bruselas
Actualizado:La capital comunitaria se ha vestido de gala. La triple cumbre de la OTAN, del G7 y del Consejo Europeo ha reunido este jueves a decenas de líderes el mismo día en el que se cumplía el primer mes de guerra en Ucrania. Bruselas se ha blindado con incontables policías secretas, soldados, drones o helicópteros para garantizar la seguridad en una ciudad que se ha convertido en el epicentro de la diplomacia internacional y de buena parte del poder global.
La cita ha comenzado con un compromiso de la OTAN para enviar más armamento al Ejército ucraniano. Los 30 aliados, reunidos en los cuarteles generales, han reiterado su línea roja: no van a entrar en el cuerpo a cuerpo militar con Rusia. La doble estrategia es asistir a Kiev para que continúe plantando batalla a la armada rusa. Pero la Alianza también se mira el obligo. La primera visita de Joe Biden a las instalaciones aliadas deja el fortalecimiento de la presencia militar de la OTAN por tierra, mar y aire en las fronteras del flanco oriental.
Por primera vez, además, los de Jens Stoltenberg activan su protocolo de defensa ante una amenaza "química, biológica o nuclear". La sensación en la capital comunitaria es que la guerra puede entrar en un nuevo escenario imprevisible. Y quiere estar preparada. Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea, asegura que las próximas dos semanas decentarán el bando de la victoria.
Por su parte, la cita del G7, foro que reúne a las economías más potentes del globo, se insta a imponer más medidas restrictivas.
Estas eran, de alguna forma, las citas fáciles para los europeos porque los Veintisiete, reunidos este jueves y viernes, en el Consejo Europeo ponen a prueba su unidad en estos momentos. Superados los 30 días de invasión rusa a su vecino, el bloque comunitario ha aireado solidez en la firmeza y en los tiempos para acordar los cuatro paquetes de sanciones contra Putin.
Pero en este momento llega la prueba de fuego real. Sanciones y energía se cruzan y monopolizan los dos grandes frente de la cumbre europea. Los europeos se han deshecho en elogios con la presencia del líder norteamericano en sus instalaciones. Biden venía a mostrar unidad contra Rusia (y mandar de paso una advertencia a China), pero también a marcar su agenda en el término energético.
Washington pide a Bruselas que siga sus pasos y decrete un boicot energético contra el Kremlin. Pero la UE, muy dependiente del carbón, gas y petróleo ruso, no puede cerrar el grifo de forma abrupta. Y se fija para ello en 2027.
Estados Unidos ha aprovechado la coyuntura para relanzar sus exportaciones de gas natural licuado (GNL) y ha aterrizado en Bruselas con una oferta tentadora. Según avanza el Financial Times, la UE y Estados Unidos se disponen a firmar un acuerdo por el cual Washington suministrará 15.000 metros cúbicos adicionales a los europeos este año. Aun con todo, el abastecimiento no basta para sustituir el 40% de gas que llega a Europa desde las tuberías rusas. La Comisión Europea se encuentra a la caza del gas desde hace meses. Pero los mercados alternativos son insuficientes.
Además, los europeos también han recibido a Biden con sus particulares divisiones internas en la cuestión energética. Y aquí hay dos bandos claramente enfrentados. El primero lo lideran los Bálticos y el Este. Quieren que la UE boicotee el sistema energético de Rusia. Y lo hacen alegando que el dinero es dinero, pero lo que hay en juego son vidas humanas.
El otro bando lo lidera Alemania. Su postura pasa por romper esta dependencia de forma gradual, progresiva porque, de lo contrario, su economía sufriría mucho. Desde que comenzó la guerra en Ucrania, la UE ha pagado a Rusia cerca de 20.000 millones de euros por su carbón, petróleo y gas.
España y Portugal: isla energética
El Gobierno de Pedro Sánchez aterriza en esta cita del Consejo Europeo con una batalla personal: la de reducir los precios de la energía. Es algo que La Moncloa pide a Bruselas desde hace meses, pero la guerra en Ucrania (con su impacto en los precios o la evidencia de las carencias del mix energético europeo) han reavivado e impulsado el debate.
En el Gobierno español ya ven una buena noticia que tras mucho esfuerzo e insistencia, la capital comunitaria se tome en serio sus protestas. Durante mucho tiempo, la idea hegemónica era que la crisis energética que arrancó el pasado verano era algo puntual y pasajero, pero la volatilidad global ha puesto de evidencia que no es así.
¿Cuál es la estrategia española? Madrid quiere que cualquier medida se articule a nivel europeo, pero asume que es imposible convencer a huesos duros como Alemania o Países Bajos. Los frugales ven los pasos para limitar el precio de los combustibles fósiles como una iniciativa que sacudiría y alteraría el funcionamiento del mercado energético europeo.
Por ello, España trabaja ya en otro plan menos ambicioso: que sus socios comunitarios reconozcan la peculiaridad que su mix tiene junto a Portugal. La Península Ibérica, dice, es una "isla energética" con menos del 3% de interconexiones con el mercado europeo. "Tenemos particularidades muy concretas que nos dañan y que se agravan con el alza del precio del gas", asegura Sánchez. El 45% de la producción española viene de renovables y solo el 10% del gas.
Una victoria para el país sería que en esta cumbre, los líderes rubriquen conclusiones que dejen constancia de esta peculiaridad y le permitan maniobrar de forma independiente. Para cumplir con la legalidad, Bruselas debería establecer algún tipo con un mecanismo ad hoc a ambos países.
Madrid y Lisboa ve esta medida como un win-win: apenas afectaría al funcionamiento del mercado europeo, pero sí les brindaría margen para responder a nivel nacional a las subidas del precio del gas y de la electricidad.
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