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Mishustin es el funcionario ruso de mayor rango que ha visitado China desde que el Kremlin ordenó la invasión de Ucrania hace quince meses. El momento del viaje tampoco es casual y sigue a la cumbre del todopoderoso G-7 celebrada este pasado fin de semana en Hiroshima, donde se volvió a condenar a Rusia y se demonizó a China por sus "malignas" prácticas comerciales, el aumento de su arsenal nuclear, su expansionismo en el este de Asia y sus amenazas a Taiwán.
Mishustin participó el lunes en un foro económico en la ciudad de Shanghai y después, ya en Pekín, se reunió este miércoles con el presidente chino, Xi Jinping, y el primer ministro Li Qiang. Si en las últimas reuniones sino-rusas al más alto nivel se habló de amistad "sin límites" entre los dos países, esta semana se insistió en la prevalencia de una asociación "sin precedentes", con un "nuevo nivel" de los lazos bilaterales.
El presidente chino llegó a ofrecer ante Mishustin el apoyo de Pekín a Moscú "en cuestiones referentes a los intereses fundamentales de cada uno". Si hasta ahora, la ausencia de una condena china a la invasión rusa de Ucrania o el rechazo por Pekín de las sanciones impuestas a Moscú inquietaban a europeos y estadounidenses, este apoyo chino a los "intereses fundamentales" de Rusia sin duda levantará todas las alarmas. Las palabras de Xi apuntan a un alineamiento sin concesiones entre los dos países del nuevo eje del mal trazado por Occidente.
La acogida de Mishustin en Pekín también ha refutado a quienes en Europa y Estados Unidos presumían de que China acabaría deglutiendo económicamente a una Rusia debilitada por la guerra de Ucrania y asfixiada por las sanciones occidentales. Sanciones que China se está encargando de minimizar con el incremento de sus compras de materias primas e hidrocarburos rusos para desesperación de Bruselas y Washington.
China, primer cliente de la energía rusa
En 2023, China fue el principal cliente de Rusia en el sector energético. Junto con la India, el gigante asiático se convirtió en el destino de buena parte del petróleo y el gas ruso que dejaron de exportarse a Europa tras el comienzo de la guerra y la imposición de sanciones a Moscú.
El pasado mes de febrero, Rusia ya sobrepasó a Arabia Saudí como mayor proveedor de petróleo de China. Y durante 2023 se espera que las importaciones de energía procedentes de Rusia se incrementen un 40% respecto a 2022, según se informó en el foro económico de Shanghái al que asistió Mishustin.
A esta reunión de Shanghái, China invitó a varios empresarios rusos de los sectores del acero, la minería y los fertilizantes penalizados por las sanciones occidentales, en una señal inequívoca de que Pekín juega al margen de las reglas internacionales impuestas por Europa y Estados Unidos.
Putin y Xi celebrarán una nueva cumbre a fines de año
En la visita de Mishustin se ha pergeñado una nueva cumbre al más alto nivel entre Xi Jinping y su homólogo Vladímir Putin para fines de año. Ese encuentro será posiblemente en China, desafiando así a la orden de la Corte Penal Internacional que ha dictado un mandato de detención en todo el mundo para el presidente ruso por crímenes contra la humanidad cometidos por sus tropas en Ucrania.
"China está dispuesta a trabajar con Rusia para implementar la cooperación conjunta entre los dos países. Y promover la cooperación pragmática en varios campos puede llevarla a un nuevo nivel", subrayó el primer ministro chino en sus conversaciones con Mishustin.
Intercambios bilaterales por 200.000 millones de dólares
Se espera que este año los intercambios comerciales entre los dos países alcancen los 200.000 millones de dólares que fijaron Xi y Putin en la cumbre celebrada en Moscú en marzo pasado. Ya en 2022 se rozaron los 190.000 millones de dólares, que hicieron de China el primer socio comercial de Rusia.
