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RÍO DE JANEIRO.- A las ocho de la noche comenzaba un espectáculo de luces y color al estilo Circo del Sol ya visto en otras ceremonias olímpicas. Una decisión de última hora provocaba un cambio en el protocolo: tras nombrar al presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Thomas Bach, no llamarían al presidente interino, Michel Temer. Mejor omitirlo, era la orden.
Después de que a lo largo del día se celebraran diversos actos contra el gobierno en funciones, que incluso llegaron a provocar el cambio de recorrido de la antorcha olímpica, los organizadores de la ceremonia prefirieron no arriesgar por miedo de que se llegaran a escuchar abucheos.
El viernes amaneció soleado después de unos días nublados en Rio de Janeiro. A las once de la mañana en una panadería del barrio de Flamengo, Aline se quejaba de su nuevo uniforme. Durante las próximas tres semanas y hasta el final de las Olimpíadas, su jefe le había impuesto a ella y al resto de empleados que sirvieran el café con la camiseta de la selección brasileña: “Da mucho calor, estoy deseando que acaben los Juegos para quitármela”, decía esta camarera que admite que “no le importa demasiado” el evento deportivo: “En mi barrio no ha cambiado nada, es aquí en estas zonas turísticas que quieren maquillar la ciudad”.
Evilson trabaja hace ocho meses como conductor de Uber. Antes se dedicaba al turismo, llevando a los viajeros a conocer los mejores paisajes de Rio de Janeiro. Los Juegos no le interesan, más bien le incomodan: “Estoy cansado de llevar clientes a Barra da Tijuca y ver estas instalaciones enormes, luego vuelvo a casa, paso por las periferias y todo está cada vez peor”. Le preocupa que su hijo esté en paro y le da miedo que Dilma no consiga volver al Gobierno: “Con ella tampoco estábamos muy bien, pero su partido se preocupa de gente como nosotros, Temer pertenece a los ricos, a los que salen ganando con este espectáculo”.
A pesar de que Rio de Janeiro conquistó ser sede olímpica durante el gobierno Lula, y las obras relacionadas con el evento fueron avaladas por el Partido de los Trabajadores (PT), los Juegos Olímpicos en estos momentos se asocian al nombre del presidente interino, Michel Temer: un político curtido en el Congreso, que jamás ha ganado una elección directa, y que no consigue despertar el afecto ni de la derecha, ni de la izquierda.
Temer es un icono del PMDB, partido que lidera el Ejecutivo, el Legislativo y también la ciudad y el estado de Rio de Janeiro. Esta sigla que está tocada por todos los escándalos de corrupción del país, también es la responsable de lo que muchos llaman “golpe”, en relación al 'impeachment' que enfrenta la presidenta Dilma Rousseff. Un partido vinculado desde su formación con las oligarquías del campo, y al que hoy también asocian con las palabras “crisis”, “especualación inmobiliaria” y “privatización”.
Una jornada de protestas
La jornada de manifestaciones del viernes comenzó en Copacabana poco después de las once de la mañana. A la una de la tarde alrededor de tres mil personas se concentraban entre la recién inaugurada cancha de voley-playa y el emblemático hotel Copacabana Palace. Cariocas y extranjeros se juntaban para gritar “Fuera Temer” y llamar la atención de los medios interacionales con eslóganes en diversos idiomas: “En este país hay un golpe de estado y en cuanto acaben estos Juegos se irá la prensa y las cosas van a empeorar”, decía Maria das Graças, sindicalista de 48 años.
Claire, una francesa que vive hace dos años en el barrio de Botafogo llevaba una pancarta que decía “Coup in Brazil” (Golpe en Brasil): “Que al menos estas Olimpiadas sirvan para denunciar lo que sucede en la política de este país, lo que le han hecho a Dilma es intolerable”.
A las dos de la tarde en Vila Autódromo el sol no daba respiro. Esta comunidad pegada al Parque Olímpico ha sido uno de los símbolos de la lucha contra los Juegos: “No tengo nada en contra de las Olimpíadas, pero por este evento acabaron con mi casa y con la de mis vecinos. Los que conseguimos quedarnos sufrimos mucho”. María da Penha, a día de hoy uno de los emblemas de los derechos humanos en Río de Janeiro, se refiere a las seiscientas familias que fueron desalojadas desde 2014, y a las otras veinte que resistieron a las presiones y amenazas del ayuntamiento.
