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Elecciones europeas ¿Quién puede hacer frente a Viktor Orbán?

Las elecciones europeas se presentan en Hungría con un primer ministro húngaro en plena cabalgada autoritaria, con una oposición dividida y una juventud hundida en la precariedad.

Benedek Jávor habla con un vontante en Sopron.

Javier Pérez de la Cruz

Benedek Jávor llega un poco tarde, pero solo le esperan un puñado de personas en el centro de Sopron, en la frontera con Austria. Jávor recorre todo el país en busca de votantes indecisos con los que poder repetir otros cinco años como diputado en el Parlamento Europeo. No es una tarea fácil.

En esta próspera localidad del país, como en casi toda Hungría, Fidesz, el partido del primer ministro Viktor Orbán, fue la fuerza más votada en las elecciones parlamentarias del año pasado. “Cuando he respondido al periodista de la prensa local diciendo que Orbán es el candidato de la extrema derecha, me ha parado y me ha dicho: Eso no lo voy a poder publicar, por favor, dime algo que sí pueda escribir”.

Jávor cree que la reacción del periodista ilustra la situación mediática del país, “en un 80% controlada por Orbán”. Así no es fácil hacer oposición, cuenta en la furgoneta de campaña en la que realiza el trayecto Budapest-Sopron. Ni mucho menos, claro está, conseguir ganar al primer ministro, quien no ha dejado de afianzar su figura al frente del país desde que volvió al poder en 2010.

“Poder ilimitado”

Viktor Orbán ha ocupado un espacio protagonista en la política húngara durante los últimos 30 años. En 1998 ganó por primera vez las elecciones, pero las perdió contra todo pronóstico cuatro años después.

Gran aficionado al fútbol, como el turco Recep Tayyip Erdogan, y, cuentan, acomplejado por su baja estatura, Orbán ostenta un poder con pocos contrapesos en Hungría. También al igual que el presidente de Turquía, el primer ministro húngaro no deja espacio a ningún otro político que pueda convertirse en su sustituto o heredero.

Con sus numerosas y polémicas medidas políticas, entre las que se encuentran un cambio constitucional, reformas en la judicatura y una concentración de los medios progubernamentales, así como con su autoproclamado “iliberalismo”, Hungría se ha convertido en la espina más molesta de la Unión Europea, sobre todo entre los conservadores comunitarios, su todavía familia política. De cara a las elecciones europeas, Orbán se ha rodeado de destacados miembros de la extrema derecha como el italiano Matteo Salvini o el austríaco Heinz-Christian Strache.

“Orbán pasó de un liberalismo radical hacia el conservadurismo ya en 1993, y ya se podían ver señales de una deriva autoritaria en su primera legislatura en el poder, entre 1998 y 2002. Pero fue la inesperada derrota que sufrió en 2002 lo que le convirtió en lo que es hoy”, explica a Público Eva Balogh, experta en política húngara.

“Fue en aquel momento -añade Balogh-, cuando aseguró que la ‘nación no puede estar en la oposición’, identificándose a él mismo y a su partido como único representante legítimo de la nación. Después de aquello, además, trabajó constantemente durante los ocho años que pasó en la oposición para desarrollar un sistema que le diera poder ilimitado”.

Este “poder ilimitado” se traduce estos días en una palabra: inmigración. La palabra maldita, la que muchos húngaros críticos con Orbán prefieren evitar en casa o puestos de trabajo para no enzarzarse en desagradables discusiones con familiares o compañeros.

El primer ministro de Hungría, Viktor Orban, antes de la reunión informal de los líderes de la Unión Europea en Sibiu. | Reuters

El primer ministro de Hungría, Viktor Orban, antes de la reunión informal de los líderes de la Unión Europea en Sibiu. | Reuters

“Mensaje a Bruselas: la inmigración debe parar”. A pesar de que en el país apenas hay inmigrantes y de que el sistema de asilo está prácticamente bloqueado por completo, Hungría está empapelada con carteles propagandísticos de Fidesz con eslóganes similares a este.

