No les fue fácil, pero lo consiguieron. Después de nueve años, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) vuelve a la palestra política con nuevos bríos; los que le da su rotunda victoria en las elecciones del domingo.
Con más del 98% de los votos contados, los resultados oficiales preliminares establecen que el PRI obtuvo el 36,8% de los sufragios, lo que representa que de los 500 escaños de la Cámara de Diputados alrededor de 243 serán suyos. Con su aliado el Partido Verde una formación a favor de la pena de muerte que no tiene nada que ver con los partidos verdes del resto del mundo alcanzará sin problemas la mayoría absoluta.
El Partido de Acción Nacional (PAN) del presidente Felipe Calderón obtuvo sólo el 27,9 % de los votos; unos 140 escaños, mientras que el izquierdista Partido de la Revolución Democrática cae hasta el 12,23 % de apoyo, con lo que sólo tendrá 74 diputados.
Los pronósticos de una victoria priísta se han cumplido. También los que auguraban una alta abstención. El 55,2% de los electores mexicanos se abstuvo de votar: más de 43 millones de personas no ejerció su derecho al voto. A esta cifra que describe el desencanto de la población hay que sumar el 5,4% de votos nulos.
El PRI ha dado el primer paso para recuperar un poder que se le fue de las manos cuando, en el año 2000, perdió la Presidencia después de ostentarla durante 70 años. Se abrió entonces un negro periodo de guerras intestinas y purgas que debilitaron aún más al partido.
La lógica en política suele ser perversa. Una parte de la calle a veces en susurros, dice 'extrañar' al PRI, pero no por sus bondades, sino por sus pactos, que controlaban la violencia ahora desatada.
Para empezar, los que concluyó con el narcotráfico y el crimen organizado durante los ochenta y noventa, también por los pactos con mafias y sindicatos, los acuerdos con otros partidos para dar salidas institucionales a fraudes y crímenes cometidos por políticos y las componendas con los medios de comunicación para maquillar la represión.
Idéntico a sí mismo, el PRI ha sabido concentrarse con disciplina en su objetivo: recuperar el poder. Por lo pronto, el domingo ganó también cinco de los seis gobiernos de estados que estaban en juego, perdiendo únicamente Sonora. Ahí sí, la ciudadanía les cobró la muerte de los 48 niños en el incendio de la guardería ABC.
El PRI se ha empleado a fondo, pero los otros dos grandes partidos políticos nacionales le han allanado el camino. El PAN y el presidente Calderón han pagado el desgaste de su fallida guerra contra el narcotráfico y de una crisis económica que ha dejado en el paro a millones de mexicanos.
Por su parte, el PRD ha perdido 9 millones de los votos que obtuvo en 2006. No pudo resistir la espantada de su líder, Andrés Manuel López Obrador, quien decidió apoyar a candidatos de otro partido político: el intrascendente Partido del Trabajo. Este batacazo evidencia la tragedia de una izquierda incapaz de presentarse como alternativa institucional.
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