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Te llamas Rosemary Johnson, tienes 39 años, y naciste en una cabaña cercana a la bahía de Buchanan, la tercera ciudad del Estado africano de Liberia. Tu padre, un carpintero de la etnia bassa oriundo de Montserrado, fue asesinado por las tropas de Charles Taylor en 1991, cuando trataba de escapar de la ciudad contigo y seis de tus hermanas.
Tenías catorce años cuando los hombres de Prince Johnson mataron al presidente Doe. Ese crimen truculento fue registrado en vídeo y puede verse en Youtube. El propio Johnson aparece bebiendo una Budweiser mientras el último de los presidentes congos -descendientes de los esclavos libertos norteamericanos que fundaron tu país- pedía clemencia a gritos. Le cortaron una oreja, una práctica común durante la guerra civil que entonces dio comienzo.
Recuerdas ver llegar desde el molino de Buchanan a mil viejos y mil niños con las narices y los miembros mutilados. Se comían unos a otros. Antropofagia ritual y canibalismo provocado por el hambre. Nadie va a creerte, pero fuiste tú quien terminó con aquel conflicto. Claro está, tú y las miles de mujeres que durante meses, acudisteis a una lonja de pescado para protestar pacíficamente y pedir que se pusiera fin a aquello.
Todavía hoy te conmueves y rompes a llorar cuando recuerdas a Leymag Gbowee, vuestra líder, pidiendo el fin del horror con aquellas bellas palabras: “En el pasado se nos ha silenciado, pero después de ser asesinadas, violadas, deshumanizadas e infectadas con enfermedades; después de ver a nuestros niños y nuestras familias destruidas, la guerra nos ha enseñado que el futuro depende de decir no a la violencia y sí a la paz”.
Doce años han transcurrido desde que Charles Taylor, el carnicero de Monrovia, se exiliara y Gyude Bryant formara un Gobierno de transición a la democracia. ¡Ja! Democracia. “¿Para qué sirve la libertad cuando una no es dueña del aire que respira?”, te preguntas. No hay un país más pobre en el planeta que Liberia, y si lo hay, no debe ser peor que el tuyo. Has perdido a tu marido y a dos de tus seis hijas en tres años y tu vida, lo que queda de ella, no merece tal nombre.
Durante mucho tiempo, has soñado con viajar a Europa y ahora finalmente vas a hacerlo gracias a tu gente y a los dólares que han logrado reunir. Primos, amigos... tu tío llegó a vender incluso su rebaño. Todos han contribuido. El dinero ya no será un problema cuando llegues a España. Se lo devolverás. Es la costumbre. Allí hay mucho trabajo y estás dispuesta a hacer lo que sea preciso. Tienes primas en Lérida y sabes que les va bien. Tienen coche, marido y un piso con televisión y lavadora. Hoy has llegado a la capital, Monrovia. Llevas 2.500 euros contigo. Quedaste en Kaba Town con alguien que prometió ocuparse de todo.
Has quedado citada con un ghanés en un colmado de Kaba Town. Estás inquieta. Es la primera vez que abandonas Buchanan. Y acabas de leer en el Monrovia News que catorce liberianos fallecieron anteayer en un naufragio cuanto trataban de llegar a Italia desde Libia. El intermediario de la “agencia de viajes” -Yoofi- intenta tranquilizarte recordándote que fue él quien ayudó a tus dos primas a llegar sanas y salvas a España. Tienes dos opciones:
OPCIÓN 1 --> Viajar por tierra hasta Saint Luis (Senegal) y hacerte a la mar en una embarcación desde allá hasta las Canarias. El viaje terrestre de Monrovia a San Luis se extiende a lo largo de 1.800 kilómetros. Una vez en Senegal, deberás navegar unos 1.300 kilómetros hasta pisar territorio insular europeo. Lo que hagas allí es cosa tuya.
OPCIÓN 2 --> Puedes viajar hasta Agadez, en Níger, a través de Guinea Conakry y Burkina Faso. Una vez allí, Yoofi te pondrá en contacto con otro ghanés que te explicará el modo de proseguir tu viaje. Es una opción mucho más larga, que puede tomarte más tiempo. Pero por otra parte, te inquieta navegar, de modo que no lo tienes claro.
