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Finlandia, la 'crisis' que otros añoran

El desplome de la industria papelera, de Nokia y de sus relaciones comerciales con Rusia pasan factura a la economía del país nórdico, que no levanta cabeza desde 2012 y que incluso debatirá en el Parlamento su posible salida del euro. Con todo, la situación de Finlandia, con un 9,5% de desempleo, sigue siendo la envidia de gran parte de Europa.

Un manifestante antiinmigración con una bandera de Finlandia durante una protesta en Helsinki. - AFP

HELSINKI.- Tuonela es en la mitología finlandesa el equivalente local al Hades griego, el lugar por donde vagan las almas de los muertos. Según el folklore nacional, los héroes y chamanes podían cruzar el río que dividía los dos mundos y conocer los secretos que allí se guardaban. Pero para bastantes finlandeses, estos últimos años es como si Tuonela hubiese desbordado los confines del inframundo y comenzado a invadir su realidad. El ministro de Finanzas, Alexander Stubb, se refirió recientemente a su país como “el hombre enfermo de Europa”, un testigo incómodo que los países europeos vienen pasándose desde 2008 y que nunca augura una pronta recuperación.

Se trata sin duda de una exageración: va de suyo que de acuerdo con todos los estándares la situación de Finlandia sigue siendo mucho mejor que la de Europa oriental o meridional y, comparada con éstas, del país difícilmente podría concluirse que ha tocado fondo. De lo que aquí se trata es de una cuestión de percepción: el reciente deterioro de la situación económica y política en comparación con la tradicional estabilidad que caracterizaba al país hace que la percepción de la crisis sea probablemente mayor que su impacto real.

El digital mató al papel

Las crisis de la industria papelera y de Nokia, una empresa que devino todo un símbolo nacional, sumadas al desplome de las relaciones comerciales con la vecina Rusia, se han cobrado una considerable factura a la economía finlandesa, históricamente una de las más robustas de Europa. Finlandia, según el consenso de los economistas, no levanta cabeza desde 2012. El país despidió 2015 con una tasa de desempleo del 9,5%.

La caída de Nokia se dejó notar con fuerza en la pequeña economía del país, contribuyendo a un tercio
de la caída del PIB
entre 2008 y 2014

La aparición de nuevos dispositivos tecnológicos como smartphones, e-books y tabletas ha hecho mella en la antaño poderosa industria papelera, a la que también perteneció Nokia hasta la década de los sesenta. La incapacidad de ésta de adaptarse a este nuevo mercado dejó fatalmente rezagada a una compañía que había llegado a liderar las ventas en el sector convirtiéndose en sinónimo de innovación, y así, cuando por ejemplo en 1999 los directores de The Matrix tuvieron que escoger un modelo de teléfono móvil, se decantaron por un Nokia 8110. La caída en las ventas, que comenzó en 2011, llevó a que a mediados de 2012 las acciones de la empresa se cotizasen por debajo de los dos dólares por título, acercando a Nokia peligrosamente a la bancarrota. La estadounidense Microsoft compró poco después la división de teléfonos móviles en una operación que finalizó en abril de 2014 y hoy Nokia es un poco menos finlandesa. Según un informe del Instituto de Investigación de la Economía Finlandesa (ETLA), la caída de este gigante de la telecomunicación se dejó notar con fuerza en la pequeña economía del país, contribuyendo a un tercio de la caída del PIB entre 2008 y 2014.

Para paliar la crisis económica, el gobierno de coalición de centro-derecha con participación del Partido de los Finlandeses ─el partido de derecha populista y euroescéptico─ ha anunciado que quiere poner en orden las finanzas del país con nuevas reformas y un duro programa de recortes de hasta 10.000 millones de euros hasta el año 2030. El ejecutivo de Juha Sipilä ha llegado a un acuerdo con los sindicatos mayoritarios para prolongar la jornada laboral y congelar los salarios con el fin de aumentar la competitividad y las exportaciones siguiendo la ya habitual fórmula de “devaluación interna”, pero algunos sindicatos todavía se oponen.

