bruselas
Actualizado:Estados Unidos ha dejado de utilizar el término "inminente" para referirse a la posibilidad de un conflicto abierto en las fronteras ucranianas. Esta retórica bélica de Washington no ha tenido buen acomodo en Bruselas y, especialmente, en Kiev. Liderados por el francés Emmanuel Macron y el alemán Olaf Scholz, los europeos continúan estos días su ofensiva diplomática para consumar la desescalada en la crisis ucraniana.
Durante el fin de semana, medios estadounidenses recogían informes de la inteligencia norteamericana que ponían cifras a las consecuencias que acarrearía la materialización de la invasión rusa a Ucrania: 50.000 personas fallecidas, cinco millones de refugiados y una toma del país en cuestión de días. El Kremlin tendría ya desplegados el 70% de los efectivos para consumar el asalto a su país vecino, según los documentos recogidos por el New York Times. La Administración Biden ha movilizado a 3.000 soldados al este de Europa, que se suman a los 8.500 efectivos que mantienen en estado de alerta. Unos pasos que para Moscú son "injustificados, destructivos y un aumento de la tensión militar". Mientras que Washington se defiende las críticas por su retórica incendiaria: "No es alarmismo. Son los hechos", ha señalado este lunes Antony Blinken.
En paralelo, el Gobierno ucraniano que lidera Volodymyr Zelensky ha hecho un llamamiento a la calma. El nerviosismo y la histeria amenazan con hundir la moral de la población y con ahuyentar a los inversores extranjeros desatando consecuencias socioeconómicas muy desfavorables en un contexto de por sí sombrío marcado por la crisis financiera y los estragos de la pandemia. "No os creáis las predicciones apocalípticas (…) El enemigo debería tener miedo de nosotros", decía recientemente Dmytro Kuleba, ministro de Asuntos Exteriores ucraniano, a sus ciudadanos.
Pese a sus patentes divisiones internas, los aliados occidentales están primando mostrar una imagen de unidad y coordinación. Pero Rusia tampoco está solo. En los últimos días Xi Junping y Vladimir Putin han escenificado el buen estado que atraviesan sus relaciones con una declaración conjunta que pide a la OTAN no expandirse hacia el Este. Ambos líderes sentaron en Pekín las bases para la construcción de un gaseoducto que podría suponer un nuevo hándicap para el suministro energético europeo.
Equilibrios difíciles
En medio de esta calma tensa y de esta partida de ajedrez que está llamada a reconfigurar el equilibrio de poderes surgido de la Guerra Fría, la senda del diálogo continúa siendo la opción preferida por todas las partes. Los contactos, a todos los niveles, son incontables. El presiente polaco, Andrzej Duda, ha visitado este lunes las instituciones europeas para pasar revista a la situación.
A su paso por los cuarteles de la OTAN, Jens Stoltenberg ha mostrado el apoyo total con Varsovia y ha advertido de que Rusia está movilizando a 30.000 soldados a Bielorrusia, un movimiento que ha calificado como "no transparente", "injustificado" y el mayor desde la Guerra Fría cerca de las fronteras aliadas. El secretario general de la Alianza advierte de que ellos también podrían aumentar su presencia militar en el flanco oriental.
Por su parte, los ministros de Asuntos Exteriores de Austria, Eslovaquia, Chequia y Alemania se encuentran en Kiev, que les ha dejado claras sus líneas rojas: ninguna concesión sobre soberanía e integridad territorial; ningún diálogo directo con las administraciones de Donestk y Lugansk; y ningún veto a la decisión de los ucranianos sobre su futuro. España está teniendo una postura más tímida apelando a la necesidad de explotar la vía diplomática y contribuyendo con buques a la misión de la Alianza en el Este de Europa.
La senda del diálogo continúa siendo la opción preferida por todas las partes
Pero las grandes miradas están puestas en el encuentro entre Macron y Putin en el Kremlin. El presidente galo, que afronta unas elecciones cruciales dentro de dos meses, ha tomado la batuta del liderazgo europeo. La imagen de la UE en esta crisis ha quedado emborronado por su falta de capacidad a la hora de ser un actor relevante en los asuntos de carácter internacional. El Kremlin, además, tiene poco interés en hablar directamente con la Comisión Europea. De hecho, no lo hace. La relación de tensión entre Bruselas y Moscú encaja mínimos históricos desde la anexión de Crimea y terminó de saltar por los aires en el controvertido viaje de Josep Borrell al Kremlin, que cumple ahora un año.
Precisamente, el maratón diplomático ha pillado al Alto Representante en Washington, donde ha mantenido encuentros con su homólogo Antony Blinken con el objetivo principal de cerrar filas de cara a preparar planes de contingencia para contrarrestar el efecto que tendrían las sanciones internacionales a Rusia sobre la UE, especialmente si esta cierra el grifo del gas. El jefe de la diplomacia europea ha reiterado que el continente se enfrenta en estos momentos "al momento de seguridad más difícil desde el final de la Guerra Fría" y ha señalado que "nadie moviliza a 140.000 soldados con armamento pesado en una frontera con el objetivo de tomar un té". Los esfuerzos radican en hacer todo lo posible para "evitar un riesgo mayor para la paz y la seguridad". Los europeos preparan en estos momentos una carta conjunta a la misiva enviada por Sergei Lavrov, ministro de Exteriores rusos, a las 27 capitales sobre las preocupaciones rusas por la movilización de tropas internacionales en sus fronteras.
