Como observador internacional y jefe de una misión académica a las primeras elecciones democráticas en Túnez, el pasado 23 de octubre, me sorprende leer informaciones sobre una gran victoria de los islamistas de en Nahda aún antes de conocerse los primeros resultados parciales.
Estas noticias estaban basadas, en el mejor de los casos, en proyecciones interesadas que hicieron cada uno de los partidos a partir de listados colgados en los colegios. Curiosamente, se hicieron en porcentaje de votos, cuando los resultados oficiales se iban dando en escaños. Esto es importante porque el sistema electoral penaliza al partido más votado que obtiene así menor número de escaños que de votos.
Sin resultados oficiales, los medios ya hablaban de gran victoria islamista
Los resultados oficiales, que se dieron el día 28, confirman efectivamente una gran ventaja de en-Nahda (41,5% de diputados) sobre los demás (14%, el segundo) pero no una mayoría absoluta. La participación, de un 49%, está en el límite pero es aceptable teniendo en cuenta que tuvo que hacerse un censo completamente nuevo. Dos hechos destacables de estos resultados, aparte de que en Nahda estará obligado a pactar para la nueva Constitución y el Gobierno provisional, es que han sido barridos los salafistas radicales (at-Tahrir y al-Ajlás, ningún escaño). La segunda causa de optimismo es el mínimo respaldo que han recibido las listas refugio del antiguo régimen, de aquellos no inhabilitados por la ley antibenalista. Han fracasado tanto los partidos el-Mubadara (5 escaños) y el Watan (0) de dos antiguos ministros benalistas, como la coalición al-Ittilaf al-Yumhuri (0) con una cincuentena de partidos.
La única excepción a esa marginación del benalismo es Hachemi Hamdi, un millonario afincado en Londres, cuyas relaciones con Ben Ali son sospechosas, y quien a través de su canal satélite al-Mustakila ha sorprendido situándose como la cuarta fuerza parlamentaria (19 escaños). Por infringir la financiación electoral y por haber presentado un candidato benalista 'contaminado' han sido anulados nueve de sus escaños.
Este hecho y el plantón de en-Nahda a su presidente por su pasado explican los disturbios ocurridos en Sfax y Sidi Buzid (villa natal de Hamdi y, paradójicamente, donde comenzó la Primavera Árabe). Afortunadamente, la calma ha vuelto y en Nahda se ha mostrado dispuesto a dialogar con todos sin excepción.
Si no apoyamos la transición en Túnez, no haremos justicia a su pueblo
Deberíamos enfatizar el giro copernicano que suponen estas elecciones con respecto a los plebiscitos y elecciones de fachada de la época Ben Ali. Los informes provisionales de la UE, del Centro Carter, de la red tunecina Murakibun y de la red de observadores de la Liga Tunecina de Derechos Humanos, con la mayoría de los 10.000 observadores, destacan pequeñas irregularidades sin impacto sobre el resultado global.
Es cierto que hubo algunos fallos de organización, incidentes (personas reclamando asistencia para votar o con dificultades para localizar su colegio) e infracciones localizadas (propaganda en colegios, petición del voto por teléfono e incluso compra de votos). Esta última constituye la práctica más perjudicial y no puede extirparse de la noche a la mañana, cuando está arraigada en una cultura clientelista que abonó la dictadura.
Una transición es un proceso complicado e incierto en el que todos han de realizar un aprendizaje democrático. Digo todos, porque aunque algunas informaciones refuercen el estereotipo de que los islamistas no son democráticos o sospechosos de no serlo (doble discurso, agenda oculta), también los sectores llamados laicos y los ligados al RCD deben demostrar con hechos que aceptan las reglas del juego, dejan de alentar fantasmas y renuncian a la compra de votos.
Lo que está en juego es un modelo de cambio político democrático
Si no entendemos el paso abismal que ha dado Túnez, si no apoyamos un proceso trascendental como este, no haremos justicia a un pueblo que ha votado cívicamente convencido de su revolución. Si alentamos falsos miedos, podemos repetir fácilmente lo sucedido en Argelia, en Palestina, pero también en Túnez.
Allí se 'juzgó' y 'condenó' a en-Nahda tras las elecciones legislativas de 1989, desencadenando 20 años de represión y 30.000 presos políticos, no todos islamistas. En Argelia, donde el FIS sólo había gobernado en municipios durante un año, las consecuencias fueron terribles.
También entonces algunos medios se precipitaron en enviar mensajes alarmistas, tuvieran fundamento o no. Ahora lo que está en juego es un modelo de cambio político democrático para esa región del mundo. Los tunecinos, votando masiva y pacíficamente, han demostrado comprenderlo. ¿Lo hemos comprendido nosotros?
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