Monrovia (Liberia) – San Luis (Senegal) – Canarias
Has atravesado a pie, autobús y en taxi colectivo Sierra Leona, Guinea, y Guinea-Bissau y finalmente, llegaste a Saint Luis, en Senegal. Es común que las mujeres paguen su viaje prostituyéndose por el camino. Muchas jamás salen de África y pasan a engrosar los prostíbulos de las ciudades costeras. Otras viajan ya con el compromiso previo de devolver el dinero del trayecto prostituyéndose en España. El grueso de las nigerianas que viven en nuestro país llegaron de ese modo. Pero ese no es tu caso. En cierto modo, eres una privilegiada. También eres una mujer resuelta. Te ha tomado muchos años reunir los medios necesarios para emprender este viaje y ahora has alcanzado Senegal. Llegas de mañana al corazón de la vieja ciudad colonial de Saint Louis y observas el Atlántico desde el puerto mientras aguardas al “passeur” de la patera con el que has quedado citada. El océano está agitado y tú también.
Hasta el año 2006, la mayor parte de la gente continuaba su viaje hasta Mauritania y el Sahara Occidental, y tomaba desde allí una embarcación a las Canarias. Era el trayecto más corto. Tras la llamada “crisis de los cayucos”, el Gobierno español firmó un convenio con Nuakchot y las medidas de vigilancia marítima y portuaria se extremaron. El flujo de africanos que se dirigían hacia Europa no se redujo, pero las rutas se modificaron de acuerdo a las nuevas circunstancias y los viajes por mar se hicieron harto complicados y mucho más largos y peligrosos. Antes, el grueso de la gente salía de lugares como Dajla (Sáhara Occidental) o Nuadibú (Mauritania). A partir de 2006, los punto de partida se situaron mucho más al sur y Saint Louis se convirtió en una de las lanzaderas de inmigrantes más importantes del África occidental.
Un jueves de madrugada te haces a la mar, en un viejo cascarón, junto a otras veinte personas. La mayor parte de tus compañeros son paupérrimos pescadores senegaleses de la ciudad de Saint Louis. El 'billete' te ha costado 1.200 euros. Cuatro días después de tu salida, os quedáis sin agua y sin víveres. Dos de tus acompañantes beben en su desesperación agua del mar. Son los que antes morirán por deshidratación. Os veis obligados a arrojar sus cadáveres por la borda. Esa misma madrugada comienzas a sufrir claros síntomas de hipotermia. Tu embarcación nunca llegará a Canarias. Naufragáis junto a las costas mauritanas. Sólo sobrevivís tú y otra joven. El mar devuelve hasta la costa los cadáveres de tus compañeros y las autoridades del país os conducen de vuelta a Senegal. Ha transcurrido un mes y medio desde que abandonaste tu casa de Buchanan. Ahora la disyuntiva es otra:
OPCIÓN 3 --> Puedes regresar hasta Monrovia y poner término al viaje.
OPCIÓN 4 --> Puedes viajar hasta Tamanrasset, en el sur de Argelia, a través de Gao (Mali).
De Monrovia a Agadez (Níger) via Guinea-Conackry y Burkina Faso
Los migrantes africanos aseguran que los mayores problemas a los que tienen que hacer frente a lo largo de las etapas subsaharianas del viaje son la policía y las fuerzas del orden, antes que las mafias. Has viajado en taxi y en viejos autobuses, hacinada entre docenas de migrantes como tú, y te has visto obligada a sobornar a los policías de los dos puestos aduaneros con los que te has topado de camino hacia Níger. En Burkina Faso te intentaron obligar a prostituirte. No comprendías nada. Ni tú hablabas francés ni ellos entendían una palabra de tu inglés roto liberiano. Te escapaste por los pelos. Captar a niños y mujeres como mano de obra esclava es una práctica común en el Sahel. Afortunadamente, conseguiste zafarte gracias a que tenías algún dinero. Lo que no pudiste evitar fue el chantaje de un policía. Más dinero. En la frontera de Níger te golpearon para robarte 500 euros. No hay nada más peligroso que esos paupérrimos y desesperados soldados africanos. Durante la guerra civil, eran más peligrosas las tropas de pacificación del Ecomog que las milicias de los señores de la guerra. Gracias a Dios, ocultaste el resto del dinero en tu vagina. Y finalmente, llegaste hasta Agadez, la ciudad donde confluyen buena parte de las rutas terrestres africanas hacia Europa y desde la que, a su vez, se reparte el flujo humano.
