Decir que la tensión en Corea aumenta día tras día suena a tópico, pero es la triste realidad. Desde que se desató la crisis el martes, ninguna de las dos partes ha hecho un solo gesto por calmar los ánimos. Cuando Seúl alza el tono, Pyongyang lo eleva aún más. Cuando el ejército surcoreano anuncia maniobras militares conjuntas con Estados Unidos para 'disuadir' a Corea del Norte, esta no sólo no se amilana, sino que frivoliza, como hizo ayer, diciendo que ante 'cualquier provocación' no tendrá ningún problema en lanzar una 'segunda y tercera ronda de ataques'. Hasta amenazó con efectuar un bombardeo preventivo.
Todo este duelo de amenazas ha hecho que el panorama para este domingo, fecha en la que comenzarán las cuatro jornadas de ejercicios militares en el mar Amarillo, sea para echarse a temblar. Aún más después de que Seúl decidiera ayer cambiar su tradicional política defensiva basada en la precaución por una de mano dura cuya única orden es castigar sin piedad al Norte al más mínimo indicio de ataque.
El dictador y su hijo visitaron la base de artillería unas horas antes del ataque
El primer paso en esta nueva vía belicista de Corea del Sur fue la dimisión ayer de su ministro de Defensa, Kim Tae-young, criticado por Gobierno y oposición por su falta de determinación tras el bombardeo sobre la isla de Yeonpyeong. Su pecado: haber reaccionado tarde (el contraataque tardó 14 minutos en llegar) y con debilidad (sus críticos le echan en cara que los aviones de caza no castigaran desde el aire a las tropas norcoreanas).
El presidente, Lee Myung-bak, ordenó ayer a su ejército reforzar la línea de la frontera marítima y dotar de más personal y armamento de última generación a las cinco islas surcoreanas que hay cerca del límite marítimo con el Norte. Todo con el objetivo de estar totalmente preparados para una posible batalla. 'Puede ocurrir en cualquier momento', confesó Lee.
'Estamos estudiando la idea de instalar misiles de precisión antibúnker para anular las amenazas de la artillería de Corea del Norte, que suele esconderse en cuevas a lo largo de su costa', señaló una fuente militar anónima a la agencia surcoreana Yonhap. 'Estas armas deberían ser capaces de destruir su artillería en caso de que nos bombardee', continuó.
La mayoría de los habitantes de la isla bombardeada vive en refugios
El único argumento que parece quedar hoy para apostar por una solución pacífica del conflicto es de enorme peso. A ningún país del mundo, y menos a las grandes potencias como EEUU, China y la Unión Europea, le interesa lo más mínimo que estalle un conflicto armado en la península de Corea.
China, contra una guerra
'China se opone a provocaciones militares en cualquiera de sus formas', anunció el primer ministro, Wen Jiabao, desde Moscú. Es de dominio público que a China le irrita el comportamiento esquizofrénico de su aliado Kim Jong-il, siempre dispuesto a poner en peligro la estabilidad regional. Pero al mismo tiempo quiere evitar que la sombra de EEUU siga planeando sobre su esfera de influencia, algo que Washington consigue gracias a su fuerte presencia en Corea del Sur. Pekín suele criticar a Washington siempre que participa en maniobras militares como las de los próximos días.
Seúl es consciente de ello y considera 'vital' que China y Rusia se unan a la condena a Corea del Norte, según afirmó ayer su ministro de Exteriores, Kim Sung-hwan.
Por su parte, Pyongyang reconoció que Kim Jong-il y su hijo y sucesor, Kim Jong-un, visitaron la base desde donde se lanzaron los proyectiles apenas unas horas antes del ataque. Este dato contradice la versión que desde el principio culpó a los buques surcoreanos como instigadores de la refriega.
Mientras, los trabajos de desescombro continúan en la isla de Yeonpyeong y ayer se permitió a algunos residentes regresar para tratar de recuperar pertenencias y ver el estado de sus hogares. La mayoría de los 1.700 habitantes sobreviven ahora en refugios cerca de Incheon, el puerto que da acceso a la isla.
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