Dos atentados suicidas sucesivos con coche-bomba mataron ayer, en el espacio de unos pocos minutos, a unas 40 personas, la mayoría civiles, e hirieron a un centenar en las inmediaciones de dos edificios de la Seguridad Central en Damasco.
Los atentados, perpetrados en torno a las 10 de la mañana (hora local) en el distrito donde se ubica la inteligencia siria, se produjeron al día siguiente de la llegada de los observadores de la Liga Árabe, enviados para comprobar que el régimen de Bashar al Asad cumple con lo estipulado por la organización para poner fin a la represión gubernamental que, según cifras de la ONU, ha dejado más de 5.000 muertos y cientos de detenidos desde el pasado marzo.
La presencia de los expertos árabes dio pábulo a especulaciones sobre la autoría de los ataques. El principal órgano de la oposición siria, el Consejo Nacional Sirio (CNS), acusó al propio régimen de Al Asad de preparar las explosiones, con el objetivo –según el portavoz del CNS, Omar Edelbe– de “desorientar” a los observadores árabes.
“Se trata de un intento de demostrar que el régimen está enfrentando un peligro externo y no una revolución popular”, apuntó Edelbe, quien añadió que las víctimas de ayer “forman parte del precio de la libertad que está pagando el pueblo sirio para deshacerse del régimen dictador y criminal”.
El líder de la oposición libanesa, el exprimer ministro Saad Hariri, apoyó esta teoría en su cuenta de Twitter, en la que calificó los atentados de Damasco como un “tejemaneje” de Bashar al Asad.
Siria apunta a Al Qaeda y Hizbolá dice que EEUU venga su 'derrota' en Irak También el Departamento de Estado norteamericano se pronunció en una línea similar. En declaraciones ante la prensa, su portavoz, Mark Toner, la diplomacia de EEUU condenó rotundamente los ataques y subrayó que no deben interferir en la misión de los observadores de la Liga Árabe, dirigida –recordó Toner– a “documentar y detener los abusos de los derechos humanos y a proteger a la población civil”.
EEUU manifestó su “esperanza” de que la misión árabe se desarrolle “sin restricciones en una atmósfera de no violencia”, informa Beatriz Juez desde Washington.
Por su parte, la agencia oficial de noticias, Sana, señaló a Al Qaeda como presunta autora. Apoyó su tesis en el hecho de que, dos días antes, el Ministerio sirio de Exteriores había sido informado por el vecino Líbano de la infiltración de elementos de la organización terrorista en Siria a través de la frontera común.
La tercera teoría, sostenida por el grupo chií libanés Hizbolá, ligó los coches-bomba con la retirada de las tropas estadounidenses de Irak, concluida el domingo pasado, tras nueve años de ocupación.
En un comunicado, Hizbolá –aliado de Siria– sugirió que los atentados fueron una venganza de EEUU por su “derrota en Irak”, y llamó la atención sobre el hecho de que los ataques en Damasco sucedieran apenas 24 horas después de que una cadena de atentados causara unos 70 muertos en Bagdad. “Estos actos están dirigidos contra las fuerzas y países que tuvieron una postura clara respecto a la ocupación de EEUU [de Irak] y que ayudaron a la resistencia iraquí en su lucha”, argumentó la declaración.
Para Hilal Jashan, profesor de ciencia política de la Universidad Americana de Beirut, no se trata de nada de lo anterior. Jashan descarta la tesis de Al Qaeda porque los flujos de militantes de la organización han ido en sentido contrario, de Siria a Líbano, y “se sabe que Siria ha estado detrás de la circulación de operativos de Al Qaeda en la región” desde el inicio del conflicto iraquí. El académico interpreta los atentados como un “síntoma de desesperación” de los manifestantes sirios, tras tantos meses de brutal represión a las protestas.
Washington pide a los observadores árabes que no dejen de investigar abusos
En cualquier caso, los atentados de ayer representan un nuevo tipo de violencia en el país –“un punto de inflexión” lo llama Jashan–, ya que, durante los nueve meses de revueltas los incidentes no habían alcanzado esta virulencia ni habían sacudido la capital.
Otra muestra de ese cambio de escenario fue la decisión de la petrolera rusa Tatneft de abandonar todas sus actividades en Siria a causa de la amenaza terrorista, al tiempo que rubricaba un acuerdo con Irán para explotar un yacimiento de crudo en Bushehr, en la costa del Pérsico.
La retirada de la compañía regional rusa, que opera en conjunción con la petrolera estatal siria, llega después de que la mayoría de empresas extranjeras del sector, incluyendo a la Royal Dutch Shell, hayan abandonado su producción en el país debido a las sanciones impuestas por la Unión Europea dirigidas a asfixiar al régimen de Al Asad.
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