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TESALÓNICA (GRECIA).- Han conseguido huir de las garras de una de las guerras más cruentas que se recuerdan, pero los refugiados que llegan a Grecia para nada han escapado del conflicto. Entre las vallas y muros que Europa ha levantado, las tiendas de campaña entre la nieve y el hielo se han convertido en una continuación de la barbarie.
Grecia registra temperaturas de -17 ºC en zonas del norte y -7ºC en Atenas. Las condiciones climatológicas derivadas de la potente ola de frío que ha alcanzado al país han obligado a cerrar colegios en las principales ciudades y a cancelar numerosos vuelos. Lo que no se ve detenido por el clima es la vida de miles de migrantes. Lo que en verano fueron 40ºC de temperatura, sin apenas sombras en planicies empedradas, hoy en día se ha transformado en temperaturas bajo cero en gran parte de los campos de refugiados.
Lo que en verano fueron 40ºC de temperatura, sin apenas sombras en planicies empedradas, hoy en día se ha transformado en temperaturas bajo cero en gran parte de los campos de refugiados
Las mismas tiendas que sirvieron para el verano se mantienen ahora mismo en gran parte de los campamentos. Unas 15.000 personas, según el Gobierno griego, esperan en las islas de Lesbos, Quios y Samos bajo la nieve a temperaturas de -5ºC. Más de 40.000 en la parte continental del país. De ellas, 500 viven desde hace 8 meses en el campo de Softex donde la nieve ha alcanzado los 25 centímetros de espesor y las temperaturas no han superado los 5ºC.
El nombre puede resultar familiar. Es debido a que es una de las grandes multinacionales manufactureras de papel higiénico. Con el inicio de la crisis económica, como muchas otras empresas, decidió dejar el país. La nave industrial que abandonó a las afueras de Tesalónica sirve hoy en día como “refugio” para todas estas personas. Los estándares comerciales que obligaban a mantener la nave limpia y ordenada para almacenar papel higiénico han sido sustituidos por el hedor y la decadencia de una sociedad que no distingue entre mercancía y personas.
Una de esas personas es Abed, “Acabar mis estudios en la universidad, poder trabajar y tener una vida agradable junto a las personas que me rodean”. Son sus sueños, al igual que muchos jóvenes europeos. Tiene 22 años y nació Daraa, ciudad del sur de Siria, aunque, como él dice, estos dos últimos años no son vividos sino sobrevividos. El primero lo pasó escapando de las bombas y saltando fronteras; el último huyendo del hambre y de la policía fronteriza. Cuatro de esos meses fueron en Idomeni y los ocho posteriores en Softex. Entre barro, aguas fecales, tiendas y containers, Abed muestra el campo. “Hay gente trabajando en los almacenes y fábricas cercanas por tres euros la hora”, relata. Los escasos recursos que las personas refugiadas reciben para pasar el invierno obligan a buscar nuevas vías para la supervivencia. “Comprar gas para los calentadores, comida de calidad, mantas, no hacerlo no es una opción”. Abed ha recurrido a estos trabajos en estas semanas como muchos otros.
La semana pasada el Gobierno griego decidió trasladar un buque de guerra con espacio para alojar a 1.000 refugiados a la isla de Lesbos, en la cual se encuentran ahora más de 5.500 personas esperando asilo en el país heleno. Al llegar después de la firma del tratado entre la UE y Turquía no pueden solicitar asilo en otro país europeo. El plan es trasladar a todas las personas refugiadas posibles al interior del continente, donde se supone que las condiciones climáticas y de los campos son mejores que en las islas. Uno de ellos será el campo de Katsikas, pequeño municipio situado junto a la ciudad de Ioanina, al norte del país. Este campo fue vaciado hace unas semanas y las personas que en el vivían fueron reubicadas en hoteles de la región.
“Es imposible sobrevivir en estas condiciones viviendo bajo una chapa en medio de esa planicie de hielo y piedras”
Actualmente allí las temperaturas alcanzan los -10ºC durante la noche y apenas superan los 5ºC durante el día, con capas de nieve que superan los 30 centímetros en el interior del campo. “El sistema eléctrico es incapaz de soportar toda la carga eléctrica y habitualmente no había luz en mitad de las noches”, comentan varios de los refugiados que han dejado el campo. Este es el futuro que les espera. Kostas, vecino de Katsikas que ronda los 50 años, ha nacido y vivido siempre en el pueblo. Sobrevive a partir de la venta de leña. Cuenta cómo se ha disparado el consumo de este combustible estas semanas debido al frío. “Es imposible sobrevivir en estas condiciones viviendo bajo una chapa en medio de esa planicie de hielo y piedras. Apenas puedes circular por las carreteras si necesitas ir a la farmacia o al médico”, relata.
