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Putin exhibe un músculo militar limitado en Oriente Próximo

Las maniobras navales en curso a la entrada del golfo Pérsico refuerzan la alianza entre Irán, Rusia y China, tres países que se oponen a los dictados de Washington. Aunque las maniobras tienen un carácter simbólico, ponen de manifiesto el interés de Rusia y China por una zona que constituye el segundo círculo defensivo de esas dos grandes potencias.

Una foto del folleto proporcionada por el sitio web oficial del ejército iraní el 21 de enero de 2022 muestra a los soldados rusos durante un ejercicio conjunto en el Océano Índico.
Una foto del folleto proporcionada por el sitio web oficial del ejército iraní el 21 de enero de 2022 muestra a los soldados rusos durante un ejercicio conjunto en el Océano Índico. EFE/EPA/IRANIAN ARMY

Con la crisis de Ucrania en plena efervescencia coinciden las maniobras militares que estos días realizan en el Océano Índico Irán, Rusia y China, cuyo objetivo declarado es proteger las rutas comerciales de navegación en la zona, y en las que participan más de una docena de buques de Irán, Rusia y China. Se trata de las terceras maniobras de esta naturaleza en las que intervienen los tres países mencionados en los últimos años.

Las maniobras hace tiempo que se anunciaron, de manera que no guardan una relación directa con la crisis en Ucrania, aunque es evidente que desde el punto de vista de Moscú son importantes en tanto que la zona del Índico donde se desarrollan, en el acceso al golfo Pérsico, se encuentra geográficamente en el segundo círculo defensivo de Rusia.

El acoso permanente de EEUU y sus aliados ha conducido a Rusia a una situación extrema que parece planificada desde Washington. El caso de Ucrania es justamente una vuelta de presión casi definitiva de la OTAN a Rusia, presión que viene de lejos y con la que se busca estrangular completamente a Vladimir Putin.

Otros países que, aunque sea desde su pequeñez, se han atrevido a plantar cara a los dictados de EEUU lo han pagado y lo siguen pagando caro, como es visible en Cuba, Venezuela, Irán o Siria, todos ellos aliados a la fuerza de Moscú y al mismo tiempo despreciados y castigados por la comunidad occidental.

Las maniobras del Índico tienen mucho de simbólicas puesto que no constituyen ninguna amenaza, ni siquiera pequeña, contra la hegemonía de EEUU en la región. Baste recordar que los americanos disponen de decenas de bases militares, varias de considerable tamaño en el golfo Pérsico.

La superioridad militar de los americanos es tal que con seguridad no se habrán inmutado por los ejercicios navales de Irán, Rusia y China. Naturalmente, el solo hecho de celebrar las maniobras constituye un amago de desafío que podría indicar una tendencia de futuro ahora que Washington está descuidando un poco Oriente Próximo y dejando que Israel tome el relevo como potencia directamente más influyente en la región.

Mientras en el primer círculo de Rusia, el más cercano, siguen avanzando EEUU y la OTAN, en el segundo círculo, dentro del cual hay que considerar el Golfo Pérsico, rusos y chinos realizan sus pinitos. Estrangulado política, económica y comercialmente por Occidente, Irán mantiene unas excelentes relaciones con ambos países.

Los chinos buscan incrementar su influencia en Oriente Próximo en una guerra soterrada que solo trasciende cuando se realizan maniobras militares o se firman acuerdos comerciales. Los americanos fiscalizan cada movimiento de Pequín pero Teherán tiene un gran interés en convertirse en su aliado estratégico con unas relaciones que van más allá del petróleo y prometen un futuro floreciente.

Israel juega a todas las cartas que se ponen delante con excepción de la de los palestinos, la que debería jugar con urgencia, pero sabe que el naipe con más valor es el de EEUU, de ahí que no le interese que decline el enorme despliegue americano en Oriente Próximo. Mientras los soldados americanos continúen allí para dar la cara cuando se tercie, Israel podrá seguir con sus lucrativos juegos con los países de la región.

Esta semana se ha dado una situación bastante curiosa, de la que han informado los medios hebreos. El presidente ucraniano ha solicitado a Israel que medie en la candente crisis entre Kiev y Moscú. Volodymyr Zelensky, cuya elección fue saludada por los medios de Israel destacando que es judío, no ha tenido mejor idea que recurrir a Israel como mediador (si es que la idea no ha salido directamente de Israel), una propuesta que Vladimir Putin ha rechazado ipso facto.

Las relaciones entre Rusia e Israel son correctas. El hasta hace poco primer ministro Benjamín Netanyahu cogió el hábito de volar con frecuencia a Moscú, y su sucesor, Naftalí Bennett, que asumió el cargo en junio, ya ha estado en Moscú. Pero aunque los intereses de Rusia e Israel se cruzan en muchos sitios, Putin desconfía de Tel Aviv en cuestiones profundas, como ha quedado manifiesto con el rechazo de su mediación en el conflicto de Ucrania.

Al haberse desentendido de una implicación directa en ciertos conflictos, Washington ha facilitado cierta penetración de Rusia, por ejemplo en Libia. Pero el caso más notorio es el de Siria, donde los rusos salvaron al presidente Bashar al Asad y a cambio han establecido un pie en el Mediterráneo oriental que obra como una válvula de escape en tanto la OTAN no para de acorralarlos en el perímetro de sus fronteras.

En Siria, donde hay una limitada presencia de tropas de EEUU, se ha hecho evidente que la política de Washington pasa por destrozar de arriba abajo a cualquier país que no se avenga a jugar con las reglas del juego que les impone. Pero por más interés que tenga, Putin no tiene capacidad para reconstruir un país como Siria que está siendo castigado por EEUU desde mucho antes que se iniciara la guerra civil en 2011.

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