Confiados, los rebeldes libios esperan ganar la batalla en Trípoli este mismo fin de semana. “En 72 horas esperamos tener la capital bajo control y cazar a Gadafi”, dijo el jefe de operaciones para la liberación de Trípoli, Abdel Majib Mlegta, a la entrada del hotel Corinthia, donde aparecieron por sorpresa tres miembros del Consejo Nacional de Transición (CNT) rodeados de una nube de combatientes de la Brigada Revolucionaria de Trípoli, convertidos en guardaespaldas del Gobierno opositor.
Los políticos fueron recibidos a tiros en un nuevo ataque contra el hotel, que previamente había sufrido un corte de suministro de luz. La seguridad del Consejo repelió el ataque y nadie resultó herido.
Los únicos barrios donde quedan gadafistas luchando son Al Hadba y Abu Salim. Las calles están llenas de cadáveres y los rebeldes buscan a los últimos soldados leales a Gadafi y a los francotiradores agazapados en el interior de los edificios.
En los últimos dos días, han muerto 150 personas, casi todas en el contraataque de los gadafistas, que sorprendió a los rebeldes en el complejo del coronel, Bab al Azizia.
La caza del dictador y su familia se está convirtiendo en un quebradero de cabeza para la oposición, a pesar del alto precio que han puesto a su cabeza. “Yo habría dado una recompensa de cien dólares, eso bastaba” dijo con sorna el ministro de Justicia de la CNT, Mohamed Alagy.
A su llegada a Trípoli, el ministro subrayó que encontrar a Gadafi es secundario, lo primero es la seguridad del país. “Me da igual donde esté, las decisiones ya están tomadas por el Tribunal Penal Internacional y por el Comité Internacional de la Cruz Roja. Yo estoy interesado en salvar a mi gente, eso es todo. No me preo- cupa Gadafi porque tarde o temprano lo llevarán ante la Justicia libia o la Justicia internacional”, añadió Alagy.
El titular de Justicia, que se presentó ataviado con un pañuelo revolucionario alrededor de la cabeza y una gorra con visera, quiso dejar claro ante la prensa que son “la autoridad legal” y su “prioridad es la seguridad y detener a los que están involucrados en la guerra para asegurar la transición política al sistema judicial”. En la capital quedan bolsas de resistencia, “pero son grupos pequeños, moscas sucias” explicaba un abogado del CNT. “Sirte será liberada hoy viernes”, añadió.
Sirte es la ciudad natal del autócrata y Gadafi había construido en ella un búnker que fue bombardeado por cazas británicos durante la madrugada del viernes, ya que se consideraba uno de sus posibles escondites.
En Trípoli, las condiciones de vida comienzan a deteriorarse para la mayoría de la población. “Esta es la nueva Libia”, comentaba un empleado de hotel cuya familia ha sido siempre leal a Gadafi, según confesó. Hay cortes de suministro de agua y de luz por toda la ciudad y escasez de agua embotellada y de comida. Las bandas de milicias pro-Gadafi están saboteando las centrales eléctricas en algunas zonas para provocar el caos y dar una imagen de un CNT que no puede abastecer las necesidades mínimas de la población.
“Hemos tomado el aeropuerto para que lleguen los aviones con armas, munición, comida y agua”, contaba a Público el combatiente Hamal Abed.
La conquista del puesto fronterizo de Ras Ajdir, donde desde anoche ondea la bandera tricolor, facilitará también la llegada de bienes básicos desde Túnez, como agua potable, comida, medicinas y material médico.
En los hospitales la situación es desoladora, especialmente en el barrio de Abu Salim, según fuentes rebeldes. La entrada de heridos es continua y la morgue está saturada con más de 115 cadáveres de civiles, que nadie ha reclamado aún, y sin suministros, con cortes de luz, escasez de oxígeno y un hedor insoportable.
En el barrio de Dargur, donde tienen su vivienda los afines al régimen, las calles están desiertas. La casa de Abdalá al Senusi, jefe de los servicios secretos de Gadafi, ha quedado reducida a escombros tras un ataque de la OTAN hace cinco días. En una calle contigua, el interior de una lujosa vivienda da cuenta de cómo vivía el círculo de los Gadafi: dos salones ataviados con sillones rojos, una televisión de plasma gigante y una cocina de ensueño. Todo destrozado tras el paso de los rebeldes, que salían de la casa con un útil botín: dos armas y munición, muy necesarios en las próximas 72 horas en las que aseguran que tomarán Trípoli.
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