Lo que el Gobierno no tiene tanto interés en difundir, aunque tampoco se esfuerza por ocultar, son sus políticas en los dos centros de tránsito existentes en la frontera con Serbia, los únicos puntos en los que solicitantes de asilo que llegan por tierra desde los Balcanes pueden pedir asilo. Incluso la ONU ha denunciado que las autoridades niegan dar comida a personas detenidas en estos centros

Oposición dividida

Benedek Jávor es miembro y cofundador del partido Párbeszéd (Diálogo) formado tras una escisión en la formación ecologista LMP (Otra Política es Posible). Una de las razones para la división fue si confluir o no con otros partidos para plantarle cara al Gobierno de Orbán.

Ahora Jávor es candidato por una lista conjunta con el partido Socialista húngaro, el MSZP. Su objetivo es centrarse en el mensaje de lograr una “Europa social” que apueste por la protección del medio ambiente y trate de frenar la brecha salarial entre los diferentes países de la Unión Europea. Es el mensaje que Jávor transmite a las pocas personas que se paran frente a la mesa que los militantes de su partido han desplegado en el centro de Sopron.

Pero mientras las encuestas conceden a la coalición de socialistas y verdes un 7% de apoyo, el Fidesz de Viktor Orbán espera hacerse con el 36% de los votos. “El gran plan de Orbán antes de volver al poder en 2010 fue dividir a la oposición entre izquierda y derecha, con Fidesz en el centro”, analiza Eva Balogh. “Orbán pensó que los socialdemócratas y los liberales nunca aceptarían a Jobbik, un partido antisemita y de extrema derecha. Durante un tiempo así ha sido, pero ahora Jobbik y algunos, que no todos, partidos de izquierda están dispuestos a crear una alianza en contra de Fidesz”, añade Balogh.

El discurso cada vez más centrista de Jobbik tiene desconcertados a políticos y analistas. Viktor Orbán ha radicalizado tanto su mensaje que apenas permite la supervivencia política a su derecha. ¿Una estrategia hipócrita o una verdadera moderación ideológica? Los votantes y los analistas no se ponen de acuerdo, pero lo cierto es que Jobbik acaba de sufrir una escisión por parte de los miembros más extremistas y su discurso público más centrista sí abre la puerta a posibles alianzas.

“Me gustaría que Jobbik explicara cómo ha pasado de ser un partido racista hace cuatro años a ser un firme defensor de los derechos promovidos por la Unión Europea”, señala Jávor. “Ese cambio tan radical puede ser cuestionable, pero la realidad es que públicamente mantienen esas posturas. Recientemente, en una charla a la que acudieron los partidos de la oposición, todos, incluyendo Jobbik, abogaban por una Europa más fuerte y justa, que defienda el Estado de derecho y que trata de cerrar la brecha salarial entre los Estados miembro”.

Pero a pesar de estos indicios de acercamiento, así como de las protestas multitudinarias de finales del año pasado en contra de la conocida como “ley esclavista” -que obliga a los trabajadores a llevar a cabo hasta 400 horas extra si los empresarios así lo quieren-, la oposición a Orbán no termina de encontrar la fórmula para la unión.

“El año pasado, en las elecciones generales, no pudo ser. Y Fidesz volvió a ganar con una gran mayoría. En temas nacionales es más difícil. Tampoco en estas elecciones europeas se ha podido hacer por completo”, se lamenta Jávor. Aunque el europarlamentario, al que las encuestas no garantizan que vaya a revalidar su escaño, deja espacio para la esperanza. “Pero en los próximos comicios locales de octubre creo que sí hay una posibilidad, en las elecciones municipales los temas son otros y es más fácil la cooperación. Creo que es una oportunidad para derrotar al partido de Orbán”.

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