Una pantalla de Nokia al inicio de la Asamblea Geneal anual de la compañía en Helsinki, en mayo de 2015. - AFP

Una pantalla de Nokia al inicio de la Asamblea Geneal anual de la compañía en Helsinki, en mayo de 2015. - AFP

El fin de la 'finlandización'

Tras la Segunda Guerra Mundial, Finlandia optó por lo que en el país se conoce oficialmente como “doctrina Paasikivi-Kekkonen” y fuera de él ─al principio peyorativamente, luego ya menos─ como “finlandización”. Considerado el principal arquitecto de la política exterior finlandesa de posguerra, el presidente Juho Kusti Paasikivi defendió una relación de buena vecindad con la Unión Soviética que permitiese a Finlandia mantener y a la vez sacar partido de su soberanía en un mundo dividido en bloques. Su sucesor, Urho Kekkonen, mantuvo esa política de “neutralidad activa” hasta el fin de la guerra fría y Finlandia renovó por tres veces ─en 1955, en 1970 y en 1983─ el Tratado de Amistad, Cooperación y Asistencia Mutua Fino-Soviético, que consagraba no solamente la plena soberanía del país escandinavo, sino también la de la URSS al comprometerse a resistir cualquier ataque externo en territorio finlandés que tuviese como objetivo a su vecino.

Fruto de la “doctrina Paasikivi-Kekkonen”, Finlandia se convirtió en un modelo de neutralidad y defensa del multilateralismo en las relaciones internacionales ─en Helsinki nació por ejemplo la OSCE en 1975─, y es hoy, junto con la República de Irlanda, Suecia y Austria, uno de los cuatro países de la Unión Europea que no forma parte de la OTAN, aunque desde 2014 algunos sectores piden con creciente insistencia su integración en la Alianza Atlántica. La última encuesta de la radiotelevisión pública indicó que un 55% de los finlandeses quiere mantener la neutralidad de su país.

Tras la desintegración de la URSS, Finlandia mantuvo sus buenas relaciones con Rusia, pero su pertenencia a la UE la ha arrastrado recientemente a una posición incómoda

Tras la desintegración de la URSS, Finlandia mantuvo sus buenas relaciones con Rusia, pero su pertenencia a la UE la ha arrastrado recientemente a una posición incómoda. La aprobación de sanciones contra Moscú en 2014 a raíz de la crisis en Ucrania ha afectado a Finlandia por partida doble: por una parte la depreciación del rublo causada por las sanciones ha desequilibrado la balanza comercial con Rusia, mientras que, por la otra, la respuesta asimétrica del Kremlin, con la aprobación de un veto agrolimentario a los países que secundaron las sanciones occidentales, se ha dejado notar en este sector.

En una reunión en Moscú entre el presidente ruso y su homólogo finlandés, Sauli Niinisto, Vladímir Putin presentó algo así como un informe de daños. Según Putin, en el encuentro, que tuvo lugar el pasado 22 de marzo, “se prestó una atención especial a la esfera comercial y económica. Es digno de notarse que las bien conocidas sanciones europeas y nuestras medidas de respuesta han dañado el comercio bilateral, que cayó un 15% en 2014 y un 40% en 2015”, según recoge la agencia TASS. La caída es destacada, porque desde el año 2000 el comercio bilateral marcaba una curva ascendente. Además, añadió Putin, el turismo ruso a Finlandia ha caído un 19%.

“El volumen de las inversiones rusas acumuladas en Finlandia ─detalló el presidente ruso─ asciende a los 2.300 millones de dólares; el total de inversiones en Rusia supera los 12.000 millones” en proyectos que incluyen sectores como la industria maderera, la maquinaria industrial y de equipos electrónicos, el sector químico o la construcción naval. Rusia es un importante proveedor de hidrocarburos (el 58,5% de sus exportaciones a Finlandia corresponden al petróleo y el 10,4% al gas natural) y, en menor grado, de productos químicos (11%). Según datos oficiales de las autoridades aduaneras de Finlandia, las importaciones de Rusia cayeron un 31% en 2015 en comparación el año anterior, y las exportaciones lo hicieron un 32%.

Protesta de agricultores en la Plaza del Senado de Helsinki. - AFP

Protesta de agricultores en la Plaza del Senado de Helsinki. - AFP

Los productores lácteos han sido los más afectados por la actual situación. Valio, una de las mayores compañías del país ─productora de hasta el 85% de la leche que se consume en Finlandia─ exportaba antes de la crisis la mitad de sus productos a Rusia. Una reciente normativa europea que ha eliminado las cuotas de producción ha empujado al sector lácteo a una crisis aún más profunda, con una combinación letal de sobreproducción en el mercado comunitario y reducción de la demanda global. En 2015 las ventas de Valio registraron una caída de un 11,9%.

