jerusalén
Ha habido mujeres que han dirigido partidos políticos israelíes de centro y de izquierda, pero hasta ahora ninguna había liderado una formación de la extrema derecha nacionalista y religiosa. La primera en conseguir este sorprendente hito es Ayelet Shaked, una laica de Tel Aviv de 43 años y con dos hijos que despierta pasiones contradictorias en todos los sectores de la política israelí.
Que una mujer laica haya logrado ponerse al frente de una formación acusadamente patriarcal en la que abundan rabinos que, según los parámetros occidentales, podrían calificarse de misóginos o muy misóginos, es un hecho casi inexplicable, pero dice mucho del carácter de una mujer que hace solo unos meses presentaba en la televisión un anuncio coqueteando equívocamente con un perfume que llevaba por nombre “Fascismo”.
La líder de Derecha Unida aspira a conseguir una quincena de escaños en las elecciones del 17 de septiembre. Los sondeos dicen con consistencia que puede conseguirlo cuando todavía quedan casi cinco semanas para que se abran las urnas. En cualquier caso, Ayelet Shaked está predestinada a jugar un papel central en la próxima legislatura.
Más de un analista local pronostica que Shaked posee el fuste y el carácter necesario para convertirse en primera ministra a medio plazo, una idea que no parece descabellada si se tiene en cuenta su carisma y el hecho incontestable que Israel está virando más y más hacia el nacionalismo y la religión. Se observa en la vida cotidiana y lo confirman las elecciones que se realizan periódicamente.
Shaked está predestinada a jugar un papel central en la próxima legislatura
Su programa político está en consonancia con la imagen que ella misma se encarga de hacer llegar a los votantes. El punto más destacado es que pide la anexión inmediata a Israel del Área C de los territorios palestinos ocupados, la mayor superficie de Cisjordania, una medida que cada día cuenta con más apoyo y que pondría la puntilla definitiva a la paz entendida como la solución de los dos estados, una opción que prácticamente es inaplicable debido a la gran expansión colonial de Israel y a la total parálisis de Europa.
En principio, parecería natural que una mujer laica criada en los años 80 en un hogar de clase media de la ciudad más secular del país, militara en un partido de izquierdas. Sin embargo, la propia Shaked contó a The New York Times en 2015 que a la temprana edad de 8 años experimentó una revelación al ver un debate entre el entonces primer ministro del Likud, Yitzhak Shamir, y uno de sus oponentes.
A partir de ese momento se identificó plenamente con las ideas nacionalistas de Shamir y desde entonces no ha cambiado, o como mucho, se ha hecho todavía más nacionalista. Su paso por el ejército, donde muchos israelíes profundizan en las ideas nacionalistas, le confirmó la perspectiva de que una solución política con los palestinos era impracticable y que Israel debía actuar como la potencia regional que es haciendo valer la fuerza de su ejército.
Estudió ingeniería computacional y llegó a trabajar durante algún tiempo para la potente compañía estadounidense Texas Instruments, pero enseguida se dio cuenta de que la política le era tan necesaria como el aire que respiraba. En 2006 la fichó Benjamín Netanyahu como jefa de su oficina. Netanyahu era entonces líder de la oposición y le quedaban tres años de travesía del desierto antes de convertirse en primer ministro.
En 2006 la fichó Benjamín Netanyahu como jefa de su oficina
Shaked contrató a su vez a Naftalí Bennett, un joven y exitoso empresario de tecnología que se había hecho millonario en Estados Unidos y que compartía las ideas políticas de su amiga Shaked. Shaked y Bennett, que además es ortodoxo desde el punto de vista religioso, trabajaron para Netanyahu durante cuatro años pero se apartaron de él por diferencias con su esposa Sara, una mujer irascible y de un carácter particular que ha traído no pocos quebraderos de cabeza a Netanyahu.
Crearon entonces el partido La Casa Judía que logró entrar en la Kneset en 2013, con Bennett como cabeza de lista y Shaked en el quinto lugar. La popularidad de Shaked se disparó en pocos meses y Netanyahu la nombró ministra de Justicia, un cargo que usó para dar un controvertido vuelco al sistema judicial.
Sus detractores denuncian que Shaked tiene ideas fascitas y ha acabado con la independencia de los jueces al dar prioridad a la identidad étnica judía sobre la democracia. Ella replica que es el parlamento, dominado por la derecha y la extrema derecha, el que debe marcar la política a seguir, y no los jueces, a quienes acusa de torpedear sistemáticamente las leyes que salen de la cámara legislativa.
Shaked también impulsó la polémica ley del estado-nación que pone a los judíos por delante de los no judíos. El resultado es que lo poco que le quedaba a Israel de liberal ha desaparecido.
Aunque en julio, cuando Derecha Unida escogió a Shaked como líder, hubo algunas reservas por parte de ciertos líderes religiosos, los rabinos han aceptado tener a una mujer al frente de la coalición por dos razones: traerá más votos, según los sondeos, y al fin y al cabo los rabinos seguirán controlando a sus propios partidos dentro de la coalición.
Además, aunque es difícil de explicar, los colonos nacionalistas y religiosos que constituyen la base de Derecha Unida, se sienten a gusto con esta mujer laica de Tel Aviv que figura al frente de la coalición. Shaked también pone su granito de arena para que la relación con su electorado sea fluida y no come en restaurantes que no son kosher ni concede entrevistas durante el shabbat.
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