuerzo bajaban a la calle para hablar con otros colegas que no querían votar al PT, pero mucho menos a Bolsonaro. Si un milagro hace que gane Haddad, será una victoria del pueblo”, nos cuenta Paulo Martelli, un funcionario de la alcaldía de Sao Paulo que se define “de izquierdas, decepcionado del PT, y absolutamente contrario a Bolsonaro”.
Si además de los sondeos nos guiamos por la reciente historia electoral, el ultraderechista tiene todas las de ganar este domingo. En los últimos treinta años el vencedor de la segunda vuelta era el mismo que había salido como favorito de la primera, y Bolsonaro también es quien tiene el índice de rechazo más bajo. Después de agradecernos el desahogo, e insistir en que contáramos su historia, Mario nos dice: “Te voy a decir una última cosa: pienso muy seriamente en irme del país”.
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