“La mañana del 7 de octubre de 2023, tuve la misma sensación que la del 24 de febrero de 2022, cuando las bombas empezaron a caer en Kiev. Sentí que estábamos ante un momento que definiría el futuro de las próximas décadas. Un punto de inflexión en la Historia”, ha asegurado Josep Borrell, Alto Representante de Asuntos Exteriores de la UE en la conferencia anual de embajadores europeos celebrada en Bruselas, cuando se cumple un mes de la peor espiral de violencia en Oriente Próximo durante los últimos tiempos.
La guerra en Gaza ha puesto contra las cuerdas a una Unión Europea que atravesaba un buen momento de fuerza geopolítica. El bloqueo ha transitado por las tormentas del coronavirus y de la guerra en Ucrania con unidad y firmeza. Pero ese músculo se ha desmoronado recientemente.
“Ya se trate de Nagorno-Karabaj, Serbia-Kosovo o Israel-Palestina, la UE no ha sido capaz de desempeñar un papel constructivo en ninguna de las recientes crisis en su vecindad. Las divisiones que la guerra en Gaza ha puesto de manifiesto lo lejos que está la UE de una verdadera política exterior y de seguridad común”, explica a este periódico Anand Sundar, analista del European Council on Foreign Relations.
La DesUnión Europea en tierra santa
El de tierra santa es por muchas cuestiones un conflicto peculiar: nacionales, históricas, políticas, religiosas o territoriales. Son las raíces y la mochila histórica de cada país y sociedad las que marcan el paso. Y por ello no atiende a las dinámicas generales que rigen las posturas políticas tradicionales. Irlanda, en manos de un Gobierno conservador, es uno de los países europeos que más ha pujado –junto a España- por fijar una línea más dura con Israel. Mientras que en Alemania, socialdemócratas, verdes o Die Linke, cierran filas con el Estado hebreo.
Desde el inicio de la guerra, en Bruselas y en el resto de las capitales han salido mensajes muy confusos y divisivos. El comisario húngaro anunció de forma sorpresiva la congelación de fondos a Palestina. La Comisión tuvo que enmendarlo poco después, pero el daño reputacional a la UE ya estaba hecho.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, se ha atrincherado en la defensa férrea a Israel. Los 27 líderes debatieron durante la última cumbre europea durante seis horas si plasmar en las conclusiones la petición de una “tregua humanitaria” o “treguas humanitarias”. Y en Naciones Unidas, ocho países europeos votaron a favor de pedir un alto al fuego humanitario inmediato, cuatro lo hicieron en contra y el resto se abstuvieron.
Los mensajes en cascada de los europeos condenando los bombardeos rusos sobre civiles en Mariúpol o Bucha contrastan con el silencio de la capital comunitaria en torno a los ataques a hospitales o a campos de refugiados palestinos. “La UE ha mostrado en su respuesta una inconsistencia peligrosa. Una inconsistencia que también se ha visto en la aplicación del Derecho Internacional.
Ni un solo líder europeo ha condenado de forma inequívoca las violaciones de Israel al Derecho Internacional Humanitario. Como resultado, la UE traslada la señal a las autoridades israelíes de que pueden matar a civiles palestinos con total impunidad”, afirma a Público Hussein Baoumi, experto de Amnistía Internacional para Oriente Próximo y el norte de África.
Imagen en el mundo
Esta tibieza de los europeos a la hora de exigir responsabilidades y rendición de cuentas a un Estado que reconoce bombardear campos de refugiados en Gaza o que somete a más de dos millones de personas a un bloqueo de agua, medicamentos o comida amenaza con pasarle factura en el resto del mundo.
“La credibilidad de la UE ha quedado muy dañada, algo potencialmente irreparable a los ojos de toda una generación en Oriente Próximo o en el Norte de África. Además, el firme apoyo a Israel a pesar de sus vulneraciones al Derecho Internacional Humanitario refuerza el argumento utilizado por los líderes represivos de que Occidente solo utiliza los derechos humanos como una herramienta de presión política”, prosigue Baoumi. Hace un año, Borrell desataba el enfado de muchos rincones del globo tras comparar a Europa con un jardín y al resto con una jungla.
El planeta está incendiado. Desde Armenia hasta Kiev o Jerusalén, el desorden mundial actual está provocando una reconfiguración de poderes que va a marcar el presente y futuro del multilateralismo. La UE corre el riesgo de perder credibilidad con actores terceros como India, Turquía o China en medio de la ofensiva diplomática intensa que ha articulado durante los últimos 20 meses para acercarlos hacia su postura de defensa a Ucrania. Y en ello, el argumento clave ha sido que estaba en juego la defensa de los principios y valores del orden global.