Y en los primeros cuatro meses de este año, el comercio de Rusia con China creció en un 41,3% interanual. Es natural que la Unión Europea entre en pánico ante la creciente preponderancia en Asia de una Rusia que debería haber sucumbido económicamente hace meses por las sanciones impuestas por Bruselas y Washington, y, sin embargo, hoy día es uno de los mejores clientes de China y su mayor proveedor de crudo.
Si bien es cierto que China aparece como el primer beneficiado económicamente en su relación con Rusia, es sin embargo este país el que se lleva mejores réditos geopolíticos, pues la alianza sino-rusa rompe el discurso occidental de que Moscú está aislado internacionalmente.
China tampoco desaprovecha la amistad con Rusia para tomar nota. La guerra de Ucrania ha puesto de manifiesto que Occidente puede cerrar filas militar, política y económicamente para defender sus intereses estratégicos y eso podría repetirse en la región de Asia Pacífico, especialmente en torno a Taiwán.
Pekín y Moscú unidos contra el hegemonismo occidental
El jefe de Gobierno ruso fue contundente en Pekín: China y Rusia "rechazarán con fuerza" la intención occidental de "mantener el dominio mundial y utilizar sanciones ilegales para imponer su voluntad a estados independientes".
Hoy día, remarcó Mishustin, "las relaciones entre Rusia y China se encuentran en un alto nivel sin precedentes", desarrolladas por "respeto mutuo de intereses" y "el deseo de responder de manera conjunta a los desafíos" internacionales y fruto de la "presión sensacional del colectivo occidental".
Estas presiones se manifestaron con virulencia en la cumbre del Grupo de los Siete países más industrializados del mundo celebrada el pasado fin de semana en Hiroshima, con la presencia de las más altas autoridades de Estados Unidos, Canadá, Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia y el anfitrión Japón.
La reunión del G-7 mostró el alcance de la agenda occidental contra China. Si Rusia es para Occidente el apestado del planeta por su invasión de Ucrania, China corre el riesgo de verse acorralada en los principales foros internacionales por esa estrategia hostil coordinada por Europa, Estados Unidos y los aliados de Washington en Asia, como Japón.
Esta agresiva estrategia tiene su contexto económico, ante el embate comercial y tecnológico con el que China ha superado la crisis de la pandemia de Covid, pero también geopolítico, por la hegemonía que se disputan Pekín y Washington en el Pacífico y el este de Asia.
China y sus "prácticas malignas" antioccidentales
Nunca se había citado tantas veces a China en anteriores encuentros del G-7. Así, se habló en Hiroshima de que China "distorsiona la economía global" y de la necesidad de contrarrestar sus "prácticas malignas, como la transferencia ilegítima de tecnología o la divulgación de datos".
Los Siete fueron contundentes: "Fomentaremos la resiliencia a la coerción económica" proveniente de China y "reconocemos la necesidad de proteger ciertas tecnologías avanzadas que podrían utilizarse para amenazar nuestra seguridad nacional".
Ante estas palabras, China presentó una queja formal a Japón y la Embajada de China en Tokio acusó al G-7 de instigar "una política de bloques, de confrontación y división" que revelaba "la hipócrita naturaleza del grupo".
El ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, salió al paso desde Moscú a las acusaciones vertidas en la reunión de los Siete magníficos del planeta. Las decisiones discutidas y adoptadas en Hiroshima "tienen como objetivo la doble contención de Rusia y la República Popular China", afirmó el diplomático.
Según Lavrov, Occidente considera a Rusia y a China como "una amenaza existencial" para sus intenciones hegemónicas. Por eso, Estados Unidos "exacerba la situación en torno a Taiwán" e involucra en sus "esquemas destructivos" para la región de Asia Pacífico, no solo a sus aliados de Europa, sino también a los de Extremo Oriente, en referencia a Japón y Corea del Sur.
El objetivo es claro, dijo Lavrov, "no basta con derrotar a Rusia en el campo de batalla, sino que hay que eliminar a este país como rival geopolítico".
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