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La detective y sargento de la Policía Metropolitana (Met) de Londres, Janet Hills, de 55 años, lleva un par de años jubilada por haber cumplido el requisito de treinta años de servicio. Al hilo de los últimos escándalos protagonizados por policías como David Carrick, condenado por ochenta agresiones sexuales, incluidas 24 violaciones; o Wayne Couzens, violador y asesino de Sarah Everard, la detective recibe a Público en su casa del sur de Londres. Critica con dureza las prácticas de algunos de sus ex colegas y, más aún, las de los jefes policiales que ahora dicen que sí va en serio la reforma policial para que no se vuelvan a producir tales hechos.
Al mando de la Met, ha sido nombrado Sir Mark Rowley, otro policía jubilado, para, oficialmente, "recuperar la confianza del público". El dirigente policial ha avisado de que "centenares" de agentes deberán abandonar el cuerpo, y que 1.071, de los 34.244 de los que dispone, han sido denunciados por agresión sexual o abuso doméstico. A pesar del dañino diagnóstico del nuevo jefe, Janet Hills cree que Mark Rowley no es la persona adecuada para reformar la Met porque ha tenido la oportunidad de hacerlo en toda su carrera y, además, quienes le rodean son "los de siempre".
"El nuevo comisario es como los anteriores: hombres que desde sus cargos de decisión han formado la mentalidad que impera en la Met, tóxica en racismo, sexismo y discriminación. Ellos, y con ellos quiero decir el grupo de altos cargos, el top que dirige, no creen que haya sexismo, homofobia, misoginia, discriminación o que el racismo esté institucionalizado, como ya señaló la investigación externa del asesinato de Stephen Lawrence, y creen que lo del racismo institucionalizado es una palabra poco afortunada, que no les ayuda", explica Janet. Para ella, "la Met está podrida de raíz": "deberían cortar toda la podredumbre para que saliese una nueva planta", puesto que" ahora ponen parches para tapar las ranuras que se abren, pero no hay cambios en la raíz, que es lo que está podrido". Janet Hills cree que la Policía Metropolitana de Londres "pone parches" sobre los casos de racismo, asesinatos y discriminación con el nombramiento de su nuevo comisario
El asesinato de Stephen Lawrence ocurrió en 1993 en el sur de Londres. Un joven negro, estudiante, fue acuchillado en una parada de autobús por un grupo de racistas. La Policía discriminó a la víctima al no acudir con premura a la parada del autobús ni interrogar a los sospechosos, identificados por llamadas del público, lo cual facilitó la desaparición de pruebas, y con ello se impidió la celebración de un juicio pertinente. El juez, que dirigió la investigación sobre la actuación de la Met, concluyó que "el racismo está institucionalizado" en la Policía. De eso, hace casi treinta años.
Las investigaciones internas previas concluyeron que la conducta policial fue correcta. Cuando la Policía se investiga a sí mismo, suele protegerse. "El caso Lawrence cambió la forma de trabajar, pero los agentes que se incorporan ahora no saben quién fue Stephen Lawrence. El racismo y la discriminación continúan igual o peor, aunque ahora es más sutil, no es tan abrupto como antes", prosigue Janet.
Si con la muerte de Stephen Lawrence, en la década de 1990, se concluyó que "el racismo está institucionalizado en la Met", prosiguió en junio de 2020, cuando dos policías se fotografiaron con los cuerpos sin vida de dos hermanas mestizas, Nicole Smallman y Biba Henry, asesinadas en un parque de Wembley, en el norte de Londres. Colgaron las macabras imágenes en las redes. "Para mí, las fotos con las hermanas son el exponente de que el racismo, el sexismo y la discriminación han empeorado", comenta Janet, la primera mujer que presidió la Asociación de Policías Negros, fundada en 1994, tras el asesinato de Stephen Lawrence, con el objetivo de armonizar el trabajo dentro de la Met. Janet ha sido la persona que más tiempo se mantuvo en este cargo, de 2013 a 2021.
