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Pasaporte covid: guía para viajar este verano en Europa

El certificado europeo de coronavirus nació hace un mes como una herramienta para facilitar los viajes y salvar el verano. En un momento en el que el bloque comunitario camina hacia la inmunidad de rebaño, cada vez son más los países que están ampliando su uso a eventos culturales y sociales.

Una mujer muestra el certificado COVID Digital de la Unión Europea, durante el día en el que se pone en marcha para garantizar la movilidad segura ante la COVID-19
Una mujer muestra el certificado COVID Digital de la Unión Europea, durante el día en el que se pone en marcha para garantizar la movilidad segura ante la COVID-19. Eduardo Parra / Europa Press

El pasaporte covid europeo se encuentra en vigor desde el 1 de julio en toda la UE, Noruega, Islandia, Liechtenstein y Suiza. Su creación despertó ilusión y escepticismo por partes iguales. Nació como la panacea para poder salvar el turismo de cara al verano y reactivar la normalidad en los desplazamientos por el espacio Schengen. Pero el aumento de contagios provocados por las nuevas variantes, especialmente la delta, el desconocimiento de la población o las diferencias en los sistemas de verificación de los 27 Estados miembros están poniendo trabas en su rodaje.

El certificado digital europeo no es obligatorio para viajar por Europa, pero sí facilita los desplazamientos, ya que exime a su portador de medidas restrictivas, como cuarentenas, en el lugar de destino. Sin embargo, no siempre es así. Los Gobiernos se reservan el derecho a imponer restricciones a los turistas que arriban si consideran que llegan de zonas de alto riesgo. Tal es el caso de Bélgica, que exige cuarentenas obligatorias de diez días en los vuelos procedentes de España debido a su mala situación epidemiológica.

El documento, que se puede solicitar y descargar a través de las comunidades autónomas, certifica tres supuestos: estar vacunado con la pauta completa de los sueros reconocidos por la Agencia Europea del Medicamento (EMA) o por la Organización Mundial de la Salud (OMS); tener en disposición una PCR negativa con 72 horas de antelación o un test de antígeno con 48; o acreditar anticuerpos por haber superado la enfermedad. Es gratuito, se puede obtener en papel o en formato digital y tiene validez de un año. Además de este pasaporte, la mayoría de países, incluido España, exige el registro de un formulario de localización de pasajeros para cruzar sus fronteras.

En estos momentos, la campaña de vacunación europea se está reponiendo del gran sobresalto que fue el primer trimestre del año, cuando llegaron muchas menos dosis de las previstas debido, en buena parte, al incumplimiento de compañías como AstraZeneca. Esta semana, el bloque comunitario ha superado la barrera psicológica de los 200 millones de adultos vacunados completamente, lo que representa cerca del 55% de la población comunitaria. Lo que iba a ser un pasaporte de vacunación acabó siendo un pasaporte de coronavirus para evitar discriminaciones, pero el objetivo es que en el traspaso de los próximos meses más y más ciudadanos comunitarios lo utilicen como un atestado de vacunación.

De los viajes a los bares: amplía sus competencias

Una vez alcanzada la inmunidad de rebaño, el nuevo caballo de Troya de la UE será contener las amenazas de las nuevas variantes y evitar que las personas que se niegan a vacunarse supongan un riesgo. Es aquí donde este instrumento puede vivir su metamorfosis. Aunque nació con el único objetivo de ser una herramienta exclusivamente para los viajes, cada vez son más los países que están ampliando su alcance a eventos sociales y culturales. La Comisión Europea ya ha bendecido esta extensión de su uso como una medida para avalar la reactivación segura del ocio y de la cultura. No obstante, de momento se trata de una decisión individual de cada país.

En España, Galicia se ha convertido en la primera comunidad autónoma que exige un pasaporte sanitario para acceder al interior de bares y restaurantes. También las islas Canarias han hecho lo propio. Por su parte, las islas Baleares lo está evaluando para participar en grandes eventos. La pionera en esta medida fue Grecia. Y poco después, Portugal, Francia e Italia siguieron sus pasos. Los ciudadanos transalpinos tendrán que poseer un certificado sanitario, que acredite la vacunación o un test negativo, a partir el 6 de agosto para asistir a cines, museos, interior de bares o gimnasios. El presidente galo, que cuenta con uno de las poblaciones más anti-vacunas de la UE, marcó el camino poco antes incluyendo el pasaporte en casi todas las prácticas del día a día de los franceses: hospitales, trenes de larga distancia, eventos de más de 50 personas, residencias de ancianos o centros comerciales. Todo apunta a que será una medida que irá tomando fuerza en el resto de países. Está por ver si el regreso a la nueva normalidad hace de esta cartilla un documento habitual de la vida de las personas necesitándolo para ir a cenar a un restaurante o para asistir a un concierto.

El doble objetivo de obligar a las personas a presentar su certificado de vacunación o una prueba PCR para asistir a reuniones cerradas o eventos masificados es, por in lado, minimizar el riesgo de contagios y, por el otro, dar más incentivos a los que todavía siguen reacios a inmunizarse. Hacer o no imperativa la vacuna es uno de los grandes dilemas que deja la pandemia. El propio Macron ha decretado que todo el personal sanitario se vacune sin alguna excepción. Según el último Eurobarómetro, los españoles son los ciudadanos europeos que más creen que solo las vacunas pondrán fin a la pandemia y también son los menos anti-vacunas: el 87% no entiende por qué la gente está contra ellas. En otros como Letonia esta percepción es del 67%.

Diferencias de revisión y PCR

Este pasaporte pionero vio la luz tras unas negociaciones muy intensas entre las capitales europeas y las instituciones comunitarias. Y cultivó ciertas críticas. La misión principal era asegurar que no supondría una herramienta discriminatoria –y por tanto contraria al acervo europeo- sobre vacunados y no. Al fin y al cabo recibir la dosis es un proceso gratuito en toda la UE y su recepción atiende a una cuestión de grupos de prioridad. Pero en cambio, no todo el mundo puede costearse los test, otra de las alternativas del certificado.
Una de las exigencias del Parlamento Europeo era que las pruebas PCR fuesen gratuitas para evitar la discriminación económica. El Consejo no aceptó esta condición y, en la actualidad, estas pruebas van desde la gratuidad en países como Francia hasta los más de 100 euros en otros como Eslovenia. Otra de las dudas que arrojaba era el de la privacidad de datos. El certificado contiene los datos personales y sobre la vacuna de su portador. Los Estados se han comprometido a no conservar esta información y a no compartirla con otros los otros países.

Además, las divergencias a lo largo y ancho de la UE para verificarlo han creado ciertos cuellos de botella y colas en los aeropuertos. En algunos países, su validación corresponde a las compañías aéreas, en otros al propio aeropuerto y en algunos otros se lo reserva el propio Estado. Esta misma semana, la Comisión Europea ha constatado que existen hasta 15 formas distintas para verificarlo.
En cualquier caso, los ciudadanos lo han acogido con calor. El día de su lanzamiento oficial se había emitido 200 millones de certificados en toda la UE. Y como muchos cambios que acarrea la pandemia, todo apunta a que ha venido para quedarse.

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