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La Franja de Gaza, teatro de intensos bombardeos de la aviación israelí desde hace nueve días, es una pequeña región situada entre Israel y Egipto con un área de 365 kilómetros cuadrados, donde viven algo más de dos millones de palestinos, casi todos musulmanes aunque quedan algunos cristianos, con una densidad de 5.000 habitantes por kilómetro cuadrado.
Está gobernada desde 2007 por Hamás, una organización islamista pariente de los Hermanos Musulmanes que se fundó a finales de los ochenta, con el inicio de la primera intifada. Durante la primera fase de su existencia gozó del apoyo de Israel, que consideraba que los islamistas no se sumarían a la resistencia de los partidos laicos de la Organización para la Liberación de Palestina, especialmente Fatah.
Hamás ganó limpiamente las últimas legislativas que se celebraron en 2006 en todos los territorios ocupados, es decir también en Cisjordania y Jerusalén este, pero Fatah y el presidente Mahmud Abás no le permitieron gobernar. La máxima autoridad de la época en Gaza, el controvertido Mohammed Dahlan, con estrechos vínculos con Israel, fue apartado del poder al año siguiente mediante un golpe de las milicias de Hamás.
José Vericat, que escribió su tesis en Oxford precisamente sobre la organización islamista, señala que en esta guerra "Hamás ha adquirido un inesperado papel de defensor de la causa palestina, sobre todo de Jerusalén. Nadie lo pronosticó, nadie pensaba que la popularidad de Hamás se iba a disparar en Cisjordania y Jerusalén, ni que podría presentarse como defensora de Jerusalén, dar un ultimátum a Israel y cumplirlo".
Lo que ocurre estos días es una réplica a los cuatro años de la administración de Donald Trump, con todo lo que han significado sus políticas arbitrarias, así como a los doce años de gobierno de Benjamín Netanyahu, que ha apaleado a los palestinos de todas las formas posibles.
"El legado de la administración Trump es nefasto, y lo más curioso es que la guerra está teniendo notables repercusiones en las poblaciones palestinas y mixtas del interior de Israel", dice Vericat, que en los últimos tres años fue director del Centro Carter en Israel-Palestina. "Se ha liberado de un sentimiento de solidaridad después de años de sufrimientos palestinos, con ataques diarios y desatados de colonos judíos golpeando y abusando de los palestinos por toda Cisjordania y Jerusalén".
"Es interesante que la intención de acabar con el sueño palestino de la administración Trump y de Netanyahu, ha tenido un efecto contrario al esperado y que una consecuencia ha sido borrar la línea verde entre los palestinos de los territorios ocupados y del interior de Israel, restaurando el vínculo entre unos y otros", añade Vericat, quien ahora es consejero del European Institute of Peace.
Bajo el gobierno de Ariel Sharon, en 2005 Israel evacuó las colonias de la Franja, donde vivían unos ocho mil israelíes y retiró al ejército, una decisión que rechazó una gran parte de la población israelí y que causó problemas en la sociedad. De hecho, existe un número creciente de israelíes, incluidos líderes políticos, que abogan por el regreso de los colonos y el ejército a la Franja.
Aunque Sharon presentó la retirada como una decisión unilateral, la realidad es que probablemente obedeció al permanente hostigamiento las milicias palestinas, especialmente de Hamás, contra soldados y colonos. De hecho, en el periodo previo a la evacuación hubo un constante goteo de soldados y colonos muertos y los milicianos incluso destruyeron un poderoso tanque Merkava y continuamente tendían emboscadas a soldados y colonos.
Esta diferencia con Cisjordania se reveló crucial para la retirada israelí de la Franja. En Cisjordania, por el contrario, Israel se encuentra en una situación cómoda haciendo y deshaciendo a su antojo sin ninguna resistencia, lo que es posible gracias a la estrecha colaboración del presidente Mahmud Abás con el ejército israelí en todo lo relativo a seguridad. En la práctica la policía palestina de Cisjordania es una extensión de las fuerzas de ocupación.
La ascensión al poder de Hamás en 2007 no significó el fin de la ocupación de acuerdo con la interpretación de numerosos juristas occidentales. De hecho, Israel y Egipto, en una tácita colaboración con Israel, controlan las fronteras de la Franja, permitiendo la entrada y salida de personas y bienes en función de sus propios intereses.
Además de no permitir una circulación fluida, Israel controla el espacio aéreo y marítimo, por ejemplo no dejando que los barcos de pesca palestinos se alejen de la costa más de unos pocos kilómetros. Los cazas sobrevuelan la Franja a su antojo y periódicamente llevan a cabo ataques contra objetivos de todo tipo con un periódico goteo de muertos y heridos.
El desempleo es muy elevado y el subempleo es común debido en gran parte a que Israel no permite que se desarrolle ninguna industria ni que se exporten bienes fabricados en la Franja. La ocupación se manifiesta también en una presión económica que, entre otras cosas, prohíbe que empresas comerciales israelíes, como bancos o del sector de la energía, hagan negocios con la Franja.
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