Por razones diferentes, David Cameron y Nick Clegg pueden respirar aliviados. La Cámara de los Comunes ha aprobado en segunda lectura la convocatoria de un referéndum con el que se espera instaurar el sistema de voto alternativo. El proyecto aún tiene que superar su paso por comisión y la Cámara de los Lores.
El voto alternativo permite al votante poner en orden de preferencia a los candidatos de su circunscripción. En el recuento, los candidatos se van eliminando hasta que uno de ellos supera el 50% de los votos.
En opinión de muchos dirigentes liberales demócratas, esta reforma es lo único que realmente justifica su presencia en un Gobierno de coalición dirigido por los conservadores.
El fracaso de la iniciativa pondría en peligro la supervivencia del Gabinete o, como mínimo, desacreditaría al líder liberal y viceprimer ministro, Nick Clegg.
La reforma se aprobó con 328 votos a favor y 269 en contra. Los laboristas se opusieron –a pesar de que el voto alternativo figuraba en su programa electoral– porque la reforma incluye una redistribución de las circunscripciones para que todas tengan un número similar de votantes.
Los 'tories' confían en recuperar de esta forma los escaños que puedan perder por la reforma.
Hubo 10 diputados conservadores que votaron en contra. Es un grado de disidencia que el primer ministro, David Cameron, se puede permitir siempre que no siga creciendo. Y eso precisamente es lo que todo el mundo espera que ocurra cuando entren en escena los lores.
Los laboristas tienen un plan para “sabotear” la tramitación de la ley en esa Cámara, según The Independent . “Al retrasarla, podemos arruinar su calendario”, dijo una fuente laborista. “Eso podría acabar con el Gobierno si hace que Clegg no pueda cumplir las promesas a su partido”.
El retraso impediría que se cumplan los plazos previstos por Clegg, que obligan a que el referéndum coincida con las elecciones locales y de Escocia y Gales en mayo para que aumente la participación.
Los liberales temen no estar en condiciones de movilizar al electorado si la consulta se celebra por sí sola. Además, Cameron apoya que se celebre el referéndum pero se ha reservado el derecho a pedir el voto negativo.
Una encuesta conocida ayer revela hasta qué punto Clegg se está jugando su futuro. Casi un 40% de las personas que votaron a su partido en mayo no volverían a hacerlo.
La única buena noticia es que los liberales parecen haber detenido la hemorragia. Su apoyo se ha estabilizado en el 18%, cinco puntos menos que en las elecciones.
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