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TEL AVIV – Los resultados de las elecciones israelíes de ayer han dado la victoria al llamado “campo nacional” que lidera Benjamín Netanyahu, del Likud, sobre el llamado “campo sionista” que lidera el laborista Yitzhak Herzog. Se ha creado, sin embargo, una situación en la que teóricamente todo es posible aunque lo más probable es que Netanyahu consiga formar el próximo gobierno con el apoyo de los pequeños partidos.
Antes de conocer el recuento oficial, cuando las encuestas a pie de urna daban un empate técnico y no la diferencia de seis escaños que ha habido en realidad entre los dos primeros partidos, el presidente Reuven Rivlin declaró: “Estoy convencido de que solo un gobierno de unidad podrá evitar una desintegración rápida de la democracia israelí y la celebración de otras elecciones en un futuro próximo”.
Reuvlin ya había recomendado durante la campaña la necesidad de un gobierno de unidad nacional para hacer frente a los grandes desafíos que tiene el país. Sin embargo, tanto Netanyahu como Herzog han desoído al presidente y han declarado que negociarán con los partidos más pequeños con el fin de orillar el gobierno de unidad.
Ya de madrugada, Netanyahu se desplazó a Tel Aviv para dirigirse a sus seguidores y habló de los “desafíos” políticos, económicos y sociales urgentes y de gran envergadura que hay en el camino. El primer ministro proclamó su victoria ante miles de seguidores enardecidos y no indicó que esté dispuesto a modificar sus conocidas líneas políticas para hacer frente a esos desafíos.
Los partidos pequeños cobrarán una notable relevancia en la formación del Gobierno. Van a negociar duramente sus condiciones con el fin de extraer lo máximo posible del Likud, pero esto es algo habitual en Israel. Al mismo tiempo, no pueden exigir más de lo razonable para no romper la cuerda, pues en este caso crecerían las posibilidades de un Gobierno de unidad entre el Likud y la Unión Sionista.
De acuerdo con el recuento oficial, el Likud se queda con 30 escaños mientras que la Unión Sionista obtiene 24. El partido mejor situado para dirimir la balanza es Kulanu (Todos Nosotros), con diez escaños, que en teoría podría favorecer a la Unión Sionista y aguar la fiesta al Likud. No obstante, esta posibilidad es bastante remota. El líder de Kukanu, Moshe Kahlon, es un exministro del Likud que abandonó el partido descontento con sus políticas económicas pero difícilmente se atreverá a un cambalache con los laboristas.
Sea cual sea su composición, el nuevo ejecutivo deberá afrontar importantes retos tanto en política interior como exterior. En clave interna está la carestía de la vida que se ha disparado en los últimos años. Durante la campaña la oposición ha denunciado el precio de la vivienda, que ha aumentado vertiginosamente debido a una deficiente planificación del gobierno.
En política exterior hay dos cuestiones importantes. En primer lugar, la colisión frontal entre la política de Israel y Estados Unidos, debido principalmente a que el presidente Barack Obama aspira a llegar a un acuerdo sobre el programa nuclear de Irán, una negociación que Netanyahu ha condenado públicamente en numerosas ocasiones, incluso ante el Congreso de Estados Unidos el 4 de marzo.
El conflicto con los palestinos, que durante la campaña se ha visto relegado a un segundo plano, entrará en una nueva fase en un futuro próximo tras la investigación que ha abierto la Corte Penal Internacional (CPI) acerca de los supuestos crímenes de guerra cometidos por Israel en los territorios ocupados.
Netanyahu, que el lunes declaró que si ganaba las elecciones no habrá Estado palestino, cuenta con el apoyo incondicional de Washington para frenar a la CPI, aunque sus relaciones con Obama no son fluidas. El papel de la Unión Europea con respecto al conflicto es prácticamente inexistente, aunque en Bruselas hay voces que reclaman una intervención decisiva en este asunto cuanto antes.
El conflicto con los palestinos cuenta con pocas posibilidades de resolverse puesto que la construcción israelí en los territorios ocupados avanza a buen ritmo y ya son más de 600.000 los colonos judíos que residen en la Cisjordania ocupada.
Sin duda Netanyahu ha aprovechado la cuestión palestina para que la población judía se radicalice más y más en línea con el Likud. El discurso del miedo ha sido bien utilizado por Netanyahu en los últimos años y no solo durante la campaña, pero no se puede descartar que esta cuestión se vuelva en su contra si persiste y crece el descontento entre los palestinos.
La participación en las elecciones fue más elevada de lo previsto, más de cuatro puntos por encima de la que se registró hace dos años. Según los analistas, esta circunstancia benefició al partido de Netanyahu y corrigió drásticamente los sondeos que se había publicado a lo largo de la campaña y que daban ventaja a la Unión Sionista.
“Hay que salvar la democracia porque la democracia es más importante que el resultado. Esta ha sido la primera vez que he oído durante la campaña el discurso negativo de cualquiera menos Bibi (en referencia a Netanyahu), y esto es peligroso para el país y para la democracia. Tengo 27 años y la situación en Israel me da miedo. He votado a favor de Netanyahu; estoy convencido de que existe una conspiración extranjera contra Netanyahu”, comentó Ariel, un estudiante de arquitectura de Jerusalén.
“En estas elecciones compiten dos bloques que pueden ganar, y existe la posibilidad de que gane el centro izquierda, o al menos de que forme gobierno con el apoyo de otros partidos. La diferencia central entre la izquierda y la derecha es que los primeros quieren la solución de los dos Estados mientras que los segundos no”, explicó Shimon, que votó por “un partido de izquierdas”.
“No habrá paz en mi vida porque los árabes nos odian y quieren que desaparezcamos, que nos vayamos de Israel. Los árabes dicen que quieren la paz pero no es verdad. Los conozco bien porque he vivido veinte años en Egipto”, comentó Menahem, un octogenario que pasó su juventud en El Cairo antes de emigrar a Israel y que ha votado por “un partido a la derecha del Likud”.
“No será fácil formar gobierno pero creo que la izquierda no lo conseguirá. Le faltarán apoyos para obtener la mayoría en la Kneset, de manera que Netanyahu volverá a ser primer ministro. Netanyahu entiende a Israel. No es cierto, como dice la izquierda, que solo sepa de seguridad. Entiende muy bien la economía y bajo su mandato ha crecido Israel. Es cierto que hay algunos problemas, como la escasez viviendas, pero eso se debe a que están emigrando muchos judíos desde Francia y a que hay muchos jóvenes que buscan casa. Es un problema que Netanyahu no tardará en resolver”, comentó Dvora.
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