-Hoy es el día de la inauguración. ¿Algún sentimiento extraño?-
-Es verdad, ya es 5 de agosto. No, nada especial.
Maria da Penha, que llegó a rechazar casi un millón de euros para quedarse en su comunidad, dice que no tiene ningún rencor en relación a la fiesta olímpica: “Yo he luchado por mis derechos y he conseguido quedarme en mi tierra, lo que suceda ahí al lado (señala el Parque Olímpico) no me interesa”. Esta líder vecinal que viajó a Ginebra con Amnistía Internacional para decirle al COI que empezaran a “preguntar a la gente si realmente quieren un evento así en sus ciudades”, no habla de política nacional y tampoco nombra a Temer, pero sí le preocupa “la especulación inmobiliaria del ayuntamiento carioca”. Esa tarde se quedará en casa con su marido y su hija: “Esta vez no voy a manifestarme, llevo toda la semana denunciando ante la prensa los desalojos de mi comunidad, hoy voy a descansar”.
De camino a Saens de Penha, la plaza donde acabaría la jornada de protestas, el metro estaba lleno de futuros espectadores de la ceremonia. Parte de la comitiva de la República Checa se mezclaban con los norteamericanos que llevaban sus banderas atadas al cuello y latas de cerveza en la mano. Tres viejitos con camisas de Mongolia y una veintena de brasileños con diferentes modelos de la camiseta de la canarinha.
Rafael venía de Mato Grosso y era la primera vez que estaba en Rio de Janeiro: “Hay algunos problemas de transporte pero en general todo está bien, mucha seguridad y la ciudad no está tan llena”. Este joven de 26 años ha gastado 500 euros para ver la ceremonia de apertura: “Donde yo vivo solo hay cocodrilos y vacas, para mi ver este espectáculo es algo muy especial”. Prefiere no hablar de política y no le gusta que haya gente manifestándose contra los Juegos: “Es una oportunidad para el país, no entiendo porque la gente está tan enfadada”.
Maria no opina lo mismo. Cuando escucha que la estación de Afonso Pena está cerrada porque hay manifestaciones contra los Juegos, inmediatamente dice: “Cómo me alegra que se manifiesten: Fuera Temer”. Es funcionaria de la Universidad Federal de Rio de Janeiro: “Hace meses que no recibo mi salario y ahora los policías sí lo reciben porque lo que quiere Temer es seguridad para los Juegos, peor no podríamos estar”. Una chica al lado asiente pero cuando se le pregunta qué opina del evento deportivo dice: “La verdad es que estoy muy dividida porque mi hermana es una de las atletas, juega al rugby y estoy muy ilusionada con verla. Pero es cierto que el gasto de dinero que se ha hecho es ridículo, me gustaría estar más feliz con el evento, pero no lo estoy”.
A la salida del metro decenas de policías del Batallón de Choque (uno de los más violentos de la ciudad) rodean a los manifestantes que gritan “Fuera Temer”. Marina acaba de terminar Relaciones Internacionales y se ha apartado del grupo porque la Policía había estado tirando gases lacrimógenos: “Los lanzaron hace un rato y me he asustado, como he visto tantas veces lo que son capaces de hacer prefiero alejarme un poco”. Lleva desde las cinco de la tarde manifestándose y afirma que “los Juegos no han traído nada bueno”. Una clase sobre pensamiento brasileño le dio a conocer mejor las desigualdades de su ciudad: “El primer contacto que tuve con los desastres de las Olimpíadas fue cuando estuve en Vila Autódromo y vi cómo demolían las casas de esa gente. Este evento ha hecho mucho daño”.
Media hora antes del inicio de la ceremonia las protestas empezaban a dispersarse. El Batallón de Choque controlaba todas las salidas de la plaza Afonso Pena, pero los cariocas ya se dirigían hacia los bares para ver el espectáculo. Cuando salió el sambista Paulinho da Viola a cantar el himno, se hizo un silencio. Pero cuando apareció el presidente del COI, Thomas Bach, y un segundo después la cámara enfocó de lejos a Michel Temer, los gritos contra el presidente interino volvieron a escucharse. Minutos antes de las doce de la noche Temer dijo tan solo una frase para inaugurar los Juegos, y en el Maracaná retumbaron los abucheos. En las calles de Flamengo los cánticos contra el mandatario se escucharon a lo largo de la noche. El “Fuera Temer” inauguró los Juegos Olímpicos.
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