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SEVILLA.- Hace cinco meses, Dilma Rousseff era la presidenta de Brasil. Este miércoles estaba en Sevilla para tratar de explicar por qué, habiendo sacado de la pobreza a 34 millones de brasileños (casi la población de España), habiendo reducido la tasa de paro al mínimo histórico y habiendo redistribuido la riqueza de su país para aumentar escuelas, hospitales y servicios sociales, fue empujada a abandonar la presidencia por “una élite conservadora, política, económica y mediática”, que acometieron juntas “un golpe de Estado parlamentario”. “Yo sufrí un golpe parlamentario, que es diferente del militar. El golpe militar destruye el árbol a hachazos, el golpe parlamentario pudre el árbol con hongos y parásitos”, dijo.
La conferencia de la expresidenta de Brasil, que abrió en Sevilla el seminario internacional Capitalismo neoliberal, democracia sobrante, sentó en primera fila a políticos tan distintos como el expresidente de Andalucía Manuel Chaves y a uno de los fundadores de Podemos, Juan Carlos Monedero. Rousseff y su antecesor, Lula da Silva, son referentes para la izquierda, aunque la izquierda en este país esté condenadamente dividida. No sólo sentó juntos a Chaves y a Monedero, también logró abarrotar el atrio de la Fundación Tres Culturas de Sevilla, donde se encontraron universitarios españoles, brasileños y de otros países latinoamericanos. Jóvenes, la mayoría, que recibieron a la expresidenta con el grito: “¡Fora Temer!”, en alusión a Michel Temer, el mandatario que la ha sustituido tras un proceso de impeachment contra ella, “un golpe parlamentario” para apartarla del poder.
“Yo sufrí un golpe parlamentario, que es diferente del militar. El golpe militar destruye el árbol a hachazos, el golpe parlamentario pudre el árbol con hongos y parásitos”
Dilma Rousseff fue destituida por el Senado de su país en agosto del año pasado acusada de violar normas fiscales. En 2015, firmó tres decretos por los que concedía créditos de bancos públicos para pagar determinadas deudas del Estado, por un valor global de 717 millones de euros. La acusación sostuvo que aquellos decretos aumentaron el gasto público, rebasando el remanente fiscal previsto en la Ley de Presupuesto para aquel año, algo que, según la Constitución brasileña, no debió hacer sin autorización del Congreso. Su defensa, en cambio, alegó que la mayor parte del dinero que movieron esos decretos fueron reasignaciones presupuestarias para sufragar proyectos de educación, áreas sociales, de trabajo y de cultura, que no supusieron un aumento del gasto, sino una redistribución de gastos ya previstos y previamente autorizados por el Congreso.
“Criminalizar al ciudadano”
La expresidenta de Brasil nunca fue investigada ni acusada por corrupción o por lucrarse personalmente, sin embargo, fue acusada de maquillar los presupuestos de su país, y destituida por haber cometido el llamado delito de responsabilidad de un presidente, recogido en la Ley de Impeachment de 1950. “Ese impeachment (destitución) violentó nuestra Constitución y despreció 54,5 millones de votos, y fue promovido por dos razones: la supervivencia política de los principales líderes golpistas, querían interrumpir las investigaciones de corrupción que se habían iniciado.
“Si se acusa a un presidente sin pruebas, el ciudadano de a pie también puede ser criminalizado. Y esto genera una situación muy compleja en Brasil”
La otra razón es de fondo: reinstaurar el neoliberalismo en Brasil, la política que existía antes de que nosotros, el Partido de los Trabajadores (PT), llegásemos democráticamente al poder”, dijo. Rousseff denunció que sus adversarios usaron “la justicia como instrumento político para destruirla”, y con ello, “pusieron en riesgo la estabilidad del país”. “Si se acusa a un presidente sin pruebas, el ciudadano de a pie también puede ser criminalizado. Y esto genera una situación muy compleja en Brasil”, advirtió.
Luiz Inácio Lula da Silva y después Rousseff derrotaron a los conservadores en las urnas en cuatro elecciones. “Esto les hizo comprender que no podían vencernos democráticamente. E idearon un golpe parlamentario, que se inició con denuncias de corrupción contra Lula y acabaron con mi destitución”, advirtió. La expresidenta de Brasil está convencida de que sus adversarios fueron contra ella con un objetivo claro: “deconstruir el Estado de inclusión social y de la soberanía del país”. “¿Y quién pagó el pato de mi destitución? El pueblo de Brasil”, dijo.
Rousseff fue detenida en su juventud, pasó tres años en prisión, fue torturada. La expresidenta del Brasil conoció en su piel el terror predemocrático, y conoció el auge de las dictaduras militares en Latinoamérica, sustentadas en una supuesta base científica, la de la Escuela de Chicago y uno de sus más representativos economistas, Milton Friedman, gurú del pensamiento neoliberal, del liberalismo económico y el capitalismo salvaje, y el economista Milton Friedman, al que Rousseff citó varias veces. Friedman, al que Rousseff citó varias veces, acuñó la expresión “el milagro de Chile” para defender cómo la dictadura militar de Augusto Pinochet modernizó y enriqueció el país a partir de reformas de liberalización económica.
La expresidenta de Brasil sostiene que ahora se viven situaciones similares, no a través de dictaduras militares, pero sí aprobando medidas excepcionales con la excusa de la crisis que dan lugar a Estados de excepción. “Mi destitución en Brasil, el Brexit, la elección de Donald Trump… vemos que hay una fuerte agresión a los derechos democráticos, no con dictaduras, pero sí con Estados de excepción. Una dictadura tira todos los derechos democráticos, un Estado de excepción tira sólo algunos, como la legislación contra inmigrantes y refugiados”, denuncia Rousseff.
“Hay una fuerte agresión a los derechos democráticos, no con dictaduras, pero sí con Estados de excepción”
Muchos de los jóvenes brasileños que siguieron su conferencia se pusieron en pie con carteles donde se podía leer: “Dilma presidenta” o “Fora Temer”. “Lula y yo fuimos responsables por las medidas que hicieron que en Brasil hubiera un Estado de Bienestar. Quién fortaleció las instituciones fuimos nosotros”, dijo, tras tildar al actual presidente de “ilegítimo”. Rousseff seguirá en política, pero ya no se presentará a las próximas elecciones del país. Es el momento del regreso de Lula da Silva. La expresidenta de Brasil está convencida de que su mentor volverá a lograr el apoyo mayoritario de las urnas, pero puso en duda que las élites conservadoras, económicas y mediáticas que la han sacado del poder vayan a permitir el regreso del Partido de los Trabajadores. “Aún es posible que haya un golpe dentro del golpe para invalidar las elecciones democráticas de 2018. Nosotros no podemos permitir que esas elecciones no se celebren democráticamente, porque Brasil necesita un pacto desde las bases. El que surja será un presidente legítimo, porque el de ahora no lo es”, concluyó.
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