JERUSALÉN
Actualizado:Las violentas protestas de la semana pasada en distintas localidades de Egipto son la punta del témpano a la que se enfrenta el presidente Abdel Fattah al Sisi con su plan de liberalización económica y revisión de subsidios. Son protestas generalizadas que en este caso han tenido que ver con el anuncio de que los subsidios del pan se iban a revisar y en la práctica han terminado para buena parte de la población.
El gobierno asegura que la reforma del racionamiento es una medida necesaria para combatir la corrupción y no pretende recortar el subsidio. Un ministro ha sugerido que numerosos panaderos se están haciendo ricos a costa de los pobres y a costa del estado, y ha anunciado que los problemas de escasez se resolverán pronto.
Unos 70 millones de egipcios tienen derecho a recibir raciones de pan. Cada familia egipcia posee una tarjeta que le permite recibir cinco hogazas diarias por cada miembro de la familia a un precio que luego el estado completa a los panaderos. Sin embargo, está probado que es habitual que los panaderos vendan pan en el mercado negro en grandes proporciones.
Esto se traduce en que el estado les paga miles de millones de libras egipcias que no les corresponden. Pero mientras muchos panaderos se vuelven ricos o casi, los sectores más desfavorecidos pierden el subsidio, y esto origina malestar en el país y preocupación entre las autoridades.
Según distintos economistas, el estado no puede mantener el nivel de subsidios que ha mantenido hasta ahora. El año en curso será decisivo para Egipto, un año duro donde el tenue hilo que mantiene la estabilidad social puede romperse puesto que los subsidios van a seguir reduciéndose, según los planes del gobierno.
Mientras los manifestantes toman la calle, los indicadores de la macroeconomía se mueven en terreno positivo. La libra egipcia que en noviembre se cambiaba a 9 con respecto al dólar, bajó hasta 20 y más recientemente se ha ido recuperando hasta llegar a los 16. Muchos economistas insisten en que los indicadores continuarán mejorando pero no saben decir si el gobierno podrá resistir las fuertes tensiones sociales.
Los motivos para protestar abundan. El precio del kilo de carne que hasta hace unos pocos meses costaba unas pocas decenas de libras se ha disparado hasta más de cien. De momento, es el pueblo más pobre el que está sufriendo las consecuencias de la liberación de la libra, puesto que a nivel macroeconómico incluso las reservas de dólares, que hasta noviembre caían y caían sin descanso, han comenzado a recuperarse.
Algunos comparan la situación actual con la de 1977, cuando Egipto empezó a reducir los subsidios causando una gran oleada de protestas que se reprimieron con la muerte de decenas de personas. Al final el gobierno tuvo que restaurar los racionamientos para restablecer la calma, una situación que puede repetirse cuarenta años después.
Los últimos datos de la inflación son alarmantes. Las cifras de febrero, que acaban de hacerse públicas, señalan que la inflación anual es del 31,7 por ciento. En noviembre, el presidente Sisi liberalizó la libra y redujo los subsidios de los combustibles con el fin de obtener un préstamo de 12.000 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional.
Las reformas económicas fueron un imperativo del FMI y Sisi no tuvo mucho margen de maniobra si se considera que sus problemas políticos con Arabia Saudí habían llegado a un punto insoportable y El Cairo ya no podía pedir a sus ricos vecinos más petrodólares.
Desde noviembre la libra se ha depreciado más de 50 por ciento con respecto al dólar, si bien las señales de recuperación indican que los ajustes están sirviendo para algo, lo que será definitivamente cierto si el gobierno consigue contener el descontento social. La inflación de estos últimos meses no tiene parangón en la historia de Egipto, con excepción de algo similar ocurrido en los años de 1986 y 1987.
Estos días el precio de los alimentos es un 41,7 por ciento más elevado que el año pasado, mientras que el precio del pollo es un 34,6 por ciento más caro que hace un año. Estos datos refuerzan la idea de que el desgaste del gobierno de Sisi está siendo considerable y puede empeorar si la economía no mejora rápidamente.
Egipto no es otro país árabe simplemente. Su influencia política es necesaria para mantener la estabilidad en Oriente Próximo. Un Egipto débil, como el que hay ahora, contribuye a la inestabilidad regional y una caída de Sisi podría tener consecuencias desastrosas más allá de las fronteras de este país.
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