En Agadez has conocido a varios funcionarios italianos. Están colaborando en el país con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Su principal misión es persuadir a los migrantes de que den marcha atrás y regresen a su casa. ¿Cuáles son los incentivos que te ofrecen? Un billete de vuelta a Liberia. Consigues zafarte de ellos y gracias al contacto de Yoozi, te alojan en una vieja casa donde aguardas, junto a otros migrantes como tú, el momento oportuno para partir hacia el norte a través del desierto.
Ahora tienes dos opciones:
OPCIÓN 5 --> El primer itinerario pasa por la ciudad de Dirku y conduce hasta el oasis libio de Sabha. Desde ahí puedes llegar a Trípoli y tratar de ganar Europa por mar, a través de Sicilia.
OPCIÓN 6 --> El segundo parte también de Agadez y siguiendo una antigua ruta camellera sahariana, conduce a Tamanrasset (sur de Argelia). Tu mejor opción sería ir hasta Melilla.
Regresar a Monrovia desde Senegal
Tu embarcación naufragó. Te salvaste milagrosamente. Y ahora estás de nuevo en Senegal. Eres atendida en un dispensario médico de una Organización No Gubernamental europea. Durante tu estancia en el centro sanitario, conoces a un funcionario de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) que consigue persuadirte de que Europa no es la tierra de provisión con la que habías soñado. Por otra parte, son pocos los que llegan y muchos los que se quedan de camino. A menudo, pagan con su vida la osadía. Eres resuelta, no cabe duda de ello. Pero tu experiencia en el Atlántico ha resultado traumática y finalmente, decides regresar a casa. Echas de menos a los tuyos. Los funcionarios de la OIM te facilitan los medios de transporte necesario para volver a tu tierra. GAME OVER. El juego ha terminado. Al menos, sigues viva. Y eso es más de lo que pueden decir muchos. Claro que todavía estás a tiempo de viajar a Argelia por Gao. Determinación no te falta.
DE SAINT LOUIS A TAMANRASSET POR GAO
Llamas de nuevo a tu contacto liberiano en Monrovia, y le explicas lo sucedido. No vas a volver a echarte a la mar en un cayuco. Una opción sería viajar a Tamanrasset, Argelia, a través de Mali. Existen riesgos, pero estás dispuesta a asumirlos. Por otra parte, tú no eres una analista de política internacional. Nadie te ha informado de qué vas a encontrar en tu camino. Si existen peligros, tú ignoras cuáles son. Lo que tú percibes es una vaga y difusa inquietud a la que no sabes poner nombre y que se traduce en miedo y ansiedad, la misma que llevas sufriendo desde que saliste de tu país. Ni siquiera puedes conciliar el sueño. Primero, logras llegar a Bamako, capital de Mali, en autobús sin graves percances, más allá de lo previsto: policías corruptos, chantajes... y largas y agotadoras jornadas de viaje a través de pistas de tierra.
Las comunicaciones africanas ponen a prueba a cualquiera. A lo largo de tu viaje en autobús por Mali os topáis con quince puestos de control militares y policiales. Miles de personas huyen hacia el norte debido a la inestabilidad política. Ni siquiera lo sabes, pero en Mali y el Sahel operan varios grupos islamistas como Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), Ansar al Din (AaD) y el Movimiento para la Unicidad y la Yihad en el África Occidental (MUYAO). También se han alzado en armas grupos tuareg como el Movimiento Nacional para la Liberación del Azawad (MNLA). No sólo representan un problema para el Mali sino que también amenazan la estabilidad de otros estados limítrofes como Argelia, Mauritania, Níger o Senegal.
Muchos de los migrantes que te acompañan en tu huida están tratando de escapar de todos esos focos de violencia. Sistemáticamente, cada vez que llegas a un control de carretera, eres extorsionada por soldados o policías, que te piden entre 1.000 y 5000 francos CFA. Al llegar a Gao te roban el equipaje con la ropa. Afortunadamente, has salvado el dinero. Acabas de poner los pies sobre la principal puerta hacia el desierto del noreste de Mali. Muchos subsaharianos como tú tratan de llegar a Europa a través de esta vía. Tu contacto te ofrece la posibilidad de viajar al sur de Argelia en camión por cerca de quinientos dólares.