En opinión de la ex detective, las reformas en la Policía deberían empezar en las pruebas de reclutamiento. "Deberían hacerse pruebas psicométricas para establecer el tipo de personalidad y, sobre todo, los valores, opiniones y criterios sociales y comunitarios de los aspirantes; habría que determinar la personalidad, el talento y las habilidades del individuo a través de preguntas. En la actualidad, se incorporan demasiados con bagaje militar o se aplican otros criterios", sugiere la detective, quien muestra su decepción por la dimisión, o destitución, de Cressida Dick, la primera mujer jefa de la Met, a quien el alcalde de Londres retiró su confianza. "Todos pusimos grandes expectaciones en ella por ser la primera mujer, el primer comisario del colectivo LGBT y, además, ser una gran persona, pero algunas de sus decisiones no estuvieron a la altura ni tuvieron ningún efecto, por ejemplo, en las mujeres. No fue diferente de todo lo anterior".
La Met dispone hoy de unos 4.000 agentes negros. Según Janet Hills, "en el top no hay personas negras: nosotros, y nosotras todavía más, tardamos más tiempo en ascender los rangos que los blancos; nos investigan más por malas conductas; cuando hablan del 30% de mujeres, son blancas, y si mencionan a los negros o asiáticos se refieren a hombres. Las mujeres de color somos invisibles en la Policía, y si encima son LGBT o tienen alguna discapacidad, ni cuentan. No llegamos ni al 2% en los rangos bajos; en los altos cargos no hay diversidad, todo son hombres blancos y alguna mujer blanca".
Janet Hills no es la única que desconfía de los anunciados cambios para eliminar el racismo, el sexismo y la discriminación en la Met. Organizaciones de mujeres como End Violence Agains Women (Fin de la Violencia contra las mujeres), Reclaim the streets (Recuperar las calles) o Women's Aid (Ayuda a las Mujeres), por citar algunas consultadas por Público, han mostrado el mismo escepticismo. La detective jubilada opina que "el nuevo jefe policial ha hecho los anuncios de reforma, y seguramente tiene la intención de hacerlos, pero los problemas están insertos en la organización y la forma que él y su equipo tienen de actuar no es la de erradicarlos, sino la de taparlos. Deberían vincularse a la sociedad y a la comunidad a la que sirven".
Un sondeo de YouGov, en el que participaron 1.699 personas, indica que un 47% de mujeres y un 40% de hombres perdieron, en noviembre de 2012, la fe en la Policía de Londres. Hoy, a mayores escándalos, menos confianza. La metáfora de algunas manzanas podridas, utilizada por la Met, para justificar los escándalos, o el cesto podrido, preferida por las organizaciones de mujeres, no convence a la ex agente, que opta por la planta con las raíces y el ramaje podrido.
El trabajo de la Policía británica está cautivando al público a través de exitosas series de televisión en las que algunos de los agentes y los mandos son corruptos (sutilmente o descaradamente), y muchos viven en familias disfuncionales. La última serie, Happy Valley, ha enganchado a medio país al frente del televisor. Janet no la sigue, pero sí se hizo adicta a Line of Duty en la que la corrupción política y criminal entre la jerarquía policial alcanzaba cuotas de extrema sofisticación. Sobre estos éxitos, la ex detective cree que "la Policía refleja la sociedad a la que sirve, las jerarquías y el uso del poder. Por lo que respecta a las familias disfuncionales, las hay por igual en la organización que en el hombre de la calle".
Aunque no acude a la comisaría en horario laboral, la ex detective se mantiene activa en organizaciones sociales u organismos cívicos. En la sala de estar de su casa, cerca de la parada de autobús en la que fue asesinado Stephen Lawrence, una foto capta enseguida la atención del ojo ajeno: Janet, con sus mejores galas, muestra la medalla MBE (Miembro del Imperio Británico) en el Palacio de Buckingham. Un galardón que muchos, como ella, aceptan con inmenso orgullo, y otros rechazan por inapropiado.
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