Berlín y París quieren reconstruir estos lazos maltrechos con su vecino más importante. El eje franco-alemán es más que consciente de que su relación con Rusia solo abordarse desde la óptima del realpolitik. Cuestiones de vecindad, de dependencia energética o relaciones comerciales les obligan a entenderse. Pero la última crisis en las fronteras europeas está teniendo ya un impacto en el reequilibrio geopolítico. Rusia ha reforzado sus intercambios comerciales y políticos con China; y la UE está buscando vías alternativas de mercado energético para reducir su dependencia del gas ruso, que supone un 40% del total que importa el bloque comunitario.
Patada hacia adelante, pero pocos resultados concretos
Yo a Moscú. Tú a Washington. El tour diplomático de Francia y Alemania se ha reflejado en el calendario de esta jornada. Macron ha visitado a Putin entre grandes expectativas. Pero el Kremlin ya rebajaba la trascendencia antes de que arrancase un encuentro que se ha prolongado durante cinco horas. El galo ha llegado además con la corona de la Presidencia del Consejo. Pero el frío aterrizaje, nadie ha ido a su encuentro en el aeropuerto, o la larga distancia de la mesa de seis metros que le separaba de su homólogo hacían prever que el encuentro sería tosco. La imagen contrastaba con la calidez que transmitía Biden recibiendo a Scholz el mismo momento, pero a más de 8.000 kilómetros de distancia. El buen cordial ha prevalecido, pero la tensión empañaba todos los ángulos del encuentro. En el fondo y en las formas. Tanto el presiente ruso como el galo han jugado sus cartas con inteligencia. El primero, recordando que las relaciones comerciales entre ambos países están al alza y el segundo enfatizando la desescalada como única vía posible a la situación actual.
Tanto el presiente ruso como el galo han jugado sus cartas con inteligencia
Macron ha sido el líder que más ha pujado por la independencia estratégica de la UE y ha reconocido que el nuevo orden global necesita una estrategia duradera y adaptada a los tiempos. Llegó a decir que la OTAN estaba obsoleta y es el gran defensor del Ejército europeo. Con esta coyuntura, los interrogantes que surgen es qué ofertas puede ofrecer el Elíseo para desencallar la situación y con qué grado de aprobación cuenta entre sus aliados europeos. Putin se ha mostrado abierto a estudiar algunas de estas propuestas, que no han trascendido.
En la rueda de prensa posterior a la cita bilateral, que se ha desarrollado con gran hermetismo, ambos líderes han reiterado sin tapujos sus posturas y líneas rojas. Las cartas están sobre la mesa y nadie cede, de momento. Para Rusia, la ampliación de la OTAN hacia el Este y la incorporación de Ucrania al foro es inaceptable. "Si esto ocurre, los países europeos estarán automáticamente en guerra con Rusia", ha señalado el presidente ruso Putin ha expresado sus dudas de que la OTAN sea meramente una alianza de defensa: "Pregúnteles a los ciudadanos de Irak, Libia o Afganistán" y ha defendido que "Crimea es Rusia". Por otro lado, Europa y EE.UU ven la acumulación de tropas rusas en las fronteras de su vecino como una amenaza injustificada, pero Macron ha sido más tibio a la hora de confrontar a su anfitrión.
Su visita llega, además, pocos días después de la misma visita del húngaro Víktor Orbán, con quien Putin descorchó el champagne. Una imagen de sintonía que no se ha replicado con Macron. Pero el gran interlocutor de Rusia fue, es y seguirá siendo Estados Unidos. A pesar de las continuas reuniones y citas en varios niveles y dimensiones, el gran golpe de efecto ante esta crisis se producirá por esta vía y una vez que Rusia responda y reaccione a las respuestas sobre sus demandas enviadas recientemente por la OTAN y Estados Unidos.
Alemania desplaza tropas al flanco oriental
Por su parte, el canciller alemán consagra su primera visita a la Casa Blanca en medio del equilibrio imposible que Berlín mantiene con Moscú. Los aliados estadounidenses y ucranianos han afeado al Ejecutivo que lidera Scholz su tibieza en esta crisis. Alemania tiene unas relaciones complicadas con Rusia, con quien mantiene grandes vínculos económicos y energéticos. Su restrictiva política bélica, heredada del trauma de la Segunda Guerra Mundial, ha propiciado su negativa a enviar armas a Kiev e incluso prohibir su traslado desde otros países utilizando su espacio aéreo. La foto tándem Biden-Scholz, más allá de deparar grandes movimientos, está llamada a ser un paso simbólico para exportar la imagen de unidad transatlántica.
Los contactos diplomáticos seguirán su rumbo los próximos días y semanas
El interlocutor clave es Putin, ya que entre los aliados cunde la obsesión de que el ruso pueda maximizar las grietas en la unidad aliada a su favor. "Alemania es uno de los aliados más cercanos de Estados Unidos. Estamos trabajando a la par", ha señalado el mandatario estadounidense antes de cerrar las puertas para la reunión. El "regalo" de Berlín, que quiere resarcirse de las críticas que le califican como dudoso, ha sido el anuncio de unos 350 soldados a Lituania. Los dos líderes han cerrado filas tras su encuentro ante la "amenaza militar para Ucrania y para la seguridad europea que representa Rusia". En medio de la escalada bélica por parte de todos los actores, los contactos diplomáticos seguirán su rumbo los próximos días y semanas.
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