Los rusos, decididos a no pasar por alto las irregularidades de las últimas elecciones, han salido de nuevo a las calles. Decenas de miles de ciudadanos -120.000 según los organizadores, 30.000 según la Policía y 56.000 según la agencia Ria Novosti-, se congregaron el sábado en la avenida Sájarov del centro de Moscú. Esta ha sido la segunda manifestación de esa magnitud desde el final de la Unión Soviética y, como la primera, su razón de ser ha sido la exigencia de que se anulen los resultados de las legislativas del 4 de diciembre que los observadores y la oposición califican de 'fraudulentas'.
Globos y cintas blancas en señal de transparencia electoral, banderas de las formaciones liberales, demócratas, comunistas y también ultranacionalistas, además de numerosísimos carteles burlándose del poder y, sobre todo, del primer ministro, Vladímir Putin, inundaron el centro de Moscú, así como de otras ciudades rusas en las que también hubo protestas.
La manifestación, convocada bajo el lema 'A favor de unas elecciones limpias', constituía una prueba para los organizadores, que tenían que demostrar ser capaces de mantener el pulso con el poder. También debían afirmar su capacidad para canalizar el descontento popular que explotó tras las elecciones pero que se había ido gestando desde que el 24 de septiembre el presidente, Dmitri Medvédev, anunciara que 'el próximo jefe del Kremlin' sería el actual primer ministro, Vladímir Putin.
La organización cifra en 120.000 personas la asistencia a la manifestación
Cinco días después del 10 de diciembre, día de la primera protesta masiva en denuncia del fraude electoral, Putin faltó al respeto a los manifestantes durante el maratón televisivo en el que participa cada año. El primer ministro afirmó que muchos de ellos protestaban 'por dinero'. Después se mofó fingiendo confundir con preservativos las cintas blancas que llevan en el pecho y alertó de que las protestas podrían desestabilizar el país.
Además, las reformas políticas prometidas por Medvédev durante su discurso del jueves pasado no han contentado a los manifestantes. El escritor Boris Akunin, uno de los organizadores de las protestas, las calificó de 'promesas confusas'. El sábado, Akunin alertó de que, ante la negativa del poder a atender las exigencias de la ciudadanía, a los rusos les espera 'un año difícil pero interesante', que será 'su año'.
Los organizadores confiaban en que las declaraciones de Putin y las vagas promesas de Medvédev contribuirían a que la expresión del descontento popular no se quedara en una manifestación aislada, la que tuvo lugar el 10 de diciembre. La protesta del sábado confirmó sus esperanzas; a pesar del frío y la proximidad de las vacaciones de Año Nuevo, los ciudadanos salieron de nuevo a la calle a reivindicar sus derechos políticos. Además, conocidos políticos, como el exministro de Finanzas Alexei Kudrin, y el multimillonario Mijaíl Prójorov (que aspira presentarse a los comicios presidenciales de marzo) se sumaron a la manifestación. El expresidente soviético, Mijaíl Gorbachov, no participó pero expresó su apoyo a los manifestantes.
'Estamos aquí para demostrar al poder que existimos', dice
un manifestante
El exministro Kudrin, que formó parte del equipo de Putin, clamó: 'Hay que aplicar el código penal a los responsables de las falsificaciones y Chúrov (jefe de la Comisión Electoral Central) tiene que dimitir'. Kudrin añadió: 'Las elecciones del 4 de marzo tienen que tener lugar en unas condiciones nuevas, y si no... la revolución'.
Leonid Parfiónov, conocido crítico periodista televisivo, participó en el mitin a través de una videoconferencia y recordó que 'el retorno de Putin solo puede conducir al estancamiento'. Parfiónov clamó que los que salieron a la calle 'no son opositores, sino el pueblo que reivindica la honestidad'.
A los manifestantes les unía su rechazo a la política de Putin y el fraude
Otras personalidades del mundo político y cultural ruso y representantes de la sociedad civil intervinieron en la protesta, que duró unas tres horas y que concluyó con una resolución que exige la anulación de los resultados de las elecciones legislativas y la dimisión de Chúrov. También que se castigue a los responsables del fraude, la convocatoria de nuevas elecciones y la liberación de los presos políticos.
A los manifestantes les unía su rechazo a la política de Putin y el fraude electoral, pero las divergencias entre ellos se hicieron evidentes con los silbidos con que mucha gente recibió ciertas intervenciones como la del ultranacionalista Vladímir Ermoláyev o la del exvice-primer ministro Borís Nemtsov,.
Para veteranos como Liudmila Dobrolíubova, una jubilada conocida por la originalidad de sus carteles que sostiene con una muleta, los manifestantes sólo pararán 'cuando se cumplan todas las exigencias presentadas y se convoquen unas nuevas elecciones'. Sin embargo, Vadim y su grupo de amigos biólogos de 30 años, tenían claro que 'los resultados electorales no se anularán nunca', pero también que ellos se manifiestan 'para demostrar al poder que existen' y 'para contribuir a la creación de la sociedad civil'.
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