Honduras, uno de los países más violentos del mundo, vivió ayer una de las peores tragedias de su historia reciente. Un terrible incendio en la cárcel Granja Penal de Comayagua, a 90 kilómetros de la capital, Tegucigalpa, acabó con la vida de 377 presos. Y varias decenas más siguen hospitalizados con heridas graves, por lo que el número de muertos podría ascender.
Las imágenes que se presenciaron ayer tras el suceso eran desgarradoras: agentes embolsando cuerpos carbonizados, heridos con más del 50% de su cuerpo quemado de camino al hospital y madres y esposas desoladas. Las llamas se desencadenaron a las 10.50 de la noche del martes (5.50 de ayer en España) y se extendieron rápidamente por ocho pabellones de la prisión, donde vivían hacinados unos 845 presos, pese a que la cárcel sólo tenía capacidad para 400. Los bomberos tardaron unos 40 minutos en controlar el fuego, tiempo que bastó a las llamas para reducir a cenizas el 50% de las instalaciones. Las autoridades barajan dos hipótesis sobre las causas del incendio. La primera, un cortocircuito, aunque el ministro de Seguridad, Pompeio Bonilla, informó luego que también se está investigando la posible responsabilidad de dos reclusos, que pudieron haber prendido fuego a un colchón para crear confusión y lograr escapar.
Un alto cargo ha negado las acusaciones de los presos
Sea como fuere, los testimonios de los supervivientes ponen la piel de gallina: 'Yo estaba dormido y me despertó mi compañero de celda. Sentí miedo. Nadie nos ayudó', cuenta a los medios locales, Víctor, uno de los reos que logró salvarse en el incendio.
Este prisionero se libró de las llamas al escapar por un agujero en el techo y después arrojarse al vacío. En la caída sufrió varias fracturas en la pierna derecha, pero al menos salvó la vida. Cuando se recupere, tendrá que volver al penal, como ya lo empezaron a hacer anoche los reclusos ilesos. De momento, Víctor está siendo tratado en el Hospital Santa Teresa de Comayagua.
Allí siguen los heridos más leves mientras que aquellos con quemaduras graves están siendo atendidos en el Hospital Escuela de Tegucigalpa. Uno de ellos, Ángel López Herrera, de 28 años, murió ayer: tenía el 80% del cuerpo quemado.
'Los que tenían las llaves, no quisieron abrir', asegura uno de los reclusos
Mientras tanto en la cárcel, un equipo forense seguía rescatando cadáveres el miércoles por la noche. 'Hay muchos cuerpos apilados en el interior de los módulos que seguramente intentaban, pero no pudieron, escapar del fuego', declaró el jefe del Cuerpo de Bomberos local, Leonel Silva. Muchos de estos cuerpos quedaron tan carbonizados que no se pueden identificar a simple vista. Según Silva, el rescate se retrasó porque en la zona de siniestro se oyeron varios disparos.
Sus declaraciones podrían corroborar las acusaciones de presos como Rubén García, quien asegura que los guardias no sólo no les ayudaron a ponerse a salvo de las llamas sino que además les dispararon cuando intentaban huir. 'Cuando empezó el fuego les gritamos a los que tenían las llaves y no quisieron abrir, más bien nos hicieron disparos, unos se tiraron por la parte de arriba y por eso se fracturaron', dijo a El Heraldo.
Los familiares se enfrentaron con la Policía, que los dispersó con gas
Sin embargo, el Comisionado Nacional de los Derechos Humanos, Ramón Custodio López, desmintió cualquier posible agresión y aseguró que 'los quemados no tienen lesiones de ninguna otra clase que las quemaduras propias'.
Los familiares de los reclusos se congregaron ayer en las afueras del penal y en los hospitales para pedir información sobre los suyos. 'No me han dicho nada', relataba ahogada por el llanto la madre de Alex Josué Argueta, un joven de 23 años que llevaba menos de dos meses preso, y que ahora está desaparecido. 'Por favor, díganme si mi hijo se me murió, que alguien me ayude', gritaba otra madre en el Hospital Santa Teresa de Comayagua.
La tensión que vivieron los familiares estalló cuando medio centenar de ellos se enfrentó con la Policía para exigir responsabilidades: los agentes los dispersaron con gas lacrimógeno. Además de los cadáveres sin identificar, cerca de un centenar de presos está desaparecido. Se calcula que 90 de ellos pueden haberse fugado en medio del caos.
El presidente de Honduras, Porfirio Lobo, apareció en la cadena nacional de televisión para mostrar su solidaridad a los familiares de las víctimas y garantizar un proceso de investigación de 'total transparencia'. Para garantizarlo ha suspendido temporalmente a la dirección del penal. 'Haremos toda la investigación para determinar qué provocó esta lamentable e inaceptable tragedia, para sentar responsabilidades', agregó, y luego decretó luto nacional en el país.
Para el presidente del Comité para la Defensa de los Derechos Humanos en Honduras (CODEH) Andrés Pavón, quien visitó ayer la prisión de Comayagua junto al ministro de Seguridad, 'lo que urge es brindarle ayuda a los [presos] supervivientes que no cuentan con alimentos, agua y un techo ya que prácticamente están a la intemperie; debemos buscarle refugio a la gente'. Mientras las autoridades siguen retirando los cadáveres, varias decenas de presos permanecen en el penal, expuestos a la insalubridad de unas instalaciones carbonizadas y a la descomposición de los cuerpos que quedan.
El presidente de Chile, Sebastián Piñeira, ha ofrecido a su homólogo hondureño un equipo de forenses especializado que llegará en las próximas horas al país centroamericano para ayudar a identificar los cuerpos. Chile vivió una tragedia similar en diciembre de 2010 cuando 81 reos murieron y otros 14 resultaron heridos de gravedad en un incendio en la cárcel San Miguel de Santiago.
La Organización de Estados Americanos, por su parte, enviará una delegación a Honduras para investigar las causas de esta tragedia que, más allá de las responsabilidades directas, subraya las condiciones de insalubridad y hacinamiento de las cárceles hondureñas.
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