La historia vuelve a comenzar por tercera vez para Jean-Bertrand Aristide. El expresidente haitiano, exiliado durante siete años en Suráfrica, tiene previsto aterrizar hoy en Puerto Príncipe, dos días antes de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales que decidirán quién se encarga de liderar la reconstrucción del país, destruido por el terremoto de enero de 2010.
'Es todo un acontecimiento, llegará en un avión privado. El Departamento de Estado no tiene derecho a decidir cuándo un haitiano vuelve a su casa', proclamó Maryse Narcisse, la mujer que ha alentado todas las movilizaciones de Familia Lavalas, el partido de Aristide, en los dos últimos meses. Una gran fiesta de bienvenida espera al que, en su momento, fue considerado el salvador de los pobres.
Aristide ha entablado durante las últimas semanas un pulso con EEUU, que ayer alcanzó su propio prime time con la llamada telefónica del presidente Obama a Jacob Zuma, el líder surafricano, en la que expresó su 'profunda preocupación' ante los 'efectos desestabilizadores' del retorno, según la Casa Blanca.
Los dos candidatos presidenciales han encajado con cara de póker el tsunami político que pretende provocar Aristide con su regreso. La conservadora Mirlande Manigat ha insinuado que le otorgaría el liderazgo de su programa educativo y Martelly ha mostrado su preferencia porque retrasara el viaje un par de días.
La relación de amor y odio entre Aristide y EEUU se remonta a 1991, cuando el expresidente, una de las voces más críticas contra la tiranía de los Duvalier, se convertía en el primer jefe de Estado elegido libremente en las urnas con un respaldo masivo. El país caribeño despertó de su sueño siete meses después: un golpe de Estado derrocaba a su gran esperanza.
Sólo el empeño de Bill Clinton posibilitó su regreso en 1994. Volvía la esperanza para el pueblo olvidado. Pero el poder nubló la vista del militante de la Teología de la Liberación, tras ganar las elecciones de 2000. Los mismos perseguidos de la dictadura lo fueron por los esbirros de Familia Lavalas. El terror y la corrupción provocaron la rebelión de antiguos aliados del propio Aristide y de militares exduvaleristas. Cuando el Ejército Caníbal se disponía a tomar Puerto Príncipe, Aristide era obligado por EEUU y Francia a exiliarse. Así acababa su segunda etapa al frente del país. Ahora vuelve decidido, dice, a no equivocarse.
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