Sus testimonios apachurran hasta a las piedras. Son centenares de hombres, mujeres y niños que denuncian las vejaciones sufridas por criminales y policías, que piden que les devuelvan a su hijos desaparecidos, que se resuelva el asesinato de sus padres, hermanos o compañeros en México. Salen al paso de la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad, impulsada por el poeta mexicano Javier Sicilia, una caravana que salió el sábado de Cuernavaca, Morelos donde el pasado 28 de marzo asesinaron al hijo de Sicilia, Juan Francisco, con seis personas más para llegar a Ciudad Juárez, el 'epicentro del dolor', como la llama el poeta.
En esta urbe, que concentra uno de cada cinco de los 40.000 muertos caídos en México en la guerra entre y contra el narcotráfico, emprendida desde hace cuatro años por el presidente Felipe Calderón, se firmará hoy un pacto ciudadano entre 180 organizaciones para exigir al Gobierno una serie de reformas políticas y sociales que acaben con la militarización del país, la impunidad, la corrupción, el lavado de dinero, y reconstruyan el sistema democrático y el tejido social.
180 organizaciones firmarán hoy un pacto para exigir reformas al Gobierno
Para lograr este pacto social, la caravana ha recorrido primero los estados más golpeados por el narcotráfico en una gira de 3.000 kilómetros hilada por el horror y el sufrimiento de los familiares de las víctimas que han ido a recibirles y darles su testimonio.
El objetivo ha sido dignificar a las víctimas calificadas como 'bajas colaterales' por el Gobierno mexicano y concienciar a la población de que cualquiera puede ser el siguiente si no cambian las cosas. Por eso, cada voz entrecortada que ha participado en la caravana, cada estallido de llanto de los familiares de víctimas ha estado salpicado de esperanza.
Como la que guió a la familia Rodríguez Flores a acudir al paso de la caravana en Durango, en el noreste de México. Su padre fue encontrado muerto hace tres meses, enrollado en una manta, acribillado. El hijo pequeño, Fernando Francisco, de 6 años, esperó cinco horas el paso de los peregrinos, retrato de su padre en mano. Cuando el poeta lo vio, lo cogió en brazos y sus lágrimas se entremezclaron, uno sin padre, otro, huérfano de su propio hijo.
La sociedad exige el fin de la impunidad, la militarización del país y la corrupción
Francisco Fernando es uno de los 40.000 niños huérfanos a causa de la guerra del narcotráfico, según las estimaciones del programa Infancia en Movimiento. '¿Qué país les estamos dejando?', espetó María del Carmen Carlos, esposa de un desaparecido en el vecino estado de Saltillo. Su marido, Rafael Ibarra, fue secuestrado el pasado 2 de abril en un suburbio de Saltillo, cuando vendía chucherías en la puerta de un bar, como de costumbre. Un grupo de hombres armados lo golpearon y se lo llevaron en una camioneta blanca, sin matrículas, ante la mirada atónita de los parroquianos.
María del Carmen denunció la desaparición, pero ante la desidia de las autoridades decidió buscarle ella misma. Durante semanas salía de madrugada a repartir fotos de Rafael entre los vendedores de droga locales y los vigilantes de los narcos. Un día le dieron el teléfono de su jefe y una nota que rezaba, 'hábleme para ayudarla con lo de su marido'. Así lo hizo. El presunto narco le dijo que ellos no tenían a Rafael, que mejor le preguntase a los marines.
Miles de personas lloran juntas al paso de la caravana en una catarsis colectiva
María del Carmen fue a denunciarlo ante el Ejército y la Fiscalía con un informe detallado sobre los lugares donde trabajan los criminales y hasta el teléfono del comandante. No han averiguado nada. Lo único que consiguió fue una reunión con el alcalde de Ramos Arizpe, quién le reprochó que anduviera 'perdiendo el tiempo' con esas cosas y le dijo que no podían ayudarla, así que mejor se quedase 'tranquila' en su casa.
'¿Cómo puedo estar tranquila con dos hijos y tres nietos?', aseveraba indignada. Su última esperanza es esta caravana. Estos dos casos no son aislados, el 98% de los homicidios en esta guerra se mantienen en la impunidad. Ante la indolencia de las autoridades, son miles los que vislumbran la esperanza en la iniciativa de Sicilia.
'Le pido a Dios, a ustedes y al señor Sicilia que me ayuden a encontrar a mi marido', gritaba la esposa de uno de las decenas de policías de-saparecidos en Monterrey, la capital financiera del país.
Y así, uno tras de otro: madres de agentes de las Fuerzas del Estado; padres de asesinados por los propios Cuerpos de Seguridad, ejecutados por error o por una bala perdida; empresarios, indígenas, opositores a las mineras, vendedores ambulantes... lloran juntos sus muertos en una especie de catarsis balsámica. Juntos ya han logrado enfrentar el miedo que recorre las plazas del norte del país después de que anochezca y devolverles la gente y la esperanza. En cada visita de la caravana, la guerraes la que se fue a dormir temprano.
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