Mientras aguardar para salir, te alojas en un lugar conocido como el “gueto”. Hay tres barrios como este en la ciudad y todos cuanto se aventuran a viajar a Europa recalan en alguno de ellos. Toda la ciudad de Gao vive del tráfico de migrantes. Se mercadea con las personas como con los barriles de petróleo. También es uno de los principales jalones en las nuevas rutas de la droga que han abierto a través de África los traficantes de cocaína. Gao es el último lugar donde vas a disfrutar de una relativa seguridad, antes de realizar un peligroso viaje a través del Sáhara, el mayor cementerio de las rutas de la migración, en competencia con el mar Mediterráneo.
Pero vas a ser afortunada. El hecho de tener dinero facilitar las cosas. Por cuatrocientos dólares consigues que te lleven en camión hasta Tamanrasset. Veintidós personas fallecieron una semana antes mientras realizaban idéntico trayecto. Un camión del convoy se averió y fueron abandonados a su suerte. Llegar al sur de Argelia os tomará seis días. Ahora tienes dos opciones:
OPCIÓN 7 --> Viajar desde Tamanrasset hasta la ciudad marroquí de Ouajda y tratar de llegar a España, vía Marruecos y Melilla.
OPCIÓN 8 --> Viajar desde Tamanrasset hasta la ciudad argelina de Ouargla y tratar de alcanzar Europa a través de Trípoli e Italia.
De Agadez a Dirku y hasta el oasis libio de Sabha. Desde allí, puedes llegar a Trípoli y ganar Europa por mar, a través de Sicilia
Desde luego, ésta no es tu mejor opción si pretendes ir a España. De hecho, este es el camino más corto para llegar a Europa a través de Sicilia. Claro que la situación en ese país también ofrece ciertas ventajas logísticas. La descomposición del estado libio le permite trabajar con total impunidad a los intermediarios y las mafias de la migración, lo cual es, a todos los efectos, un arma de dos filos.
Entre el lugar donde te encuentras, la ciudad nigerina de Agadez, y Trípoli hay un desierto letal que se cobra casi tantas muertes como el Mediterráneo. Antes de que tu contacto te facilite los medios de viajar en un camión debes aguardar cerca de un mes. Llegado el día convenido, tienes que caminar unos kilómetros hasta el punto pactado donde aguarda el camión que ha de llevaros. Pasas las cuatro primeras jornadas de esta agotadora travesía alimentándote de dátiles y de galletas y sin apenas nada que beber. El conductor le ha añadido gasolina al agua para alterar su sabor y evitar que bebáis mucho. Tres personas mueren de hipotermia transcurrida una semana, durante una de esas gélidas noches desérticas. Otros cuatro han caído enfermos y carecéis de medicinas. Uno de los camiones del convoy en el que viajas se rompe cuando os aproximabais a la frontera libia. Sois abandonados en medio del desierto y os veis obligados a caminar.
A medida que avanzáis, halláis los cadáveres de otros migrantes. Vas a correr el mismo destino. Tu viaje hubiera terminado y con él, tu vida, de haber optado por esta opción. La suerte en estos lares es aleatoria y la línea que separa el éxito del fracaso y la vida de la muerte, está determinada por variables que ninguno de los migrantes pueden controlar. GAME OVER. El juego ha terminado. Aunque quizá quieras saber qué hubiera sucedido si hubieras intentado viajar hacia el norte a través de Tamanrasset.
De Agadez (Níger) a Tamanrasset, en el sur de Argelia, a través de una antigua ruta camellera subsahariana
Agadez es, junto a Gao, una de las principales lanzaderas de migrantes del centro de África. O dicho de otra forma, es el gran nodo de comunicaciones a través del que se canaliza el flujo de desposeídos africanos. Alrededor de 75.000 personas tratan de ganar Europa desde esta ciudad de Níger. Casi toda la gente que, al igual que tú, emprendió el camino del exilio desde otros países del entorno, acaba confluyendo en esta urbe cuya economía depende en buena medida del tráfico de seres humanos.
