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JERUSALÉN.- La operación de Hizbola contra el ejército israelí del miércoles es consecuencia de la inestabilidad general en la zona y más concretamente del conflicto sirio, donde las milicias chiíes libanesas se han implicado desde el primer año, 2011, y con mucha mayor intensidad desde la batalla de Al Qusayr en abril de 2013.
El número de milicianos libaneses que participan en esa guerra es un secreto que Hizbola guarda cuidadosamente pero con toda seguridad se trata de varios millares. En un principio sus milicianos se contentaban con asesorar militarmente a los sirios, luego pasaron a ejercer funciones defensivas y desde hace dos años, en un número mucho mayor, también participan activamente en operaciones ofensivas.
La zona geográfica donde más se les ha visto es la del centro de Siria, pero el incidente de hace dos semanas en el Golán, en el que Israel mató a media docena de milicianos de Hizbola y a media docena de militares iraníes incluido un general, muestra que el ámbito de sus operaciones se ha ido ampliando.
No está claro qué hacían los combatientes libaneses e iraníes en el Golán. Lo más probable es que estuvieran evaluando la situación en esta región vecina al Golán sirio ocupado por Israel donde operan distintas milicias contrarias al gobierno de Bashar al Assad y que cuentan con el apoyo tácito o explícito, incluso militar, del Estado judío.
El Golán es importante estratégicamente puesto que es la zona a través de la cual Israel participa en el conflicto sirio de la mano de los países sunníes que también combaten a Al Assad, especialmente de Arabia Saudí, que mantiene unas relaciones estrechas pero bajo cuerda con Israel, relaciones que no son ningún secreto.
Israel mantiene sus movimientos en secreto para no contaminar el mito de la unica democracia de Oriente Próximo
La prensa hebrea ha publicado bastantes artículos sobre esta cuestión. El diario Jerusalem Post destacaba el martes que es necesario que estas relaciones se mantengan en secreto porque Arabia Saudí no quiere darles publicidad, lo cual es cierto. Pero no es menos cierto que a Israel tampoco le interesa hacerlas públicas para no contaminar el mito de la única democracia de Oriente Próximo.
Para Hizbola, y para Irán, tanto como para Siria, es necesario cortar el canal de comunicación entre Israel y las milicias rebeldes, incluidas las islamistas, a través del Golán. Esto sin duda explica el interés y la presencia de milicianos de Hizbola y militares iraníes en la zona, y no que estuvieran preparando un ataque contra Israel como ha sostenido el ministro de Defensa Moshe Yaalon.
Israel está haciendo el juego al Estado Islámico (EI), las milicias que han establecido un califato en amplias regiones de Siria e Irak, y esta actitud es debidamente correspondida por las milicias más radicales, el propio EI y el Frente Al Nusra de Al Qaeda, para quienes, contra toda lógica, el territorio y los intereses israelíes parecen sagrados.
Poco después de comenzar la guerra civil siria en la primavera de 2011, un general hebreo a quien le preguntaron por la posición de su país declaró a la radio: “Lo que hay en Damasco no nos interesa, lo que vendrá tampoco nos interesa, así que lo mejor es que el conflicto dure lo máximo posible”. Y todo indica que esta sigue siendo la posición de Israel.
Hizbola ha formado un eje chií para frenar la influencia de Israel y EE.UU. en oriente próximo
Más allá del Golán, Hizbola considera a Siria imprescindible para sus intereses más vitales. Junto con Siria e Irán (y más recientemente y en parte con Irak), Hizbola ha formado un eje chií en el que sus miembros se defienden mutuamente y comparten un interés primordial: frenar la influencia de Israel y de Estados Unidos en Oriente Próximo.
Teherán proporciona a Hizbolá una generosa financiación, armas y el entrenamiento de sus milicianos de élite, también en guerrilla urbana, con el fin de hacer frente a su archienemigo israelí, y a Estados Unidos, aunque las conversaciones en curso con Washington sobre su programa nuclear, a las que se opone frontalmente el primer ministro Benjamín Netanyahu, han relajado un poco las relaciones con los americanos.
Para Hizbola, Siria hace de puente con Irán. Lo ha sido siempre y por lo tanto es natural que sus milicianos participen ahora en la guerra al lado de Damasco. Hizbola recibe buena parte de sus armas a través de Siria, de ahí que tenga un gran interés en evitar la caída del presidente Al Assad.
En noviembre pasado se publicó en Beirut que Hizbola recluta voluntarios cristianos, drusos y sunníes, todos ellos libaneses, para integrarse en las milicias que combaten en Siria contra los rebeldes. Hizbola no lo ha desmentido y tiene sentido que los chiíes no quieran presentarse ante sus conciudadanos libaneses como una organización sectaria más de tantas que abundan en el país.
En este contexto se produjo el ataque del miércoles en las llamadas Granjas de Shebaa, una pequeña zona de Líbano ocupada por Israel desde la guerra de 1967, que causó la muerte de dos soldados israelíes y heridas a otros siete soldados.
Hizbola: “Será más que una vendetta pero menos que una guerra”
Teherán informó la semana pasada a Washington a través de canales diplomáticos, que el ataque previo de Israel no se quedaría sin respuesta. Hizbola insistió en lo mismo diciendo “será más que una vendetta pero menos que una guerra”. Y así ha sido.
Netanyahu ha puesto sobre la mesa todas las consideraciones oportunas, incluida la campaña electoral para el 17 de marzo, y ha decidido, al menos por el momento, evitar una escalada en la dirección de una guerra como la de 2006 contra Líbano.
Esto, sin embargo, no significa que Israel vaya a dejar de meter sus narices en Siria, es decir que la implicación del Estado judío en esta guerra va a continuar. Lo ocurrido en los últimos días han sido simplemente un par de escaramuzas por el control del Golán sirio, que ahora mismo sigue en manos de milicias aliadas de Israel.
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