El líder laborista hizo ayer un último intento por convencer a los votantes de su partido de que voten sí en el referéndum de la reforma electoral. Ed Miliband dijo que espera que los británicos 'no utilicen el referéndum para castigar a Nick Clegg'.
La impopularidad del viceprimer ministro es uno de los factores que ha perjudicado a la campaña del sí. Miliband se ha negado a compartir escenario con el líder de los liberales demócratas en la defensa del voto alternativo.
El cambio propone que los votantes elijan una segunda preferencia que se suma en una segunda ronda del recuento si ningún candidato obtiene más del 50% de los votos en cada distrito.
Miliband recomienda el sí, pero en la práctica ha dado libertad de voto a los dirigentes de su partido, consciente de que no hay una posición común. Según el ex ministro laborista David Blunkett, 131 de los 258 diputados laboristas están en contra de la reforma.
Muchos de ellos han ganado su escaño con un porcentaje muy inferior al 50% de votos, y temen que lo perderían con el voto alternativo.
Los conservadores se oponen radicalmente a la reforma y los sondeos dan a entender que han movilizado con facilidad a su electorado. Se da la paradoja de que en las primarias tories se utiliza un sistema similar al voto alternativo, y gracias a él fue elegido David Cameron, que no ganó la primera votación. Pero no lo quieren para las elecciones generales porque les pondría mucho más difícil en el futuro llegar al poder con mayoría absoluta.
El último sondeo publicado, de ComRes para The Independent, arroja una espectacular ventaja de 32 puntos para el no. Hay poco margen para la sorpresa, que sólo se puede producir si los votantes conservadores del sur de Inglaterra se quedan en casa en los distritos en los que el referéndum es el único motivo para acudir a las urnas. En otras zonas del país, hay también otras convocatorias: elecciones locales y elecciones a los parlamentos de Escocia y Gales.
En una demostración de que la derrota del no tendrá efectos letales en la reputación de Nick Clegg, Downing Street ya estudia qué ocurriría si los liberales se deshicieran de su líder, según la revista conservadora Spectator.
La intención de los asesores de David Cameron es que en ese caso intentarían que Clegg continuara como número dos del Gobierno, aunque ya no estuviera al frente de su partido.
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