Los gobiernos europeos suelen referirse a todos esos intermediarios como “mafias”, claro que no es así como tú los percibes. Tan cierto es que hay grupos criminales en Agadez y otras ciudades del Níger especializados en la explotación laboral y sexual de los vulnerables inmigrantes, como que muchos de esos supuestos gangster son esencialmente "proveedores de servicios". Es decir, de un lado, hay una legión de desposeídos como tú demandando unos servicios de transporte “irregulares” y de otro, otra legión de gente casi igual de desposeída prestando esos servicios y buscándose la vida. Ni siquiera están mal considerados socialmente entre los migrantes.
Por otra parte, muchas de las muertes que se ha cobrado el desierto por el que estás a punto de aventurarte son el directo resultado de la presión militar y policial a las que se somete a los migrantes. Cuanto más difícil os lo ponen, más peligrosas son las rutas por las que tenéis que transitar y más dispuestos se hallan a dejaros en la estacada la gente que os transporta. Se estima en unos treinta el número de “capos” de las pequeñas organizaciones de Agadez que fletan los camiones para llegar al sur de Argelia. Has conocido a muchas chicas que llevan meses atrapadas en la ciudad, tratando de reunir el dinero que cuestan los pasajes. Trabajan como prostitutas, y viven hacinadas en una de esas viejas casas de adobe de los suburbios de Agadez.
Finalmente, pagas 200 dólares a un “pasante” y dejas atrás Níger junto a otros cuarenta migrantes como tú, en una vieja pick-up con las suspensiones reventadas. Estás a punto de hacer la más complicada de las etapas de las que consta tu viaje: el desierto del Teneré. Muchos mueren de hambre, deshidratación o de hipotermia. Gracias a Dios, tú si vas a conseguirlo. Cerca de novecientos kilómetros te separan de Tamanrasset, en el sur de Argelia. Salvaréis esa distancia en cinco días. Una tarde de domingo cruzas la frontera argelina y ya de anochecida, llegas a esa ciudad árabe. Ahora tienes dos opciones:
OPCIÓN 7 --> Viajar desde Tamanrasset hasta la ciudad marroquí de Ouajda y tratar de llegar a España, a través de Marruecos y Melilla.
OPCIÓN 8 --> Viajar desde Tamanrasset hasta la ciudad argelina de Ouargla y tratar de alcanzar Europa a través de Trípoli e Italia.
Viajar desde Tamanrasset hasta la ciudad argelina de Ouajda y tratar de llegar a España, a través de Marruecos y Melilla
Tamanrasset es una ciudad del sur de Argelia de cerca de 100.000 habitantes. Es uno de los jalones principales en la ruta que comunica con el Níger, de ahí que la mayor parte de los migrantes que se dirigen hacia el norte la atraviesen. Miles de camiones y pequeñas furgonetas descienden o ascienden desde África a través de esta ruta. La mercancía que portan muchos de ellos son humanos como tú. Pueden pasar meses o años, hasta que algunos reúnen el dinero necesario para continuar con su viaje.
No es fácil ser un migrante en tránsito en esta ciudad argelina. La mayoría de ellos se hacinan en los peores guetos, de acuerdo a su cultura o su nacionalidad. Los menos integrados son los anglófonos como tú, procedentes de países como Nigeria, Ghana o Liberia. Sobreviven dedicándose a la prostitución o buscándose la vida en trabajos ocasionales y mal pagados, a menudo a cambio de un techo y la comida. Naturalmente, no faltan desaprensivos dispuestos a sacar partido de la desesperación de esta legión de excluidos, que han emprendido el camino de la diáspora.
Tras pasar una semana en un hostal de las afueras, has decidido que vas a viajar hasta Marruecos. Alguien te propone arreglarte el viaje por algo más de 200 euros. Hacia allá partes un martes, a través de las ciudades argelina de In Salah y El Meniah. Después de dos días de viaje, logras llegar a Orán. El problema es ahora lograr pasar hasta Marruecos. Veintisiete kilómetros separan Mghnia de Oujda, ya al otro lado. No hay indicativo alguno, así que caminas y caminas por aquella tierra de nadie. Estabas ya a punto de llegar a la ciudad de Oujdah. Pero tus problemas no han hecho sino comenzar.