En una imagen inusual, unos 3.000 agricultores se concentraron el pasado 11 de marzo con 600 tractores en la Plaza del Senado de Helsinki ─donde todavía se alza la estatua del zar Alejandro II, erigida cuando Finlandia aún pertenecía al Imperio ruso─ para reclamar al gobierno que apoyase al sector y pusiese fin a las sanciones a Rusia. Según el sindicato MTK, la protesta era “una llamada de emergencia” a los políticos “para salvar la producción nacional”. El sindicato sostiene que los ingresos de los agricultores finlandeses son los que han registrado en toda la UE una mayor caída en los últimos años.

¿Salir de la eurozona?

Ésta no es, huelga decirlo, la primera crisis que vive Finlandia. A comienzos de los noventa, la combinación de una crisis bancaria ─resultado de una burbuja crediticia que sobrecalentó la economía y que costó al país el 8% de su PIB─ y la desaparición de la Unión Soviética como socio comercial ─representaba entre un 15-20% de su comercio exterior─ llevaron a Finlandia a una recesión que muchos calificaron como la peor desde la década de los treinta. Entre 1990 y 1993 el PIB de Finlandia se desplomó un 13%, la bolsa un 70% y el mercado inmobiliario un 50%. El desempleo pasó del 3,5% al 18,9%. La crisis dejó una profunda huella psicológica en la población. Helsinki obtuvo el poco halagador título de “capital mundial del suicidio”: en 1991 Finlandia era el tercer país con más suicidios del mundo, solamente por detrás de Nueva Zelanda e Islandia.

La crisis de comienzos de los 90 dejó una profunda huella psicológica en la población. Helsinki obtuvo el poco halagador título de “capital mundial del suicidio”

“La crisis pudo aliviarse gracias al abandono de una tasa de interés fija. El marco finlandés se devaluó inicialmente un 40%. Esto, combinado con la desaparición de las empresas improductivas, condujo a mejoras dramáticas en la competitividad”, explica el economista finlandés Jaakko Kiander. Con todo, estas medidas, que llegaron únicamente después de aplicarse planes de contención presupuestaria y recortes en el sector público, no consiguieron que el país nórdico recuperase los niveles anteriores a la crisis. Sea como fuere, hoy, en el marco de la Unión Europea, esas medidas son imposibles, y Finlandia, como otros, sólo puede recurrir a la llamada devaluación interna.

El Parlamento finlandés (Eduskunta) debatirá próximamente la salida del euro, después de que una campaña iniciada por el político centrista Paavo Väyrynen recogiese 53.000 firmas ─se precisan 50.000─ para forzar el debate en la Cámara. Aunque el porcentaje de finlandeses que apoya la divisa comunitaria sigue siendo elevado, nada parece impedir que la desafección hacia la UE pueda crecer. En un artículo publicado el año pasado en Die Tageszeitung, la economista alemana Ulrike Herrmann incluso aventuraba que Finlandia podría ser el primer país en abandonar la eurozona. "La historia muestra que son más bien los pequeños países ricos los primeros en abandonar una unión monetaria", escribía Herrmann citando como ejemplo Eslovenia, que en 1991 declaró su independencia de Yugoslavia e introdujo su propia divisa. Según la economista, "las pequeñas naciones exportadoras pueden permitirse su propia moneda sin riesgos", ya que su divisa "se revaloriza de inmediato, de modo que sus importaciones incluso se tornan más baratas". Pero para conseguir algo así, Finlandia debería “finlandizarse”, valga la redundancia.

El descontento ha encontrado su traducción política en el aumento de la nueva ultraderecha. En las últimas elecciones, el Partido de los Finlandeses rompió su techo electoral y consiguió un 12,9% de los votos y 38 diputados en el Eduskunta. Hoy forma parte de la coalición de gobierno, lo que, según sus críticos, demuestra que la ultraderecha, lejos de ser una amenaza, puede ser cooptada por el establishment. Fuera de las instituciones, la aparición de una “patrulla ciudadana” de orientación claramente xenófoba como los Soldados de Odin no es lo que se dice un buen presagio. No es que Tuonela haya cruzado a este lado, es que quizá no lo ha hecho todavía del todo.

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