“Los dobles estándares de la UE apoyando el Derecho Internacional en Ucrania e ignorándolo en el caso de Palestina está debilitando sus intentos para ganar apoyos en la región (…) Millones de personas en Oriente Próximo y el Norte de África están viendo en la televisión y en las redes sociales cómo los líderes europeos, que siempre hablan de derechos humanos y el respeto del Derecho Internacional, no solo están ignorando las violaciones de Israel dejando sin alimentos a millones de palestinos y matando a miles de ellos en Gaza y Cisjordania, sino que están silenciando en sus propios países las protestas que dicen que los palestinos son seres humanos”, analiza Baoumi.
El domingo, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan culpó a Occidente de la masacre de Gaza y acusó a las potenciales occidentales de “derramar lágrimas” por los civiles en Ucrania y hacer la vista gorda con los palestinos de Gaza. El turco acusó a los aliados de Israel de generar una “atmósfera de guerra de cruzadas”. Borrell coincide en que la guerra está derivando en una lucha de civilizaciones. “El apoyo de Europa a Israel no ha sido tan incondicional como el de Estados Unidos, pero en el sur global, y ciertamente en el mundo musulmán, se enfrenta a acusaciones de hipocresía”, asegura Sundar.
Qué hacer ahora
Para Borrell, la crisis en Oriente Próximo “es el resultado de un fracaso moral y político colectivo por la falta de voluntad para resolverlo”. Dos décadas después de los acuerdos de Oslo, el conflicto se ha enquistado ante la inacción y la impotencia de la comunidad internacional.
Los asentamientos ilegales en Cisjordania se han multiplicado con impunidad, así como la violencia sobre los palestinos. Y en un lado y en el otro todo ello ha derivado en una apuesta por opciones radicales. Israel tiene con Benjamín Netanyahu al Gobierno más ultranacionalista y belicista de su historia y el grupo terrorista Hamás gobierna la Franja de Gaza desde 2007.
En medio, la comunidad internacional ha apostado todas sus cartas a repetir el mantra de la solución de los dos estados y a presionar a los países árabes a que normalicen relaciones con Israel. Pero el fondo del problema no se ha abordado: definir fronteras, rendición de cuentas o consensuar el estatus de Jerusalén.
La bomba de relojería ha explotado en 2023 con una coreografía similar a las anteriores: Hamás provoca e Israel responde desproporcionadamente, pero esta vez la situación en Tierra Santa ha explosionado de una forma mucho más brutal y con unas consecuencias mucho más impredecibles.
Por ello, la UE ve en la crisis actual una llamada de despertar. “Los europeos tenemos la obligación moral y político de involucrarnos. No solo con ayuda humanitaria sino contribuir a una solución política y ello será un gran examen para nuestra credibilidad. Es nuestro desafío geopolítico más importante”, ha afirmado Borrell. La UE quiere jugar un papel más activo en el conflicto. España propuso recientemente la celebración de una cumbre por la paz que abra una puerta a la solución de los dos estados. Una receta que no pocos líderes han intentado en las últimas décadas y que siempre se ha saldado con el mismo resultado negativo.
La prioridad europea en estos momentos es que la violencia frene, los rehenes sean liberados y la tensión no desemboque en una guerra regional. Von der Leyen abogó el lunes por una Gaza libre de Hamás y de bloqueo israelí. Pero a la hora de la verdad, y a diferencia de Estados Unidos, Catar o Turquía, los europeos tienen poca capacidad de influencia en la región. “Mientras la UE no pueda formular respuestas colectivas coordinadas a este tipo de crisis, nunca será tomada en serio como actor geopolítico. Porque geopolíticamente, lo que es mucho peor que ser un hipócrita es ser un hipócrita sin poder”, concluye Sundar.
¿Te ha resultado interesante esta noticia?
Comentarios
<% if(canWriteComments) { %> <% } %>Comentarios:
<% if(_.allKeys(comments).length > 0) { %> <% _.each(comments, function(comment) { %>-
<% if(comment.user.image) { %>
<% } else { %>
<%= comment.user.firstLetter %>
<% } %>
<%= comment.user.username %>
<%= comment.published %>
<%= comment.dateTime %>
<%= comment.text %>
Responder
<% if(_.allKeys(comment.children.models).length > 0) { %>
<% }); %>
<% } else { %>
- No hay comentarios para esta noticia.
<% } %>
Mostrar más comentarios<% _.each(comment.children.models, function(children) { %> <% children = children.toJSON() %>-
<% if(children.user.image) { %>
<% } else { %>
<%= children.user.firstLetter %>
<% } %>
<% if(children.parent.id != comment.id) { %>
en respuesta a <%= children.parent.username %>
<% } %>
<%= children.user.username %>
<%= children.published %>
<%= children.dateTime %>
<%= children.text %>
Responder
<% }); %>
<% } %> <% if(canWriteComments) { %> <% } %>