Primero, dos agentes de policía marroquí te obligan a pagarles 300 euros para franquearte el paso. Te niegas y acabas recibiendo una paliza. No sólo te han robado el dinero que conservabas. Eres deportada a Argelia y abandonada en tierra de nadie, en algún lugar cercano a la frontera que ya cruzaste el día anterior. Vuelta a empezar. Te acompañan menores, viejos, gente enferma... Al igual que otros muchos, volverás a Oujda caminando por la noche y tras zafarte -esta vez sí- de la policía, buscarás refugio entre los tuyos en las proximidades de la universidad. Al igual que ocurre en Tamanrasset, los migrantes tienden a agruparse en función de su origen. Allá aguardan a veces durante meses el momento propicio para regresar al norte y tratar de saltar la valla desde Melilla.
Tampoco tú tienes otra opción. Has perdido tu dinero y estás enferma, desnutrida, agotada... Te gustaría hablar con tu familia, sentir cerca a los tuyos. Durante cuatro meses, te alimentarás de tomates y de las patas y las cabezas de pollo que encuentras en los contenedores de basura. Cinco meses después, de tu llegada a Marruecos, mueres tratando de saltar la valla. Game Over. El juego ha terminado.
Viajar hasta la ciudad argelina de Ouargla y tratar de alcanzar España a través de Marruecos y Melilla
Tamanrasset es la principal ciudad del sur de Argelia que uno encuentra en su camino hacia África, o en el de retorno. Cientos de camiones la atraviesan cada día en ambos sentidos. Al igual que Agadez, es un gran cruce de caminos en el que confluyen quienes, como tú, llegan desde el sur, y quienes llegan de Etiopía,Eritrea o el Sudán. Tu primera opción era pagar por un pasaje en un camión hasta el norte del país.
La idea era cruzar a Marruecos a través de la frontera de Oujda. Allí tendrías dos opciones, intentar saltar las vallas de Ceuta o de Melilla o dirigirte al Gurugú y buscar el modo de cruzar el Estrecho por el mar. Uno de los compatriotas que viven en los guetos de la ciudad argelina donde has recalado te aconseja, sin embargo, que lo intentes a través de Libia. Él mismo tuvo que ser atendido en Nador de las heridas que sufrió cuando trataba de llegar al enclave español. No hay duda alguna. Cruzar la valla es peligroso y podría tomarte meses o años el lograrlo.
Por si fuera poco, al igual que Marruecos, las autoridades argelinas han suscrito acuerdos con la UE que les obligan a rezorfar sus fronteras o, si se quiere de otro modo, a perseguir a los migrantes como tú. Sueles zafarte de la policía porque cada vez que te localiza algún agente salta como por resorte y te acosa y presiona hasta que le entregas algo de dinero. “¿Mafias? No hay peores mafias que todos estos policías”, te dices. Algunos lo sabían antes de llegar y compraron pasaportes falsos en Mali.
Finalmente, un nigerino se ofrece a arreglarte el viaje hasta Trípoli a cambio de 300 euros. Esa es tu última opción, tu último cartucho. Hubiera sido mucho más sencillo para ti si hubieras tomado el camino que conduce directamente desde Agadez, en Níger, hasta el oasis libio de Sebha, ¿pero qué sabes tú de geografía? En primer lugar, te diriges a Ouargla, un centro de tránsito situado en el sur de Argelia. Una semana permaneces en un hangar que han habilitado las autoridades para cobijar a los migrantes. Después partes en camión a Trípoli. El mismo tipo que te lleva hasta la capital de Libia se ofrece a conseguirte un pasaje a Lampedusa. “Tienes que esperar”, te dice. Y te deja en las manos de un puñado de milicianos.
Vas a acabar arrojada como a un perro en una jaula del antiguo zoo de Trípoli. Estás enferma, desnutrida... Esa noche volverán a violarte y a robarte los euros que aún guardabas y con los que confíabas en poder comprar un pasaje para viajar por mar a Malta o Lampedusa. Tu periplo ha terminado de momento. Game Over. Puede que pasen meses o años hasta que consigas encontrar el modo de pisar Europa. Quizá no lo consigas nunca. O acaso sí.
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