Los responsables de la Administración de Bush ya planteaban la opción del cambio de régimen en Irak al poco de llegar al poder en 2001, según los testimonios escuchados en la primera jornada de la comisión de investigación de la guerra de Irak. Tres ex altos cargos de los ministerios de Exteriores y Defensa iniciaron las comparecencias, dedicadas hoy a explicar cuál era la política británica hacia Irak en 2001.
Los testigos insistieron en destacar que el derrocamiento de Sadam Hussein no era ese año un objetivo para el Gobierno británico ni antes ni después de los atentados del 11-S.
Simon Webb, director general del Ministerio de Defensa en esas fechas, fue uno de los altos cargos que descubrió en Washington que sus aliados estaban discutiendo alternativas que no pasaban precisamente por seguir el mandato de la ONU.
“Escribí en mis notas (durante la reunión) ‘el perro que no ladraba’ (una expresión sacada de una novela de Sherlock Holmes). Diría que gruñía pero no ladraba”, dijo Simon Webb a la comisión. Es decir, la opción del derrocamiento estaba ya sobre la mesa, aunque no en forma de una propuesta concreta.
La razón de estas discusiones, según Peter Rickets, director general del Foreign Office en esa época, es que tanto Londres como Washington creían que “la estrategia de contención (del Gobierno iraquí) estaba fracasando”.
Los comparecientes admitieron que los países vecinos veían a Irak “más como un socio comercial en potencia que como una amenaza”, una posición muy diferente a la de EEUU y el Reino Unido. Webb comentó que la impresión general es que el embargo de armas sí estaba funcionando.
A diferencia de EEUU, las autoridades británicas confiaban en 2001 en la capacidad de los inspectores de la ONU para hacer su trabajo bajo la batuta de Hans Blix. Los norteamericanos eran entonces como mínimo escépticos sobre su efectividad.
La situación cambió al terminar el año. “Estaba claro desde finales de noviembre de 2001 que el problema de Irak se veía ya de forma diferente (en EEUU) a causa de los atentados del 11-S”, dijo Ricketts, a pesar de que no existía ninguna prueba que relacionara a Irak con Al Qaeda.
La primera jornada ofreció detalles de lo que puede ofrecer esta comisión. Dejará en evidencia algunas de las políticas de la Administración de Bush, pero habrá una defensa constante de la lógica e idioneidad de las decisiones tomadas en Londres. Tanto los testigos de ayer como muchos de los que prestarán declaración continúan ocupando puestos de confianza en la Administración británica.
La elección de la sala es reveladora. Sus dimensiones son tan pequeñas que sólo tiene espacio para seis periodistas y 20 personas del público. Alguien ha decidido que prefiere que la gente siga las sesiones por Internet.
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