El campo de Katsikas está gestionado actualmente por el gobierno municipal y distintas organizaciones internacionales, encabezadas por ACNUR (Agencia de las Naciones Unidas para la gestión de los Refugiados) e IOM (Organización Internacional para las Migraciones). El papel de estas entidades es fruto de controversia entre las personas refugiadas y los voluntarios de las pequeñas ONG, con los cuales trabajan conjuntamente. “Miles de euros desperdiciados y largos trámites burocráticos. Su principal respuesta en las situaciones de máxima emergencia se reduce a pedir calma y tranquilidad. Esto no es posible cuando tu hijo se encuentra al borde de la congelación y tu espacio vital se reduce a 18 metros cuadrados”. Es la principal denuncia por parte de los voluntarios y voluntarias que se han trasladado estos meses al país.
Miles de refugiados kurdos, iraquíes, afganos, sirios, proceden de zonas donde habitualmente nieva y las temperaturas son más drásticas que la propia ola de frío que estos días recorre el este del continente europeo. Han vivido en ellas durante miles de años. El problema de los refugiados no es el frio o el calor, la culpa no la tiene el clima continental típico de estas tierras. Y por tanto, no puede servir como cortina que cubra las causas que realmente están obligando a miles de personas a vivir en unas condiciones y bajo unas actitudes que considerábamos ya superadas.
“Hace más de un año que Europa ve cómo miles de personas llegan semanalmente a sus fronteras y recorren el continente. ¿De verdad no ha habido tiempo de montar mejores instalaciones para, por ejemplo, pasar el duro invierno bajo un techo sólido?” Esta es la gran pregunta que muchas personas se hacen y entre ellas, Miguel Urban, eurodiputado de Podemos, quien ha denunciado desde el principio de la llamada crisis de refugiados el papel de las instituciones europeas y los estados.
Urbán: “La idea es tan macabra como nítida: si sufren e incluso mueren, no sólo llegarán menos, sino que quienes lo consigan estarán dispuestos a aceptar cualquier condición de estancia"
“Tanto la precariedad de los hotspots (campos de tránsito e identificación de refugiados) como la aglomeración de personas en los cuellos de botella fronterizos son situaciones políticamente construidas con el fin de lanzar al mundo, especialmente a la opinión pública europea, una imagen de desborde”, defiende. Ese marco permite luego introducir conceptos racistas como el de “invasión”, incide Urbán, cuando vemos en televisión cientos de personas desesperadas hacinadas en condiciones deplorables. “Y también contribuye a justificar la inacción de las instituciones europeas y estatales, o sus medidas extraordinarias, porque responden a una situación excepcional de superación”, añade el eurodiputado.
Urbán ha recorrido los principales puntos donde se encuentran las personas refugiadas desde el comienzo de esta situación “Las imágenes que estos días estamos viendo en los Balcanes no son nuevas. El pasado invierno cientos de solicitantes de asilo, entre ellos muchos niños, dormían en tiendas de campaña en un parque del centro de Copenhague. Cuando Cruz Roja Dinamarca le preguntó al ministro del Interior por qué no los ubicaban en pisos oficiales vacíos o en los que ofrecían las ONG, este respondió: ‘Porque entonces vendrán más’", critica el eurodiputado. Urbán recuerda que algo parecido insinuó el director de Frontex hace unos meses cuando dijo que si se rescataba a todos los migrantes que atravesaban a la deriva el Mediterráneo, se estaría mandando un mensaje a migrantes y a las mafias que los transportan de que siguiesen echándose al mar.
“La idea es tan macabra como nítida: si sufren e incluso mueren, no sólo llegarán menos, sino que quienes lo consigan estarán dispuestos a aceptar cualquier condición de estancia: explotación laboral, ciudadanía de segunda, ausencia de derechos. Porque Europa necesita migrantes. Pero también necesita una mano de obra barata y abundante con la que compensar la caída tendencial de la tasa de ganancia que atraviesa al capitalismo actual”, denuncia el eurodiputado.
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